Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 3 de abril de 2011

La compleja relación entre Valparaíso y Viña del Mar


Si Chile tuviera una postal urbana comparable con el puente Golden Gate, el Teatro de Opera de Sídney, o los Champs Èlysèes, puede que sea el atardecer sobre Valparaíso visto desde las Dunas de Reñaca. Se trata de una herradura de luces que abarca los 43 cerros del Puerto, enmarcando un mar turquesa donde destacan las siluetas de naves posando en la neblina. No es casualidad que se haya invertido US $2.000 MM en edificios, colegios, y complejos residenciales en este sector. 

Lo tengo claro. Hablar de “cuentas pendientes” entre Valparaíso y Viña es tema tabú. Se considera de mal gusto. Viola las buenas costumbres. En esto, tanto la Concertación como la Alianza están de acuerdo. De hecho, hace años, el discurso oficial dice que nuestras dos ciudades se llevan fantástico; que constituyen un “complemento perfecto”. Valparaíso ofrece cultura y patrimonio; Viña playas y diversión. ¿Qué más se puede pedir?

Pero la realidad, como siempre, es más compleja. De hecho, la relación entre el Puerto y la Ciudad Jardín es más parecida a la de los dos gigantes de retail, Falabella y Cencosud, que, en muchas cosas se asocian y, en otros, pelean a muerte. En cada mall de Falabella verás una Almacenes París (Cencosud). Tal asociación es común y hasta valorada. Pero no debe confundirse con filantropía. It’s just business.

De la misma manera, hay muchas áreas donde la Joya del Pacífico y su principal balneario se benefician. Pero, de allí, saltar a la conclusión que en nada compiten es, sencillamente, pecar de ingenuo o, peor, querer cerrar los ojos a la realidad.

Compiten por inversión. Compiten por infraestructura. Compiten por ofrecer a sus familias las mejores clínicas y colegios. Compiten para atraer alumnos y profesionales que se escapan de Santiago. Pero, a diferencia de los dos titanes del retail, la competencia entre Viña y Valparaíso no es una pelea justa, pues, Viña, hace 4 décadas, cuenta con un gigantesco subsidio: US $40MM anuales. En el mundo de los negocios, esto tiene nombre y apellido: competencia desigual.

La vista desde las Dunas de Reñaca no miente:  Valparaíso agrega mucho valor a Viña del Mar.  Pone renombre y mística. Su puerto y sus universidades constituyen los pilares de la economía que sustentan aquellos que viven en Los Pinos y Bosques de Montemar.

Sin embargo, ¿alegar que Viña “es pura ganancia” para Valparaíso? Más difícil. Cuando yo mando a mis hijos a colegios en Viña y Con Con, lo hago porque estos mismos colegios abandonaron el Puerto. ¿Esto ha beneficiado a Valparaíso?

Si nuestros políticos no reconocen ni remedian la competencia desigual entre las dos principales urbes de la Quinta Región, si prefieren el discurso de la avestruz, si insisten, para no romper ni el tabú ni las buenas costumbres, “que la relación entre los dos es perfecta”, Valparaíso seguirá perdiendo terreno. Esto será fatal para Valparaíso. ¿Y si muere Valparaíso?

Dígale “adiós” a la vista desde Viña del Mar.