Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 14 de marzo de 2010

Faltó el cafecito

En 2006, días antes del cambio de mando, el Presidente Lagos nos visitó en el Gato Tuerto. Tomamos un rico café conversado. Le regalé una edición de mis poemas y una copia del libro “El Sendero Bicentenario”. Tras hojear la guía, dijo, “Déjame comprar otra para Michelle. Se la voy a dejar en Cerro Castillo, para que te visite”.


Nunca me visitó.

No obstante, la ex – Presidenta entrega la piocha con un vertiginoso 84% de aprobación. 8 en 10 lectores míos la adoran. A mí, me cae muy bien. Pero tengo un dilema. Cuando me preguntan, ¿Cual fue el legado de Bachelet en Valparaíso?, no tengo respuesta.

Repasemos, un minuto, el legado de los dos presidentes anteriores:

Para mí, a Eduardo Frei (1994-2000) le faltó sensibilidad, pero hizo importantes obras de infraestructura. Licitó el acceso sur. Construyó la cárcel nueva. Y, más importante, echó adelante—contra viento y marea—una visionaria concesión portuaria. Aun así, cuando Frei hablaba sobre Valparaíso, nunca me convenció. A sus “Ejes Transversales” les falto audacia, visión. Cuando lo escuché presentarlos, tenía la sensación de que no conocía Valparaíso: su patrimonio, su gente, sus costumbres, su potencial turístico.

Lagos (2000-2006), por su parte, heredó una postulación ante la UNESCO escandalosamente “amateur”. Le dio investidura y peso de estado. Dispuso subsidios “a la medida” en MINVIU y CORFO. Así, despegó la renovación de los barrios patrimoniales e inició el boom de la inversión turística. Remodeló la Avenida Altamirano. Creó el Paseo Wheelwright. Proyectó la apertura del borde costero y la renovación de la ex – cárcel. Consiguió el crédito BID. Armó el Plan Valparaíso (ahora PRDUV). Creó el CNCA y lo instaló en la Plaza Sotomayor. Nos regaló los Carnavales Culturales y declaró Valparaíso “Capital Cultural”, entre otras cosas. Sé que muchos no le perdonan por entregar tanta obra inconclusa. Pero, para Valparaíso, Lagos fue un gran Presidente.

¿Y Michelle? Mantuvo el status quo con los subsidios MINVIU y CORFO. Y se hizo una buena inversión en los colegios. Pero se comprometió a adquirir los ascensores y prometió la reconstrucción de la Calle Serrano. No alcanzó. Bajo su mandato, el Plan Valparaíso se convirtió en “Valpo Mío”. Ahora, la PRDUV intenta renacer de las cenizas.

Felicito que se haya adjudicado el centro cultural “ex – cárcel”, (iniciado por Lagos), con un hermoso proyecto de consenso. Pero, seamos honestos: Mientras los porteños se sacaron los ojos discutiendo el proyecto Niemeyer, el liderazgo de la Presidenta brillaba por su ausencia.

El “Foro de las Culturas” podría haber sido el gran legado de Bachelet en Valparaíso. Pero, al parecer, cuando la concertación perdió la alcaldía, a la Presidenta, se le olvidó del Foro.

Aun así, le tengo gran aprecio a la Primera Presidenta de Chile. Imprimió un liderazgo cálido y muy humano. Inspiró a millones de chilenos. Solo le faltó un selló en Valparaíso. Y le faltó el cafecito, por cierto.

domingo, 7 de marzo de 2010

Cuando la tierra nos llama

Parral, pueblo natal de Pablo Neruda, no pudo con el terremoto. San Carlos, cuna de Violeta Parra, tampoco. Ni preguntes a Lebu, aquel pueblito de la desembocadura del rio del mismo nombre. Durante más de un siglo, este poblado sacrificó miles de los suyos para abastecer a Chile con carbón escarbado desde las entrañas de Lota. Allí, nació el autor de “La miseria del hombre”, nuestro Premio Cervantes, Gonzalo Rojas.

Han pasado ochos días y aun no encuentro las palabras. Hasta la metáfora me falla. Ahora, si, entiendo lo que quería decir Neruda en “Explico algunas cosas”:

Por las calles la sangre de los niños
Corría simplemente, como sangre de niños.

A veces, no hay nada más que decir.

Lo cual no quiere decir que los poetas no hayan intentado. Sobre un fenómeno telúrico, el poeta Thomas Merton (1915-1968) escribió: “Dígale a la tierra que tiembla/ dígale al trueno/ que despierte el cielo”. Y Wallace Stevens (1879-1955) aportó: “Verano se convierte en invierno, los pequeños en viejos,/ El aire impregnado de niños, estatuas, techos, y polvo que cae como la nieve”.

Cuando de escribir sobre terremotos se trata, los más prolíficos, lejos, son los poetas persianos. Están Rumí, Kabir, Hafiz, entre otros. Les siguen los poetas chinos. Allí están representados grandes como Tu Fu y Wu Wei Yi, pero también hay versos de chinos menos famosos. El terremoto de 2008 en la provincia de Sichuan, por ejemplo, mató 69 mil personas. Su postal más emotiva, la búsqueda de 600 niños atrapados bajo los escombros del colegio Juyuan, inspiró numerosos poemas en todo el mundo.

Cuando la tierra nos llama, no es fácil. Nuestro pequeño mundo da vuelta. Por una parte, sabemos que la vida nos ha regalado una oportunidad, que nuestro viaje tendrá un “antes” y “después”. ¿Pero qué hacemos con este regalo? Es la gran incógnita.

Así, en honor a Parral, San Carlos, Lebu y docenas de otros pueblos cuyos poetas el mundo no conoce y no conocerá, les dejo con la última estrofa del poema “Formas Poderosas” de la estadounidense Brenda Hillman (1951- )

Da lo mismo como lo recordaremos más adelante
la tierra que amábamos sabrá la verdad
nos quiso de vuelta, nos quiso por si misma,
con nuestras formas poderosas y nuestros anhelos íntimos,
los quiso transformar en aire y fuego pero no lo logró
el cernícalo sobrevoló un pino
La loica juntó semilla en honor a su libertad.
Cuando temblaba, el muro soltó
su cuadro. Quedó el gancho y la huella del gancho
y el clavo que colocamos en la pared,
y la memoria de haberle colocado
esto también perdurará.

viernes, 5 de marzo de 2010

Mi reino por un tomate

Estoy desesperado. No puedo encontrar un tomate. Por favor, no me digan que vaya a Limache ni al Jumbo ni al Mercado Cardenal. He ido. No hay.

He visto letreros que dicen "tomate". Debajo de estos hay algo que se ofrecen "400 x kilo" o "3 kilos x mil". Lamentablemente, estas "frutas" han sido tan genéticamente intervenidas que ya no merecen el calificativo de tomate. Son sucedáneos. Les quitaron el gen que les permite pudrirse, y, al lograr tal magna intervención, dejaron un cuerpo sin alma; algo pálido y arenoso; una "fruta" sin pulpa, sin sabor. No insultaría a las humitas de la Sra. Lorena acompañándolas de tales impostores.

Solidarizo con el científico californiano quien descubrió que era posible eliminar el gen del ablandamiento. Hasta imagino su deleite. "He descubierto un tomate capaz de sobrevivir un mes dentro de un barco sin cambiar de aspecto". ¿El problema? El momento de "ablandamiento", que da inicio al proceso de madurez, es justo cuando la fruta encuentra su sabor.

Igual, al ojo no experto, estos espejismos pintan como deliciosos.

Cuantas veces he llegado a mi casa emocionado: "es hora de preparar una ensalada caprese". Dejo sobre la mesa albahaca, queso mozzarella blanco, sal, aceite de oliva, un baguette de la "Guria" o "El Buen Gusto". Todo bien. Hasta que corto el primer "tomate". ¿Mi decepción? Inmediata e incontenible.

En EE.UU. están de moda los "orgánicos" y los "heirlooms". Los primeros han sido cultivados sin pesticidas y con procesos naturales. Está bien, pero si no puedes garantizar el origen de las semillas, da lo mismo el proceso. Los "heirlooms" son más interesantes. Son semillas cuya descendencia ha sido meticulosamente documentada. Son libres de intervención genética. Existen más de 30 razas de "heirlooms" en el mercado estadounidense—la mayoría cultivados por hippies y activistas. Así, les advierto: si, un día, mis lectores se espantan con un titular santiaguino "Gringo de Valparaíso arrestado en aeropuerto ingresando semillas para su huerta en cerro San Juan de Dios"—sabrán de lo que se trata.

El martes asistí a una degustación con micro-agricultores de la Región en la terraza del Hotel Gran Gervasoni. Había productores de quesos, hierbas, vinos orgánicos, longanizas caseras, huevos de codorniz, ajos, etc. Encuentro fascinante vincular a estos héroes del campo con nuestros héroes gastronómicos porteños. ¿El único problema? No había tomates.

Al sur oriente de Limache, en el camino a Huinganal, he visto un portón negro con un letrero que dice "tomates orgánicos". En tres ocasiones he parado para indagar. ¿Serían heirlooms originales? No hay timbre ni buzón. El letrero tampoco ofrece número telefónico. Escalo la reja, pero no veo ningún indicio de vida salvo un perro polvoriento que ladra sin cesar.

¿Cuándo volveré a mirar el atardecer sobre la iglesia Luterana con el jugo de un verdadero tomate corriendo por mi barbilla? Ayúdame, Dios. Mi reino por un tomate.