En 1869, Federico Santa María asistió a un remate junto con su socio, Jorge Ross. Tenía 24 años. ¿El objeto del remate? Un predio de 894 hectáreas ubicado hacia el norte del faro Punta Ángeles. Se trataba de un hermoso bosque de peumos, eucaliptus y matorrales; bordeado por inmensos acantilados; poblado por lagartos y conejos; sobrevolado por peucos. Los jóvenes se lo adjudicaron.
En los años siguientes, el empresario agregaría otros paños aledaños, sumando 1.400 hectáreas desde la Quebrada "Los Lúcumos" hasta la playa de Laguna Verde.
Después, F.S.M. se instalaría en París. Su olfato empresarial lo convertiría en uno de los empresarios azucareros más importantes del mundo. Pero, tras la irrupción de la primera guerra mundial, este gran porteño se retiró de los negocios.
En 1915, cinco años antes de redactar el testamento que daría vida a la UTFSM, Federico Santa María redactó otro testamento. En él, acordó donar la totalidad de sus 1.400 hectáreas, bajo el nombre Fundo Quebrada Verde, a la "Junta de Beneficencia de la Ciudad de Valparaíso". ¿El propósito? Crear un gran parque para la Joya del Pacífico. Según el testamento: "Que este parque se convierta en un verdadero bosque, a semejanza de las grandes ciudades de Europa."
Durante décadas, más de la mitad del predio se perdió por urbanizaciones formales e informales. ¿Lo que quedaba? Era un cacho. Su administración fue traspasada, una y otra vez, desde distintos estamentos municipales y estatales, recayendo, finalmente, en Fonasa.
A estas alturas, casi nadie sabía el origen del fundo. Muchos menos recordaban el deseo del benefactor.
Pero hace dos años llegó una noticia que pasó completamente desapercibida. Fonasa daría cumplimiento, por fin, al deseo de Federico Santa María. 93 años después de su testamento, se crearía en el Fundo Quebrada Verde, un gran parque para Valparaíso.
Hace unos días, mis hijos y yo fuimos a explorarlo. Es maravilloso. Sé que en Chile no se acostumbra a pensar en el largo plazo. Así, muchos llegarán al nuevo parque y lo "pelarán". Criticarán que quedan muchas zonas baldías. Dirán que el proyecto para crear tres lagunas no ha sido bien logrado.
¿Pero cuántos años se demoraron en madurar el Central Park de Manhattan, el Royal Botanical Garden de Sydney o el Boston Common? Aproximadamente medio siglo cada uno. Así, hay que visitar nuestro nuevo parque con otra actitud. Hay que gozar su exuberante naturaleza, por cierto. Pero más importante, hay que soñar el regalo que podemos sembrar allí para futuras generaciones.
En primer lugar, los porteños debemos asumir la propiedad del predio. Hasta ahora no lo hemos hecho. Hay que aprender su historia. Hay que descubrir su flora y fauna. Es más, los colegios municipales deben participar. Que hagan visitas guiadas, que adopten espacios, que siembren jardines, que ayuden a hacer senderos. Que nuestros empresarios donen plantas y árboles maduros.
No todos los días se recibe un regalo como este.
lunes, 26 de abril de 2010
domingo, 18 de abril de 2010
El más rico del cementerio
Según Lao Tsé: “Quien habla no sabe. Quien sabe no habla”.
Hoy día, al reflexionar sobre lo anterior, pienso en mi “Tío Steve”, el papá del mejor amigo de mi niñez en Milwaukee.
Se trata de una de las familias más poderosas de nuestro estado. El teatro municipal de Milwaukee fue construido gracias a una donación de mi “Tío Steve”. El mismo donó un anfiteatro al aire libre para 40 mil personas al costado de Lago Michigan. Hace 15 años, cuando el Museo de Bellas Artes de Milwaukee necesitaba expandirse, mi tío juntó un grupo de sus pares empresarios y les habló: “Todos tenemos más de lo que necesitamos para ser felices. Tenemos garantizado la seguridad de nuestros hijos y nietos. No ganamos nada con ser el más rico del cementerio. Es el momento de devolverle la mano a nuestra comunidad”.
Se demoró 8 años en terminar la obra. Pero el nuevo edificio, “el pájaro de cristal” diseñado por Santiago Calatrava, se ha convertido en uno de los íconos arquitectónicos más importantes de EE.UU.
Mi tío Steve me marcó no solo por su generosidad, sino por su manera de ser. Entendió perfectamente bien el peso que llevaba su apellido en Milwaukee. Pero no quería que sus hijos fueron ni “creídos” ni arrogantes. El “tío” es austero, sencillo, agradecido, alegre.
Volvemos a Lao Tsé. Volvemos a Chile.
En 1960, el joven Ricardo Lagos Escobar se tituló de la Universidad de Chile gracias a su proyecto de título: “La Concentración del Poder Económico”. La obra concluyó lo siguiente: En la historia económica de Chile (1810-1960), los apellidos de las familias ricas suelen repetirse.
50 años después, vale la pena revisitar tal hipótesis, pues, en los últimos años, el mundo empresarial chileno ha experimentado una renovación espectacular. Hoy en día, más de la mitad—casi dos tercios—de las familias más ricas de Chile tienen menos de 3 generaciones.
En Chile, los ricos de hoy no son los ricos de antaño.
¿Qué importancia tiene esto? Mucha. Pues, los estudios indican que las fortunas nuevas tienen un perfil sicológico distinto de él de las fortunas viejas. Son más agradecidos. Menos prepotentes. Más filantrópicos. Más comprometidos. Basta pensar en Warren Buffet o Bill Gates. No es una casualidad que nuestro flamante presidente sea poseedor de una fortuna de primera generación.
La historia de Valparaíso confirma tal hipótesis. Según el estudio “La historia filantrópica de Chile”, publicado por la Fundación Pro Humana en 1999, 8 de las 10 donaciones más importantes de la historia de Chile ocurrieron en Valparaíso. ¿Los donantes? Las familias Ross, Edwards, Brown, Santa María, y Van Buren. Todos inmigrantes. Todos construyeron su fortuna en el momento de su máxima generosidad.
Así, ¿Nos encontramos, hoy día, ad portas a una nueva época dorada para la filantropía chilena?
Tal vez. Pero habrá que hablar menos y hacer más. La riqueza, “va por dentro” decía Lao Tsé, hombre recordado con una placa humilde, austera, visitado por multitudes.
Hoy día, al reflexionar sobre lo anterior, pienso en mi “Tío Steve”, el papá del mejor amigo de mi niñez en Milwaukee.
Se trata de una de las familias más poderosas de nuestro estado. El teatro municipal de Milwaukee fue construido gracias a una donación de mi “Tío Steve”. El mismo donó un anfiteatro al aire libre para 40 mil personas al costado de Lago Michigan. Hace 15 años, cuando el Museo de Bellas Artes de Milwaukee necesitaba expandirse, mi tío juntó un grupo de sus pares empresarios y les habló: “Todos tenemos más de lo que necesitamos para ser felices. Tenemos garantizado la seguridad de nuestros hijos y nietos. No ganamos nada con ser el más rico del cementerio. Es el momento de devolverle la mano a nuestra comunidad”.
Se demoró 8 años en terminar la obra. Pero el nuevo edificio, “el pájaro de cristal” diseñado por Santiago Calatrava, se ha convertido en uno de los íconos arquitectónicos más importantes de EE.UU.
Mi tío Steve me marcó no solo por su generosidad, sino por su manera de ser. Entendió perfectamente bien el peso que llevaba su apellido en Milwaukee. Pero no quería que sus hijos fueron ni “creídos” ni arrogantes. El “tío” es austero, sencillo, agradecido, alegre.
Volvemos a Lao Tsé. Volvemos a Chile.
En 1960, el joven Ricardo Lagos Escobar se tituló de la Universidad de Chile gracias a su proyecto de título: “La Concentración del Poder Económico”. La obra concluyó lo siguiente: En la historia económica de Chile (1810-1960), los apellidos de las familias ricas suelen repetirse.
50 años después, vale la pena revisitar tal hipótesis, pues, en los últimos años, el mundo empresarial chileno ha experimentado una renovación espectacular. Hoy en día, más de la mitad—casi dos tercios—de las familias más ricas de Chile tienen menos de 3 generaciones.
En Chile, los ricos de hoy no son los ricos de antaño.
¿Qué importancia tiene esto? Mucha. Pues, los estudios indican que las fortunas nuevas tienen un perfil sicológico distinto de él de las fortunas viejas. Son más agradecidos. Menos prepotentes. Más filantrópicos. Más comprometidos. Basta pensar en Warren Buffet o Bill Gates. No es una casualidad que nuestro flamante presidente sea poseedor de una fortuna de primera generación.
La historia de Valparaíso confirma tal hipótesis. Según el estudio “La historia filantrópica de Chile”, publicado por la Fundación Pro Humana en 1999, 8 de las 10 donaciones más importantes de la historia de Chile ocurrieron en Valparaíso. ¿Los donantes? Las familias Ross, Edwards, Brown, Santa María, y Van Buren. Todos inmigrantes. Todos construyeron su fortuna en el momento de su máxima generosidad.
Así, ¿Nos encontramos, hoy día, ad portas a una nueva época dorada para la filantropía chilena?
Tal vez. Pero habrá que hablar menos y hacer más. La riqueza, “va por dentro” decía Lao Tsé, hombre recordado con una placa humilde, austera, visitado por multitudes.
domingo, 4 de abril de 2010
Tertulia frente a los raviolis
Jueves en la tarde en un concurrido supermercado porteño. Inicio mi travesía en la sección de frutas y verduras. Selecciono unos kiwis que pretendo desayunar el próximo día cuando me despierte en la playa. De repente capto, de reojo, una silueta de un hombre conocido descifrando meticulosamente las virtudes de una escarola: Don Andrés Cáceres, director del departamento de literatura en la Facultad de Humanidades de la UPLA. “¿Qué tal Todd? ¿Todo bien? Es bueno saber que no soy el único hombre encargado de los labores domésticas” bromea.
Un par de pasillos más adelante, busco una salsa pesto para preparar mi vinagreta favorita. Allí, frente a los aceitunas verdes, me saluda un caballero con su señora e hijo con camiseta del Wanderers. “Extrañamos su columna el domingo pasado”, me dice. “Mi señora, no”, le digo. Más adelante, me vuelvo a topar con don Andrés. Le pregunto cuantas veces más nos volveremos a saludar antes de llegar al pasillo de los panes y quesos.
En el pasillo de las pastas, me saluda otra señora, diminuta, poderosa. “Me llamo Laura”, se presenta. “¿Le puedo robar un par de minutos? No creo que tenga otra oportunidad de hacerlo.”
“Aproveche”, le digo.
“En la calle Pedro Montt laboran unos costureros antiguos—estos mismos que casi no quedan en ninguna parte—y se encuentran trabajando con una precariedad impresionante. El edificio donde trabajan estaba a punto de caer ya antes del terremoto. Así, ahora, imagínate. En cualquier momento se quedarán absolutamente abandonados a su suerte”.
Se me ocurre que Laura asume que tengo alguna injerencia sobre estos asuntos. Contemplo si vale la pena o no romper su ilusión: en mi casa nadie me pesca, ni siquiera mi gato.
Justo en estos momentos, pasa por delante de nosotros la directora regional de Sernatur. Después de los besos “a la chilena” en las mejillas correspondientes, la autoridad sigue adelante empujando su carro mientras Laura continua su tertulia frente a los raviolis como si nada pasara.
“En la calle Edwards hay un destartalado edificio,” me dice, “En el tercer piso tiene unos ángeles de mármol preciosos. Están absolutamente botados. Nadie hace nada.”
“Mi punto señor Temkin es lo siguiente: Ud. siempre escribe sobre lo bonito. Lo hace muy bien. Tengo varias columnas suyas recortadas. Pero creo que hace falta que Ud. escriba sobre algo malo de Valparaíso.”
Le prometí que escribiría algo feo tan pronto me fuera posible. Y me despedí, topándome una vez más con Andrés al lado de los vinos.
De hecho, hay cosas atroces en el Pancho, pensé, mientras me escondí, esperando que nadie me viera, en el pasillo de las papas fritas. Estuve allí para buscar mi nuevo vicio—una marca de nachos mexicanos que vienen con sabor a ají y limón verde. Me pilló “in fraganti” la directora de Sernatur.
Jueves en la tarde en un concurrido supermercado porteño. Mármoles y costureros. Kiwis y escarolas. Conversaciones de pasillo. Vivencias transcendentales.
Un par de pasillos más adelante, busco una salsa pesto para preparar mi vinagreta favorita. Allí, frente a los aceitunas verdes, me saluda un caballero con su señora e hijo con camiseta del Wanderers. “Extrañamos su columna el domingo pasado”, me dice. “Mi señora, no”, le digo. Más adelante, me vuelvo a topar con don Andrés. Le pregunto cuantas veces más nos volveremos a saludar antes de llegar al pasillo de los panes y quesos.
En el pasillo de las pastas, me saluda otra señora, diminuta, poderosa. “Me llamo Laura”, se presenta. “¿Le puedo robar un par de minutos? No creo que tenga otra oportunidad de hacerlo.”
“Aproveche”, le digo.
“En la calle Pedro Montt laboran unos costureros antiguos—estos mismos que casi no quedan en ninguna parte—y se encuentran trabajando con una precariedad impresionante. El edificio donde trabajan estaba a punto de caer ya antes del terremoto. Así, ahora, imagínate. En cualquier momento se quedarán absolutamente abandonados a su suerte”.
Se me ocurre que Laura asume que tengo alguna injerencia sobre estos asuntos. Contemplo si vale la pena o no romper su ilusión: en mi casa nadie me pesca, ni siquiera mi gato.
Justo en estos momentos, pasa por delante de nosotros la directora regional de Sernatur. Después de los besos “a la chilena” en las mejillas correspondientes, la autoridad sigue adelante empujando su carro mientras Laura continua su tertulia frente a los raviolis como si nada pasara.
“En la calle Edwards hay un destartalado edificio,” me dice, “En el tercer piso tiene unos ángeles de mármol preciosos. Están absolutamente botados. Nadie hace nada.”
“Mi punto señor Temkin es lo siguiente: Ud. siempre escribe sobre lo bonito. Lo hace muy bien. Tengo varias columnas suyas recortadas. Pero creo que hace falta que Ud. escriba sobre algo malo de Valparaíso.”
Le prometí que escribiría algo feo tan pronto me fuera posible. Y me despedí, topándome una vez más con Andrés al lado de los vinos.
De hecho, hay cosas atroces en el Pancho, pensé, mientras me escondí, esperando que nadie me viera, en el pasillo de las papas fritas. Estuve allí para buscar mi nuevo vicio—una marca de nachos mexicanos que vienen con sabor a ají y limón verde. Me pilló “in fraganti” la directora de Sernatur.
Jueves en la tarde en un concurrido supermercado porteño. Mármoles y costureros. Kiwis y escarolas. Conversaciones de pasillo. Vivencias transcendentales.
domingo, 14 de marzo de 2010
Faltó el cafecito
En 2006, días antes del cambio de mando, el Presidente Lagos nos visitó en el Gato Tuerto. Tomamos un rico café conversado. Le regalé una edición de mis poemas y una copia del libro “El Sendero Bicentenario”. Tras hojear la guía, dijo, “Déjame comprar otra para Michelle. Se la voy a dejar en Cerro Castillo, para que te visite”.
Nunca me visitó.
No obstante, la ex – Presidenta entrega la piocha con un vertiginoso 84% de aprobación. 8 en 10 lectores míos la adoran. A mí, me cae muy bien. Pero tengo un dilema. Cuando me preguntan, ¿Cual fue el legado de Bachelet en Valparaíso?, no tengo respuesta.
Repasemos, un minuto, el legado de los dos presidentes anteriores:
Para mí, a Eduardo Frei (1994-2000) le faltó sensibilidad, pero hizo importantes obras de infraestructura. Licitó el acceso sur. Construyó la cárcel nueva. Y, más importante, echó adelante—contra viento y marea—una visionaria concesión portuaria. Aun así, cuando Frei hablaba sobre Valparaíso, nunca me convenció. A sus “Ejes Transversales” les falto audacia, visión. Cuando lo escuché presentarlos, tenía la sensación de que no conocía Valparaíso: su patrimonio, su gente, sus costumbres, su potencial turístico.
Lagos (2000-2006), por su parte, heredó una postulación ante la UNESCO escandalosamente “amateur”. Le dio investidura y peso de estado. Dispuso subsidios “a la medida” en MINVIU y CORFO. Así, despegó la renovación de los barrios patrimoniales e inició el boom de la inversión turística. Remodeló la Avenida Altamirano. Creó el Paseo Wheelwright. Proyectó la apertura del borde costero y la renovación de la ex – cárcel. Consiguió el crédito BID. Armó el Plan Valparaíso (ahora PRDUV). Creó el CNCA y lo instaló en la Plaza Sotomayor. Nos regaló los Carnavales Culturales y declaró Valparaíso “Capital Cultural”, entre otras cosas. Sé que muchos no le perdonan por entregar tanta obra inconclusa. Pero, para Valparaíso, Lagos fue un gran Presidente.
¿Y Michelle? Mantuvo el status quo con los subsidios MINVIU y CORFO. Y se hizo una buena inversión en los colegios. Pero se comprometió a adquirir los ascensores y prometió la reconstrucción de la Calle Serrano. No alcanzó. Bajo su mandato, el Plan Valparaíso se convirtió en “Valpo Mío”. Ahora, la PRDUV intenta renacer de las cenizas.
Felicito que se haya adjudicado el centro cultural “ex – cárcel”, (iniciado por Lagos), con un hermoso proyecto de consenso. Pero, seamos honestos: Mientras los porteños se sacaron los ojos discutiendo el proyecto Niemeyer, el liderazgo de la Presidenta brillaba por su ausencia.
El “Foro de las Culturas” podría haber sido el gran legado de Bachelet en Valparaíso. Pero, al parecer, cuando la concertación perdió la alcaldía, a la Presidenta, se le olvidó del Foro.
Aun así, le tengo gran aprecio a la Primera Presidenta de Chile. Imprimió un liderazgo cálido y muy humano. Inspiró a millones de chilenos. Solo le faltó un selló en Valparaíso. Y le faltó el cafecito, por cierto.
Nunca me visitó.
No obstante, la ex – Presidenta entrega la piocha con un vertiginoso 84% de aprobación. 8 en 10 lectores míos la adoran. A mí, me cae muy bien. Pero tengo un dilema. Cuando me preguntan, ¿Cual fue el legado de Bachelet en Valparaíso?, no tengo respuesta.
Repasemos, un minuto, el legado de los dos presidentes anteriores:
Para mí, a Eduardo Frei (1994-2000) le faltó sensibilidad, pero hizo importantes obras de infraestructura. Licitó el acceso sur. Construyó la cárcel nueva. Y, más importante, echó adelante—contra viento y marea—una visionaria concesión portuaria. Aun así, cuando Frei hablaba sobre Valparaíso, nunca me convenció. A sus “Ejes Transversales” les falto audacia, visión. Cuando lo escuché presentarlos, tenía la sensación de que no conocía Valparaíso: su patrimonio, su gente, sus costumbres, su potencial turístico.
Lagos (2000-2006), por su parte, heredó una postulación ante la UNESCO escandalosamente “amateur”. Le dio investidura y peso de estado. Dispuso subsidios “a la medida” en MINVIU y CORFO. Así, despegó la renovación de los barrios patrimoniales e inició el boom de la inversión turística. Remodeló la Avenida Altamirano. Creó el Paseo Wheelwright. Proyectó la apertura del borde costero y la renovación de la ex – cárcel. Consiguió el crédito BID. Armó el Plan Valparaíso (ahora PRDUV). Creó el CNCA y lo instaló en la Plaza Sotomayor. Nos regaló los Carnavales Culturales y declaró Valparaíso “Capital Cultural”, entre otras cosas. Sé que muchos no le perdonan por entregar tanta obra inconclusa. Pero, para Valparaíso, Lagos fue un gran Presidente.
¿Y Michelle? Mantuvo el status quo con los subsidios MINVIU y CORFO. Y se hizo una buena inversión en los colegios. Pero se comprometió a adquirir los ascensores y prometió la reconstrucción de la Calle Serrano. No alcanzó. Bajo su mandato, el Plan Valparaíso se convirtió en “Valpo Mío”. Ahora, la PRDUV intenta renacer de las cenizas.
Felicito que se haya adjudicado el centro cultural “ex – cárcel”, (iniciado por Lagos), con un hermoso proyecto de consenso. Pero, seamos honestos: Mientras los porteños se sacaron los ojos discutiendo el proyecto Niemeyer, el liderazgo de la Presidenta brillaba por su ausencia.
El “Foro de las Culturas” podría haber sido el gran legado de Bachelet en Valparaíso. Pero, al parecer, cuando la concertación perdió la alcaldía, a la Presidenta, se le olvidó del Foro.
Aun así, le tengo gran aprecio a la Primera Presidenta de Chile. Imprimió un liderazgo cálido y muy humano. Inspiró a millones de chilenos. Solo le faltó un selló en Valparaíso. Y le faltó el cafecito, por cierto.
domingo, 7 de marzo de 2010
Cuando la tierra nos llama
Parral, pueblo natal de Pablo Neruda, no pudo con el terremoto. San Carlos, cuna de Violeta Parra, tampoco. Ni preguntes a Lebu, aquel pueblito de la desembocadura del rio del mismo nombre. Durante más de un siglo, este poblado sacrificó miles de los suyos para abastecer a Chile con carbón escarbado desde las entrañas de Lota. Allí, nació el autor de “La miseria del hombre”, nuestro Premio Cervantes, Gonzalo Rojas.
Han pasado ochos días y aun no encuentro las palabras. Hasta la metáfora me falla. Ahora, si, entiendo lo que quería decir Neruda en “Explico algunas cosas”:
Por las calles la sangre de los niños
Corría simplemente, como sangre de niños.
A veces, no hay nada más que decir.
Lo cual no quiere decir que los poetas no hayan intentado. Sobre un fenómeno telúrico, el poeta Thomas Merton (1915-1968) escribió: “Dígale a la tierra que tiembla/ dígale al trueno/ que despierte el cielo”. Y Wallace Stevens (1879-1955) aportó: “Verano se convierte en invierno, los pequeños en viejos,/ El aire impregnado de niños, estatuas, techos, y polvo que cae como la nieve”.
Cuando de escribir sobre terremotos se trata, los más prolíficos, lejos, son los poetas persianos. Están Rumí, Kabir, Hafiz, entre otros. Les siguen los poetas chinos. Allí están representados grandes como Tu Fu y Wu Wei Yi, pero también hay versos de chinos menos famosos. El terremoto de 2008 en la provincia de Sichuan, por ejemplo, mató 69 mil personas. Su postal más emotiva, la búsqueda de 600 niños atrapados bajo los escombros del colegio Juyuan, inspiró numerosos poemas en todo el mundo.
Cuando la tierra nos llama, no es fácil. Nuestro pequeño mundo da vuelta. Por una parte, sabemos que la vida nos ha regalado una oportunidad, que nuestro viaje tendrá un “antes” y “después”. ¿Pero qué hacemos con este regalo? Es la gran incógnita.
Así, en honor a Parral, San Carlos, Lebu y docenas de otros pueblos cuyos poetas el mundo no conoce y no conocerá, les dejo con la última estrofa del poema “Formas Poderosas” de la estadounidense Brenda Hillman (1951- )
Da lo mismo como lo recordaremos más adelante
la tierra que amábamos sabrá la verdad
nos quiso de vuelta, nos quiso por si misma,
con nuestras formas poderosas y nuestros anhelos íntimos,
los quiso transformar en aire y fuego pero no lo logró
el cernícalo sobrevoló un pino
La loica juntó semilla en honor a su libertad.
Cuando temblaba, el muro soltó
su cuadro. Quedó el gancho y la huella del gancho
y el clavo que colocamos en la pared,
y la memoria de haberle colocado
esto también perdurará.
Han pasado ochos días y aun no encuentro las palabras. Hasta la metáfora me falla. Ahora, si, entiendo lo que quería decir Neruda en “Explico algunas cosas”:
Por las calles la sangre de los niños
Corría simplemente, como sangre de niños.
A veces, no hay nada más que decir.
Lo cual no quiere decir que los poetas no hayan intentado. Sobre un fenómeno telúrico, el poeta Thomas Merton (1915-1968) escribió: “Dígale a la tierra que tiembla/ dígale al trueno/ que despierte el cielo”. Y Wallace Stevens (1879-1955) aportó: “Verano se convierte en invierno, los pequeños en viejos,/ El aire impregnado de niños, estatuas, techos, y polvo que cae como la nieve”.
Cuando de escribir sobre terremotos se trata, los más prolíficos, lejos, son los poetas persianos. Están Rumí, Kabir, Hafiz, entre otros. Les siguen los poetas chinos. Allí están representados grandes como Tu Fu y Wu Wei Yi, pero también hay versos de chinos menos famosos. El terremoto de 2008 en la provincia de Sichuan, por ejemplo, mató 69 mil personas. Su postal más emotiva, la búsqueda de 600 niños atrapados bajo los escombros del colegio Juyuan, inspiró numerosos poemas en todo el mundo.
Cuando la tierra nos llama, no es fácil. Nuestro pequeño mundo da vuelta. Por una parte, sabemos que la vida nos ha regalado una oportunidad, que nuestro viaje tendrá un “antes” y “después”. ¿Pero qué hacemos con este regalo? Es la gran incógnita.
Así, en honor a Parral, San Carlos, Lebu y docenas de otros pueblos cuyos poetas el mundo no conoce y no conocerá, les dejo con la última estrofa del poema “Formas Poderosas” de la estadounidense Brenda Hillman (1951- )
Da lo mismo como lo recordaremos más adelante
la tierra que amábamos sabrá la verdad
nos quiso de vuelta, nos quiso por si misma,
con nuestras formas poderosas y nuestros anhelos íntimos,
los quiso transformar en aire y fuego pero no lo logró
el cernícalo sobrevoló un pino
La loica juntó semilla en honor a su libertad.
Cuando temblaba, el muro soltó
su cuadro. Quedó el gancho y la huella del gancho
y el clavo que colocamos en la pared,
y la memoria de haberle colocado
esto también perdurará.
viernes, 5 de marzo de 2010
Mi reino por un tomate
Estoy desesperado. No puedo encontrar un tomate. Por favor, no me digan que vaya a Limache ni al Jumbo ni al Mercado Cardenal. He ido. No hay.
He visto letreros que dicen "tomate". Debajo de estos hay algo que se ofrecen "400 x kilo" o "3 kilos x mil". Lamentablemente, estas "frutas" han sido tan genéticamente intervenidas que ya no merecen el calificativo de tomate. Son sucedáneos. Les quitaron el gen que les permite pudrirse, y, al lograr tal magna intervención, dejaron un cuerpo sin alma; algo pálido y arenoso; una "fruta" sin pulpa, sin sabor. No insultaría a las humitas de la Sra. Lorena acompañándolas de tales impostores.
Solidarizo con el científico californiano quien descubrió que era posible eliminar el gen del ablandamiento. Hasta imagino su deleite. "He descubierto un tomate capaz de sobrevivir un mes dentro de un barco sin cambiar de aspecto". ¿El problema? El momento de "ablandamiento", que da inicio al proceso de madurez, es justo cuando la fruta encuentra su sabor.
Igual, al ojo no experto, estos espejismos pintan como deliciosos.
Cuantas veces he llegado a mi casa emocionado: "es hora de preparar una ensalada caprese". Dejo sobre la mesa albahaca, queso mozzarella blanco, sal, aceite de oliva, un baguette de la "Guria" o "El Buen Gusto". Todo bien. Hasta que corto el primer "tomate". ¿Mi decepción? Inmediata e incontenible.
En EE.UU. están de moda los "orgánicos" y los "heirlooms". Los primeros han sido cultivados sin pesticidas y con procesos naturales. Está bien, pero si no puedes garantizar el origen de las semillas, da lo mismo el proceso. Los "heirlooms" son más interesantes. Son semillas cuya descendencia ha sido meticulosamente documentada. Son libres de intervención genética. Existen más de 30 razas de "heirlooms" en el mercado estadounidense—la mayoría cultivados por hippies y activistas. Así, les advierto: si, un día, mis lectores se espantan con un titular santiaguino "Gringo de Valparaíso arrestado en aeropuerto ingresando semillas para su huerta en cerro San Juan de Dios"—sabrán de lo que se trata.
El martes asistí a una degustación con micro-agricultores de la Región en la terraza del Hotel Gran Gervasoni. Había productores de quesos, hierbas, vinos orgánicos, longanizas caseras, huevos de codorniz, ajos, etc. Encuentro fascinante vincular a estos héroes del campo con nuestros héroes gastronómicos porteños. ¿El único problema? No había tomates.
Al sur oriente de Limache, en el camino a Huinganal, he visto un portón negro con un letrero que dice "tomates orgánicos". En tres ocasiones he parado para indagar. ¿Serían heirlooms originales? No hay timbre ni buzón. El letrero tampoco ofrece número telefónico. Escalo la reja, pero no veo ningún indicio de vida salvo un perro polvoriento que ladra sin cesar.
¿Cuándo volveré a mirar el atardecer sobre la iglesia Luterana con el jugo de un verdadero tomate corriendo por mi barbilla? Ayúdame, Dios. Mi reino por un tomate.
He visto letreros que dicen "tomate". Debajo de estos hay algo que se ofrecen "400 x kilo" o "3 kilos x mil". Lamentablemente, estas "frutas" han sido tan genéticamente intervenidas que ya no merecen el calificativo de tomate. Son sucedáneos. Les quitaron el gen que les permite pudrirse, y, al lograr tal magna intervención, dejaron un cuerpo sin alma; algo pálido y arenoso; una "fruta" sin pulpa, sin sabor. No insultaría a las humitas de la Sra. Lorena acompañándolas de tales impostores.
Solidarizo con el científico californiano quien descubrió que era posible eliminar el gen del ablandamiento. Hasta imagino su deleite. "He descubierto un tomate capaz de sobrevivir un mes dentro de un barco sin cambiar de aspecto". ¿El problema? El momento de "ablandamiento", que da inicio al proceso de madurez, es justo cuando la fruta encuentra su sabor.
Igual, al ojo no experto, estos espejismos pintan como deliciosos.
Cuantas veces he llegado a mi casa emocionado: "es hora de preparar una ensalada caprese". Dejo sobre la mesa albahaca, queso mozzarella blanco, sal, aceite de oliva, un baguette de la "Guria" o "El Buen Gusto". Todo bien. Hasta que corto el primer "tomate". ¿Mi decepción? Inmediata e incontenible.
En EE.UU. están de moda los "orgánicos" y los "heirlooms". Los primeros han sido cultivados sin pesticidas y con procesos naturales. Está bien, pero si no puedes garantizar el origen de las semillas, da lo mismo el proceso. Los "heirlooms" son más interesantes. Son semillas cuya descendencia ha sido meticulosamente documentada. Son libres de intervención genética. Existen más de 30 razas de "heirlooms" en el mercado estadounidense—la mayoría cultivados por hippies y activistas. Así, les advierto: si, un día, mis lectores se espantan con un titular santiaguino "Gringo de Valparaíso arrestado en aeropuerto ingresando semillas para su huerta en cerro San Juan de Dios"—sabrán de lo que se trata.
El martes asistí a una degustación con micro-agricultores de la Región en la terraza del Hotel Gran Gervasoni. Había productores de quesos, hierbas, vinos orgánicos, longanizas caseras, huevos de codorniz, ajos, etc. Encuentro fascinante vincular a estos héroes del campo con nuestros héroes gastronómicos porteños. ¿El único problema? No había tomates.
Al sur oriente de Limache, en el camino a Huinganal, he visto un portón negro con un letrero que dice "tomates orgánicos". En tres ocasiones he parado para indagar. ¿Serían heirlooms originales? No hay timbre ni buzón. El letrero tampoco ofrece número telefónico. Escalo la reja, pero no veo ningún indicio de vida salvo un perro polvoriento que ladra sin cesar.
¿Cuándo volveré a mirar el atardecer sobre la iglesia Luterana con el jugo de un verdadero tomate corriendo por mi barbilla? Ayúdame, Dios. Mi reino por un tomate.
domingo, 14 de febrero de 2010
Anoche soñé
Eran las 8 de la mañana, el 17 de Abril de 2012. Aniversario del primer cabildo. La ciudanía porteña desayunaba con calma. Era el día del primer plebiscito abierto desde que, en Marzo de 2011, el Congreso había promulgado la “Ley Valparaíso”. Los porteños se preparaban para votar.
Ya en agosto de 2011, en cumplimiento a lo estipulado por la ley, se había constituido “La Corporación Ley Valparaíso”, un ente público privado encargado de administrar los US $50 millones que el gobierno acordó aportar cada año por 15 años. En Septiembre, el directorio fue elegido tras un fuerte proceso de participación ciudadana. Se contrató la pequeña planta ejecutiva vía concurso público. Los estatutos estipulan: “el gasto administrativo de la corporación no puede superar el 4% del presupuesto anual”—un número extremadamente bajo—los cuales deben incluir viajes y viáticos.
Entre Septiembre 2011 y Marzo 2012 empezaron a llegar los proyectos. ¡Y qué manera de llegar proyectos! Se recibieron 54, de los cuales, más de la mitad (39) fueron avalados por el comité técnico. Estos 39 proyectos aparecerían en el balotaje de hoy.
Se habían recibido proyectos de 12 universidades, además de proyectos de corporaciones, tales como Ciudadanos por Valparaíso, el Comité Pro-Defensa de Valparaíso, la Junta de Vecinos del cerro Concepción, la del cerro Polanco, el Festival de Cine, la Fundación Neruda, la Fundación Valparaíso, y muchas más.
Había una propuesta para volar el Nudo Barón y hundir la Avenida Errazurriz entre Argentina y Edwards, creando un gran parque, avalado en US$ 18M. Otro restauraba los ascensores “Santo Domingo” y “El Litre” (US 2,5M). Otro: “Transformación de la Avenida Alemania con 500 árboles y 6 nuevos miradores”. Costaba US $4,1M.
Había proyectos para bienales internacionales de pintura, diseño, y arquitectura.
Para la Avenida Argentina se habían presentado 3 proyectos: El primero, promovido por los mismos feriantes, contemplaba el status quo con un leve upgrade cosmético. Estaba tasado en US $1,2M. El segundo abarcaba el traslado de la feria y lo reemplazaba con un bulevar bicentenario de jardines, fuentes, y esculturas. Se tasó en US $7,8M. El tercero reconocía el valor de la feria como patrimonio intangible, pero proyectaba una inversión importante para hermosearla, agregarle infraestructura, y transformarla en una atracción turística. Contemplaba estacionamiento subterráneo en el sector e incluía una solución subterránea integral para el abasto de los camiones. Costaba US $20M, pero la corporación financiaría solo 8,9, pues, habría un concesionario del estacionamiento.
Cada porteño votaría por 2 proyectos por categoría: patrimonio, obras viales, cultura, turismo, educación, etc. La corporación tendría 24 meses para implementar. El plebiscito se repetiría cada 2 años.
De repente, sentí unos lengüetazos. Era mi gato siamés. Me desperté.
Ya en agosto de 2011, en cumplimiento a lo estipulado por la ley, se había constituido “La Corporación Ley Valparaíso”, un ente público privado encargado de administrar los US $50 millones que el gobierno acordó aportar cada año por 15 años. En Septiembre, el directorio fue elegido tras un fuerte proceso de participación ciudadana. Se contrató la pequeña planta ejecutiva vía concurso público. Los estatutos estipulan: “el gasto administrativo de la corporación no puede superar el 4% del presupuesto anual”—un número extremadamente bajo—los cuales deben incluir viajes y viáticos.
Entre Septiembre 2011 y Marzo 2012 empezaron a llegar los proyectos. ¡Y qué manera de llegar proyectos! Se recibieron 54, de los cuales, más de la mitad (39) fueron avalados por el comité técnico. Estos 39 proyectos aparecerían en el balotaje de hoy.
Se habían recibido proyectos de 12 universidades, además de proyectos de corporaciones, tales como Ciudadanos por Valparaíso, el Comité Pro-Defensa de Valparaíso, la Junta de Vecinos del cerro Concepción, la del cerro Polanco, el Festival de Cine, la Fundación Neruda, la Fundación Valparaíso, y muchas más.
Había una propuesta para volar el Nudo Barón y hundir la Avenida Errazurriz entre Argentina y Edwards, creando un gran parque, avalado en US$ 18M. Otro restauraba los ascensores “Santo Domingo” y “El Litre” (US 2,5M). Otro: “Transformación de la Avenida Alemania con 500 árboles y 6 nuevos miradores”. Costaba US $4,1M.
Había proyectos para bienales internacionales de pintura, diseño, y arquitectura.
Para la Avenida Argentina se habían presentado 3 proyectos: El primero, promovido por los mismos feriantes, contemplaba el status quo con un leve upgrade cosmético. Estaba tasado en US $1,2M. El segundo abarcaba el traslado de la feria y lo reemplazaba con un bulevar bicentenario de jardines, fuentes, y esculturas. Se tasó en US $7,8M. El tercero reconocía el valor de la feria como patrimonio intangible, pero proyectaba una inversión importante para hermosearla, agregarle infraestructura, y transformarla en una atracción turística. Contemplaba estacionamiento subterráneo en el sector e incluía una solución subterránea integral para el abasto de los camiones. Costaba US $20M, pero la corporación financiaría solo 8,9, pues, habría un concesionario del estacionamiento.
Cada porteño votaría por 2 proyectos por categoría: patrimonio, obras viales, cultura, turismo, educación, etc. La corporación tendría 24 meses para implementar. El plebiscito se repetiría cada 2 años.
De repente, sentí unos lengüetazos. Era mi gato siamés. Me desperté.
domingo, 7 de febrero de 2010
Una caja de chocolates
La primera vez que recuerdo haber conocido a Pablo Peragallo fue el 2000. Pero como se trata de un personaje ubicuo en el paisaje porteño, es posible que lo haya conocido antes. Sólo recuerdo que un día de invierno compraba un diario bajo la sombra del Reloj Turri. Se me acerca un caballero. Me abraza como si me hubiera conocido mil años. "Cuando inaugures el nuevo campus de la Fundación te voy a visitar y te voy a regalar un pino. Es un ciprés que viene de Italia. Es primo directo de aquellos cipreses que vigilan el Cementerio No. 1 del cerro Panteón".
Me llegó el pino. Así, nació una linda amistad.
Pablo tiene 62 años, de los cuales 60 ha vivido en "La casa Peraga", el histórico castillo construido a pie del cerro Mariposas por Arnaldo Barison.
Allí están sus cuadros, recortes, libros, medallas, colecciones. Allí está el telegrama que redactó para Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov el 8 de octubre de 1986, enviado al hotel donde los dos se hospedaban durante su primera cumbre. Dice: "Mi amado Valparaíso cumple 450 años este año. No puedo imaginar un regalo más lindo para mi ciudad que un tratado de paz mundial. Les deseo suerte, Pablo Peragallo." Años después, la copia original del telegrama fue firmado por Gorbachov en Valparaíso.
En la misma casa están las fotos de Pablo con Luciano Benetton, Michelle Bachelet, Ricardo Lagos, y centenares de otros personajes. Allí está con el Dalai Lama. Me muestra una tela que el mismo tibetano le regaló, junto con un recorte de un diario internacional. En la foto, el Dalai Lama regala al Presidente Nicholas Sarkozy una tela idéntica a la que tiene Pablo.
En 1998, Pablo sufrió un cuádruple bypass. Estuvo inválido. Al borde de la muerte. Durante dos años vivió en absoluta soledad. Aprendió a hablar desde cero. Su mente es lúcida, pero habla pausado. Acusa dislexia. Emana una luz impresionante. Clave en tal milagro fue el amor de su polola eterna, Angélica Vera. Se casaron en la Iglesia las Carmelitas del cerro Bellavista. Pablo mandó a hacer una copa de bronce. Dice: "Pablo Jesús Peragallo Silva 1948-1998. Jubileo 2000". Pablo había renacido.
En la película "Forrest Gump" de Robert Zemeckis, Tom Hanks interpreta a un adulto que ve la vida con la inocencia de un niño. No es capaz ni de la manipulación ni de la mentira. Siempre busca lo bueno en las personas. Los termina enalteciendo. Su vida se convierte en un hilo de milagros y bendiciones.
El 31 de diciembre de 2009, Pablo Peragallo, Hijo Ilustre de nuestra ciudad, asistió a la fiesta oficial en el Museo Lord Cochrane. A las 12, se acerca a la mesa del alcalde Castro y Sebastián Piñera. Se saludan. De repente se prenden las cámaras. Piñera levanta una copa desde la mesa y entrega su primer brindis del Bicentenario. Les invito a revisar las imágenes de tal brindis que salió en la tele. En la mano del Presidente electo, está aquella mítica copa de bronce, la de Pablo Peragallo.
La vida es como una caja de chocolates.
Me llegó el pino. Así, nació una linda amistad.
Pablo tiene 62 años, de los cuales 60 ha vivido en "La casa Peraga", el histórico castillo construido a pie del cerro Mariposas por Arnaldo Barison.
Allí están sus cuadros, recortes, libros, medallas, colecciones. Allí está el telegrama que redactó para Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov el 8 de octubre de 1986, enviado al hotel donde los dos se hospedaban durante su primera cumbre. Dice: "Mi amado Valparaíso cumple 450 años este año. No puedo imaginar un regalo más lindo para mi ciudad que un tratado de paz mundial. Les deseo suerte, Pablo Peragallo." Años después, la copia original del telegrama fue firmado por Gorbachov en Valparaíso.
En la misma casa están las fotos de Pablo con Luciano Benetton, Michelle Bachelet, Ricardo Lagos, y centenares de otros personajes. Allí está con el Dalai Lama. Me muestra una tela que el mismo tibetano le regaló, junto con un recorte de un diario internacional. En la foto, el Dalai Lama regala al Presidente Nicholas Sarkozy una tela idéntica a la que tiene Pablo.
En 1998, Pablo sufrió un cuádruple bypass. Estuvo inválido. Al borde de la muerte. Durante dos años vivió en absoluta soledad. Aprendió a hablar desde cero. Su mente es lúcida, pero habla pausado. Acusa dislexia. Emana una luz impresionante. Clave en tal milagro fue el amor de su polola eterna, Angélica Vera. Se casaron en la Iglesia las Carmelitas del cerro Bellavista. Pablo mandó a hacer una copa de bronce. Dice: "Pablo Jesús Peragallo Silva 1948-1998. Jubileo 2000". Pablo había renacido.
En la película "Forrest Gump" de Robert Zemeckis, Tom Hanks interpreta a un adulto que ve la vida con la inocencia de un niño. No es capaz ni de la manipulación ni de la mentira. Siempre busca lo bueno en las personas. Los termina enalteciendo. Su vida se convierte en un hilo de milagros y bendiciones.
El 31 de diciembre de 2009, Pablo Peragallo, Hijo Ilustre de nuestra ciudad, asistió a la fiesta oficial en el Museo Lord Cochrane. A las 12, se acerca a la mesa del alcalde Castro y Sebastián Piñera. Se saludan. De repente se prenden las cámaras. Piñera levanta una copa desde la mesa y entrega su primer brindis del Bicentenario. Les invito a revisar las imágenes de tal brindis que salió en la tele. En la mano del Presidente electo, está aquella mítica copa de bronce, la de Pablo Peragallo.
La vida es como una caja de chocolates.
domingo, 31 de enero de 2010
Dulce herida
En su introducción a la antología “Los Mejores Poemas Norteamericanos de 2009” el poeta David Lehman reflexiona sobre el guerrero Filoctetes. Su potencia superaba a Odiseo. Como poseía el arco de Hercúleo, era invencible. Así, los griegos lo enlistaron para el combate contra Troya. Pero un día una serpiente lo mordió y la herida se le infectó. Sus compañeros no soportaban el olor. Abandonaron a Filoctetes en la isla de Lemnos. 10 años después, un oráculo reveló que la guerra “no se puede ganar” sin las flechas de Filoctetes. Mandan un despacho a la isla, pero al héroe ya no le interesa.
Lehman cita el hermoso poema “Carta a una herida” de W.H. Auden: “Estás tan tranquilo estos días que me pongo nervioso. Quito tu vendaje. Estoy a salvo. Estás aún allí”. Tras 10 años de soledad, la herida de Filoctetes se había convertido en su único amigo.
Hace días, el Presidente electo se reunió con 200 personas en el Museo Lord Cochrane. Tomé un asiento atrás. Se acercó el jefe de Protocolo de la Municipalidad y me invitó a hacer una pregunta. ¿Sobre cualquier cosa? Le pregunto. “Lo que tú quieras”, contestó.
Me reubicaron en la primera fila. Empecé a ordenar mis pensamientos. ¿Qué decir? Tras un breve discurso del Presidente electo, se inician las preguntas. ¿La primera? Nuestro alcalde. Hace la que yo tenía preparada: la anhelada Ley Valparaíso. Fantástico; pero ahora, ¿qué pregunto yo? Las siguientes indagaciones vendrían por parte de los alcaldes de Quilpue y San Antonio. Después, hubo dos preguntas de representantes de la salud y de la educación.
Finalmente me invitan a tomar el micrófono. Aún no me sentía preparado; así, partí con un chiste. Todos se rieron. Inspirado, me lancé al vacío. Divagué un minuto sobre otras ciudades que comparten la categoría patrimonial de Valparaíso: Praga, Budapest, Estambul, San Petersburgo. Tiré algunas cifras sobre el porcentaje de la población peruana que vive en Cusco, relativo a su aporte a la economía nacional y a la imagen país. Recordé la inversión que requieren nuestros ascensores, comparado con lo poco que rentan. Reflexioné acerca de cómo Quito, capital de un país mucho más pobre que Chile, recibe un subsidio de unos 50 millones de dólares al año exclusivamente para el uso turístico y patrimonial. “Otros países entienden que ciudades de nuestra categoría compiten en las grandes ligas, y que para competir en estas ligas no se puede cargar el peso de tal inversión al municipio. Chile, al parecer, no ha entendido esto”.
Estaba desdoblado. Las 200 personas aplaudieron. El Presidente electo se vio un poco sorprendido. Se comprometió a estudiar el tema.
¿Y qué ocurrió con Filoctetes? Al fin, accedió a las súplicas. Volvió a la guerra y le dio muerte a Paris en el combate definitivo. Era su destino.
¿Y el destino de Valparaíso? Quién sabe. Solo sé que, igual a Filoctetes, algunos porteños han disfrutado de la compañía de sus heridas por demasiado tiempo.
Lehman cita el hermoso poema “Carta a una herida” de W.H. Auden: “Estás tan tranquilo estos días que me pongo nervioso. Quito tu vendaje. Estoy a salvo. Estás aún allí”. Tras 10 años de soledad, la herida de Filoctetes se había convertido en su único amigo.
Hace días, el Presidente electo se reunió con 200 personas en el Museo Lord Cochrane. Tomé un asiento atrás. Se acercó el jefe de Protocolo de la Municipalidad y me invitó a hacer una pregunta. ¿Sobre cualquier cosa? Le pregunto. “Lo que tú quieras”, contestó.
Me reubicaron en la primera fila. Empecé a ordenar mis pensamientos. ¿Qué decir? Tras un breve discurso del Presidente electo, se inician las preguntas. ¿La primera? Nuestro alcalde. Hace la que yo tenía preparada: la anhelada Ley Valparaíso. Fantástico; pero ahora, ¿qué pregunto yo? Las siguientes indagaciones vendrían por parte de los alcaldes de Quilpue y San Antonio. Después, hubo dos preguntas de representantes de la salud y de la educación.
Finalmente me invitan a tomar el micrófono. Aún no me sentía preparado; así, partí con un chiste. Todos se rieron. Inspirado, me lancé al vacío. Divagué un minuto sobre otras ciudades que comparten la categoría patrimonial de Valparaíso: Praga, Budapest, Estambul, San Petersburgo. Tiré algunas cifras sobre el porcentaje de la población peruana que vive en Cusco, relativo a su aporte a la economía nacional y a la imagen país. Recordé la inversión que requieren nuestros ascensores, comparado con lo poco que rentan. Reflexioné acerca de cómo Quito, capital de un país mucho más pobre que Chile, recibe un subsidio de unos 50 millones de dólares al año exclusivamente para el uso turístico y patrimonial. “Otros países entienden que ciudades de nuestra categoría compiten en las grandes ligas, y que para competir en estas ligas no se puede cargar el peso de tal inversión al municipio. Chile, al parecer, no ha entendido esto”.
Estaba desdoblado. Las 200 personas aplaudieron. El Presidente electo se vio un poco sorprendido. Se comprometió a estudiar el tema.
¿Y qué ocurrió con Filoctetes? Al fin, accedió a las súplicas. Volvió a la guerra y le dio muerte a Paris en el combate definitivo. Era su destino.
¿Y el destino de Valparaíso? Quién sabe. Solo sé que, igual a Filoctetes, algunos porteños han disfrutado de la compañía de sus heridas por demasiado tiempo.
domingo, 17 de enero de 2010
Un nuevo norte
El lunes en la tarde, el ex - Presidente Ricardo Lagos pareciera a punto de terminar su coloquio titulado “Valparaíso, ciudad entre dos siglos” en el Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso. Su discurso, hasta este momento, no me había deslumbrado. Durante media hora, Lagos repasó la apertura del Canal de Panamá, el impacto de la transformación del negocio marítimo a partir de los contenedores, el potencial del Puerto tras la declaración UNESCO. Ninguna novedad.
Pero el ex – Presidente tenía guardado un as bajo la manga. A las 14:25, recordó la visita de Stanford Ovshinsky a Chile. Ovshinsky, científico estadounidense, inventó la tecnología de los autos híbridos, una eminencia mundial del campo de las energías renovables. En su visita, visitó numerosas ciudades de Chile; entregó su opinión sobre la potencial solar del Atacama; y se reunió con sus pares nacionales. Al terminar su estadía, se reunió con Lagos.
“Sr. Ovshinsky”, Lagos le preguntó: “¿Ud. cree que podemos trabajar juntos con Chile?”.
“Si. Pero habría que partir con Valparaíso”, contestó el investigador.
“¿Por qué Valparaíso?” preguntó Lagos.
“Porque es una ciudad especial. Porque tiene una historia y un carácter patrimonial única. Y porque más de la mitad de los techos de la ciudad enfrentan al Norte. Valparaíso tiene una potencial espectacular para la energía solar. Por todo esto, Chile debe transformar a Valparaíso en la gran ciudad verde del hemisferio sur.”
Tras el discurso, fui a almorzar en el Bar Inglés. ¿Mi imaginación? Absolutamente prendida. Recordé numerosos talleres que había asistido cuando fui invitado a la conferencia de “Ciudades Sustentables” en Brisbane, Australia. Allí, la mayoría de los arquitectos estaban enfocados en tecnologías verdes, reciclaje de residuos, captación de aguas lluvias, muros verdes. Para estos innovadores, los techos no solamente servían para cubrir la casa. Servían para paneles solares, pero también para jardines y hortalizas orgánicas.
El próximo día fui a Santiago. El embajador de EE.UU. me había invitado a la recepción que organizaba para Arturo Valenzuela, chileno de nacimiento, y Subsecretario de Asuntos Hemisféricos del Presidente Obama. Allí, el embajador me presentó al subsecretario alabando mi trabajo en el Puerto. “¿Valparaíso?”, me dijo Arturo, sus ojos abiertos, “Valparaíso tiene el deber moral de transformarse en la primera ciudad verde de Chile.”
¿Sincronismo? No sé. Pero sentí escalofríos.
Así, hace 5 días, me mente no para. Revisito proyectos que me obsesionan hace años—el concurso de jardines, el “slow city”, una feria orgánica, la transformación del entorno del Mercado Cardinal en un barrio mayorista patrimonial y cultural (con estacionamiento y abasto subterráneo y con todos sus emporios restaurados)…
Valparaíso patrimonial. Valparaíso cultural. Valparaíso humano. Valparaíso universitario. Valparaíso turístico. Todo tendría nuevo sentido bajo el alero del proyecto Ciudad Verde.
¿Hoy? Chile elige a un Presidente. ¿Mañana? A trabajar señores.
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