Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

sábado, 31 de enero de 2009

Desde el Rosedal


Hace unos días deambulaba por el Rosedal de Buenos Aires, un delicioso laberinto de lagunas, puentes, senderos, piletas, esculturas y, por supuesto, muchas rosas. Más de mil especies de rosas. Hacia el sur aparece el Zoológico, el Planetario y el Jardín Japonés. Hacia el norte, más parques. Me sentí iluminado. Inspirado. Liberado de mí mismo. Abrí mi cuaderno. Empecé a escribir.


“Hay que convocar a una reunión urgente con el intendente, el alcalde y una docena de personajes clave de Valparaíso. Pero no hay que reunirse en Valparaíso; hay que juntarse en el Rosedal de Buenos Aires”.

Para soñar Valparaíso hay que salir de Valparaíso; hay que quitarse el peso de décadas de frustraciones; hay que borrar de un plumazo las innumerables razones por los cuales “no se puede hacer” a, b y c. Por unos días, hay que olvidar los compromisos políticos.

Me imagino caminando el Rosedal con este distinguido grupo, tomando té verde bajo la sombra de una camelia en el Jardín Japonés; dándoles comida a los pececitos; comiendo “ravioli di zucca” en el “Guidos”; conversando sobre Valparaíso. “Amigos”, partiría, “imaginemos por un minuto que el problema no es de dinero. En Chile hay bastante dinero, tanto en el sector público como el privado. El problema es que no hay un proyecto”.

“Sé lo que están pensando. Que en Valparaíso hay docenas de proyectos. Es cierto. Pero no hay UN proyecto. No hay un proyecto que presente Valparaíso en su conjunto al país. Somos Patrimonio de la Humanidad, Capital Legislativa, Capital Cultural. Hay que mostrar al país un proyecto. Hay que decirle: ‘Aquí estará Valparaíso en 15 años más: un gran regalo desde Chile para toda la humanidad”.

Partamos. La Avenida Argentina hoy está colapsada. Un basural. Un cacho. ¿Por qué no puede transformarse en el gran “Paseo Bicentenario”, un extraordinario complejo de jardines, fuentes y esculturas de un kilómetro y medio de extensión, concebido como un regalo del Congreso Nacional para el resto del país?

Este paseo desembocaría en Puerto Barón. Puede que este último aún no convenza; pero imaginemos que sus espacios públicos (Paseo del Mar, Marina, Plaza Francia, Plaza Barón) se vincularan como un solo circuito que se conecte con el Paseo Bicentenario hacia el sur y una renovada Avenida Brasil hacia el poniente: 5 kms. de parques ininterrumpidos. Imaginemos que la nueva Plaza Francia tuviera una laguna con un jardín botánico. Otra cosa, mariposa.

Donde termina Brasil reinventamos el Barrio Cívico. Desde allí, transformamos la calle Cumming en una rambla que lleva a la ex cárcel, y desde allí impulsamos la transformación completa de la Avenida Alemania. Ahora sí. Ahora está apareciendo un proyecto.

Los gringos dicen: “Si no sabes a dónde vas, cualquier camino te sirve”. Así, les invito al Rosedal. Les invito a dejar de soñar Valparaíso en pedacitos. Armemos un proyecto de verdad. Un proyecto país. Un Valparaíso para el mundo.

sábado, 24 de enero de 2009

Juliette Morgan


Juliette Morgan nació en Montgomery, Alabama, en 1914. Hija única de una privilegiada familia sureña de siete generaciones, su padre era amigo de F. Scott Fitzgerald; su mamá, descendiente de un general del ejército confederado. Hizo un bachiller en Literatura y un magíster en Ciencias Políticas, una excepcional señorita de la alta sociedad.


Pero sufría ataques de ansiedad que le impedían conducir. Viajaba en transporte público. Allí fue testigo de la brutal humillación que sufrían los negros de Montgomery.


La historia cuenta que la lucha a favor de los derechos civiles partió el mítico 1 de diciembre de 1955, cuando Rosa Parks se negó a entregar su asiento a un blanco. El "Boicot de Montgomery" conmovería al mundo. Pero en 1939, 16 años antes, Juliette Morgan ya escribía la primera de decenas de cartas al principal diario de la ciudad. "Los negros pagan el mismo boleto que nosotros, pero el trato que reciben no sería digno ni para un burro", decía la primera. Una segunda reclamaba: "La segregación no es cristiana". Fue despedida de su trabajo.


Durante los '40 seguía escribiendo cartas. Los blancos la humillaron en las calles y arriba de los buses. Sus padres le imploraron que no continuara. Accedió y fue contratada en la biblioteca municipal.Allí mantenía un bajo perfil, pero, secretamente, trabajaba para identificar a un selecto grupo de blancos "iluminados" repartidos en la zona. En 1952 rompería su silencio con una nueva misiva al diario: "Existen miles de blancos decentes con ganas de cambiar el orden del mundo. Nuestro principal desafío es superar el miedo que nos impide hablar". El alcalde insistió en su despido. El director de la biblioteca, por deferencia a su papá, no le hizo caso, siempre y cuando “se dejara de escribir".


Pero el 12 de diciembre de 1955, once días después del inicio del boicot, publicó otra carta: "Los negros de Montgomery se han transformado en los herederos de Mahatma Ghandi. Su lucha, sin embargo, es aún más trascendente. La discriminación, la ignorancia y el odio que enfrentan son aun más terribles… Uno siente que los ojos del mundo están puestos en Montgomery. Que la historia del mundo se está escribiendo aquí… Me es imposible imaginar un alma tan muerta, un corazón tan vacío, una visión tan ciega, que no logra emocionarse con la dignidad con la cual los negros han conducido esta protesta”. Entre los lectores de esta carta había un joven predicador: Martin Luther King (MLK).


La familia Morgan recibía amenazas día y noche. Incendiaron un crucifijo delante de su casa. El 16 de julio de 1957 no aguantó más. Fue descubierta muerta, con un frasco de pastillas de dormir vacío a su lado. En una carta expresó su dolor por "haber hecho sufrir a sus padres".


En su autobiografía, MLK relata: "No habría sido posible la maduración de nuestra visión de la desobediencia civil sin violencia, si no hubiese sido por una bibliotecaria blanca". Fue Juliette Morgan quien le inspiró a apoyarse en la figura de Ghandi. El resto es historia.

domingo, 11 de enero de 2009

La culpa la tiene Chile

Imagínate que viajaras a Perú y descubrieras un Machu Picchu en estado deplorable. ¿A quién culparías? ¿A la Municipalidad de Ollantaytambo? ¿Al pueblo de Aguas Calientes?

No creo. Culparías al Perú.

De la misma manera, el actual estado de los ascensores de Valparaíso no constituye un fracaso de la ciudad de Valparaíso. La culpa la tiene el país.

Para Chile, la incapacidad de preservar 15 extraordinarios monumentos que cuelgan de las laderas del Puerto de Valparaíso no es un tema menor. Constituye uno de los mayores fracasos culturales de los cuales se tenga memoria.

Costaría $ US 10 millones para ponerlos “a punto”. Para nuestra municipalidad, que vive permanentemente al borde de la quiebra, es mucha plata. Para Chile, es nada. Es menos de lo que cuesta una grúa gantry en el Puerto. Equivale a doce días de subsidio para el Transantiago. Cuando el precio del cobre era de 3 dólares, US $10 millones entraban al fisco cada 4 horas, día y noche, 365 días del año, durante más de 2 años.

Cuando un extranjero llega a Valparaíso y encuentra el Ascensor Barón parado, el Lecheros incendiado, el San Agustín convertido en peladero, el Villaseca varado hace 4 años con sus carros colgados a medio andar, no entiende nada. ¿No es acaso este el mismo país que acaba de construir 5 mil kilómetros de carretera en 8 años? ¿No es el mismo Chile que dicta cátedra sobre cómo salir del subdesarrollo?

¡Hace 3 años Chile inauguró una autopista que pasa por debajo del Rio Mapocho! Es impresionante. ¿Me vas a decir que no se puede restaurar 15 ascensores en Valparaíso? Irrisorio. Impensable.

¿Cuál es la excusa de Chile? ¿Cómo se defiende? Culpa una municipalidad quebrada. Culpa a los privados.

Imagínate que un privado tuviera en su propiedad las ruinas de Chichén Itzá en México. Personalmente, no tengo problema, siempre que las mantuviera impecable, abiertas, y bien preservadas. Pero imagina que este mismo propietario las tiene abandonadas y cerradas al público durante 4 años. ¿Qué harías?

Fácil. Le pagas un precio justo y se las quitas. Punto.

Me encanta el sector privado. Hace maravillas. Pero, para invertir, un privado espera un buen retorno. Lamentablemente, los ascensores Florida, Monjas, Mariposas, Lecheros, San Agustín, y Villaseca, no lo ofrecen. El único retorno es el agradecimiento de los vecinos. Si el estado no interviene, morirán.

¿Mi recomendación? Que la CORFO compre los 15 ascensores. Que garantice su integridad estructural y mecánica. Una vez “salvados”, que licite a privados con proyectos culturales interesantes además de la pasión y la responsabilidad para cuidarlos. Si estos no cumplen, se les quitan y se otorgan a otro. Otra opción es lo que hace el gobierno al concesionar ciertos caminos rurales. Garantiza “un piso” de rentabilidad durante varios años.

Puede haber distintas formulas. Pero “hacer nada” no es una de ellas. ¿Dejarlos morir? Tampoco.

sábado, 3 de enero de 2009

Slow food, slow life

Diez días de vacaciones en EE.UU. bastaron para llevar una escalofriante percepción: la crisis económica viene más rápido y con más fuerza de lo que los chilenos aun dimensionan. De hecho, es el único tema que se habla, desde los pasillos de los grandes clubes de golf hasta la cola de espera en el mini-market de la bomba autoservicio. Toca a ricos y pobres. No discrimina.

No hay familia que no tenga parientes inundados hasta el cuello. Ya sea por el tema de las casas rematadas, o porque algún ser querido tenga su empresa al borde de la quiebra. Si trabajaste toda tu vida para jubilar con un monto digno, hoy tienes la mitad. Por algo ya se habla de 2009 como “el año maldito”.

Pero yo prefiero llamarlo otra cosa: el año del renacer.

Es cierto. El sueño material hace agua por todos lados. Pero que maravillosa oportunidad. Que regalo será partir de cero y replantearnos la vida. Así, ya me cambié mi “web browser”. Ahora, en vez de abrir Yahoo o Google cada vez que prenda internet, me abre www.poets.org. Basta con toparme con videos de ardillas haciendo esquí acuático o el último bochorno de Britney Spears. Ahora me despierto todos los días con un fragmento de Yeats, Rilke, Transtromer, Kinnell, o Vallejo.

Además, ya me encuentro desarrollando una lista “a lo Borges”, sino al revés. No se trata de lamentar lo no hecho, se trata de mapear la enormidad que queda por hacer. Uno, sin duda, será estudiar la vida de Carlo Petrini. Nacido en 1949 en Barolo, pueblo del Piedemonte, este italiano se hizo famoso en 1986, al fundar el movimiento internacional “comida lenta.” ¿Su mantra? La vida es más rica cuando tomamos el tiempo de saborearla. Pensé en Carlo hace unos días, tras descubrir un caballero cerca de Limache que me vendió unos tomates de verdad, estos que ya no se compran en el supermercado, donde das un mordisco y el jugo te corre por la barbilla. Busque albahaca fresca y una buena mozarela en el Cardenal. En honor a Carlo, me hice una ensalada caprese. Esto es vivir.

Otro regalo ha sido descubrir “el último discurso de Randy Pausch” en Youtube. Ha sido bajado 8.365.147 veces.

Pausch era Profesor de Informática de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, una eminencia mundial en el tema de “como crear mundos virtuales”. Basta haber sido alumno de él para que te contrataran Apple, Google, Pixar, Disney, o Dreamworks sin necesidad de entrevista.

En 2007, el maestro fue diagnosticado con 10 tumores en su hígado. Le dieron 3 meses. Las cartas tiradas sobre la mesa, Pausch informó al Rector que quisiera dictar una última clase. Este accedió, con una sola excepción: tendría que trasladarse al auditorio más grande de la universidad. Se repletó igual, pues vinieron ex – alumnos y colegas desde los 5 continentes.
La clase se llama “Como hacer tus sueños realidad”. Lo pueden encontrar en Youtube bajo “Randy Pausch Last Lecture”. Dura 1 hora 16 minutos. A mí, me ha durado mucho más.