Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 25 de julio de 2010

Zeitgeist

Aproximadamente 6 cuadras arriba de la Avenida Alemania por la calle Alquiles Ramírez, pasado la calle Progreso, pasado el pasaje “23”, acercando la cumbre del cerro San Juan de Dios, se encuentra el colegio San Tadeo. En este lugar, se marea un poco. El pendiente del cerro es fuerte. ¿El paisaje? Típico de la parte alta de nuestra ciudad. Una mezcla de viejas tomas que, con el pasar de los años, se han ido consolidando con olor a barrio. Frente al colegio, costado poniente, se abre un pequeño pasaje sin nombre. Entramos.


La vista es impresionante. Las casas emanan dignidad y esfuerzo. A la mitad, hay un boliche que vende escarolas, papas, cebollas, tomates. Pasado el almacén, el carácter del pasaje cambia. Se acaba el hormigón. Empieza el zigzagueo, los peldaños, los pasamanos, las tablas de madera atravesando el cerro. Todo improvisado con mucho cariño por los propios vecinos. Y de repente, llegamos. Vislumbramos lo que venimos a descubrir. Bodhisattva. Shangri-la. Nirvana.

Descubrimos un parque. Un hermoso parque. Hay un cauce con una cascada natural que cae de la roca del cerro, vaciándose en un pequeño edén que los mismos vecinos han transformado en un anfiteatro. Imposible que visite un lugar así sin que me caigan las lágrimas. Aparezca el urbanista frustrado que soy. “Si yo hubiera descubierto este lugar hace 12 años podría haber hecho milagros aquí”, pienso. Claro, hace 12 años, hubo un zeitgeist distinto.

Zeitgeist es alemán por “el espíritu del momento”. Explica cómo es posible que, en París, entre 1869-1885, aparecieran pintores de la talla de Monet, Cezanne, Renoir, Manet, Pisarro, y Degas. El zeitgeist es lo que el joven Bob Dylan supo aprovechar cuando llegó a Greenwich Village en 1962. Es lo que inspiró al joven John Lennon a tocar con su vecino, Paul, en Liverpool el mismo año.

Y hubo un zeitgeist en Valparaíso entre 1998-2003. Era una ventana histórica que se abrió. Y pasaron cosas increíbles. Valparaíso patrimonio de la humanidad. Valparaíso Capital Cultural. Era un tiempo místico. Se soñaba en grande.

No quiero ahondar en los factores que cerraron esta ventana. Sería otra columna. Lo importante es que, con el Foro de las Culturas, hay una linda oportunidad de abrirla de nuevo.

Para que pase esto, hay que replantear el Foro. No puede tratarse, exclusivamente, de un evento cultural que “se produce”. No basta con teatro, música, poesía, y arte. Hay que invitar a grandes pensadores. Arquitectos, urbanistas, filósofos. Hay que generar condiciones para que gente brillante venga a Valparaíso a trabajar, soñar, inspirarse, y dialogar. Y no solo hay que traerlos al Paseo Yugoslavo o Gervasoni. Hay que invitarles a lugares diversos, como el parque del pasaje frente al colegio San Tadeo.

El foro no se trata de mostrarse. Se trata de reflexionar, meditar, y salir de nuestra zona de comodidad. Se trata de capturar un relámpago en una botella. Se trata de seducir el zeitgeist de nuevo.

domingo, 11 de julio de 2010

Si Valparaíso dejara de existir

Primero, una joya. El poema, “Hombre haciendo dedo”, de Galway Kinnell (1927-):


Después de un silencio, el conductor, un vendedor
de la Compañía de Seguros Travellers en camino
a Topeka, me preguntó, “¿Qué fue eso?”
Yo, vestido en mi uniforme naval, útil
para hacer dedo aunque la guerra ya había terminado,
dije, “Parece que atropellaste a un hombre.”
De hecho lo sabía. Su cara redonda se abrió
con sorpresa mientras rebotaba contra
el parachoques. Me miró desde la oscuridad.
“¿Por qué no dijiste algo?”. El vendedor dio un frenazo.
“Pensé que lo habías visto”, le dije.
No sé por qué, pero sé me ocurrió
que habría sido capaz de acompañar a este hombre
todo el camino hasta Topeka
sin haberlo mencionado.
Abrió su puerta y miró para atrás.
Yo hice lo mismo. Atrás, tirado sobre una berma,
bajo el brillo de un viejo farol, lucía un cuerpo.
Otro hombre lo revisaba. Por un instante,
era yo, en otra época, doblado sobre
el cuerpo de mi padre. El hombre se paró
y gritó: “Olvídenlo. A este le atropellan
a cada rato”. Era un borracho.
Qué alivio. Todo el resto del camino,
hasta el amanecer sobre Kansas,
nadie dijo siquiera una palabra, hasta que
el vendedor me dejó en mi puerta.
“Gracias”, le dije.
“De nada”.

Una obra maestra. Tiene oficio, drama, humor, sorpresa, riesgo, y vulnerabilidad. Hace tiempo que no lo leía. Pero el jueves lo necesitaba. Miraba el Cementerio No. 1 desde mi oficina., pensando en los grandes personajes enterrados allí. Detrás, el torreón de la Iglesia Luterana con su crucifijo de bronce, que, justo en este momento, portaba un pájaro de plumaje desconocido. A su izquierda, el rascacielos más imponente del casco histórico: la araucaria del Instituto de Música de la PUCV. Sobre mi escritorio, un reportaje: las revelaciones del caso fraude al fisco.

El poema se trata, entre otras cosas, de silencios cómplices. Como los seres humanos reaccionamos cuando nadie nos está mirando. No emite juicios. En el caso GORE, dejemos esto a la auditoría y los tribunales. Sin embargo, me pregunto si hombres educados se levantan, de un día para otro, y deciden, “Voy a ser un delincuente”. Intuyo que el proceso sea más sutil, el resultado de un largo proceso de ambiciones frustradas y sueños pisoteados.

Y no es el único caso. Desde los años ’90, hemos visto como la Municipalidad de Valparaíso se convertía en una caja de favores. “¿Tu hijo necesita un trabajo? Haré lo que pueda. Gracias por tu voto”. Como herencia a estos años de silencios cómplices, nuestro alcalde actual recibió un municipio que emplea 1200 personas.

No basta con indignarse con estos hechos. Todos hemos tomado atajos cuando nadie nos mira. Si queremos que Valparaíso se levante, si queremos dejar de ser la capital de la sinvergüencería, si queremos estar a la altura de los grandes personajes del cementerio, hay que partir por dentro.

domingo, 20 de junio de 2010

Ciudad de sufrimiento

Tras varios años escondiendo lo obvio, me siento obligado a confesar mi secreto mejor guardado.

Soy fanático del golf. A través de este deporte voy aprendiendo mejor como manejar mis emociones. Junto con dicha revelación, debo mencionar mi agradecimiento para aquellos socios asiduos del Club de Campo Granadilla, quienes, habiendo sido testigos, en incontables ocasiones, del deplorable escándalo del “gringo” tirando sus palos y gritando al cielo, han conspirado entre si para mantener tales pataletas en secreto. Saben que aun perdura, en ciertos círculos, una imagen positiva de quien escribe como hombre serio, sabio, tranquilo, y contemplativo.

“No sufras tanto, Todd”, me han dicho una y otra vez. “Es solo un juego”. Pero no puedo dejar de sufrir. Es que ellos son Viñamarinos. Yo soy porteño.

El sufrimiento es parte integral de la experiencia porteña. Y no me refiero, exclusivamente, a los más de 450 años de terremotos, temporales, incendios, aluviones, socavones, bombardeos, plagas y explosiones que nos han asediado. Me refiero a las décadas de abandono y el fatalismo que este ha engendrado. Me refiero a la ilusión que, de repente, sentimos y que nos quitan a cada rato. Me refiero a los proyectos que presidente tras presidente anuncia sin que aparezca ninguno. Me refiero a los 30 años que hay que aguantar, en promedio, entre títulos del Wanderito.

Sufrimiento es lo que muchos sintieron tras el cierre del Café Vienes, el Riquet, el Emporio Echaurren. Es el frío que trae el viento norte. Es la lluvia que nos envuelve mientras el agua corre cerro abajo. Es el vacio que nos provoca descubrir que la casa donde pololearon nuestros abuelos haya sido demolida para construir un edificio. Es la sombra reflejada en la cara del bombero desfilando debajo de su antorcha.

Todo esto está en nuestro ADN. Nos da carácter. Identidad. Me gusta que sea así. No lo cambio por nada.

Mientras la mayoría de las ciudades modernas optan por el modelo yanqui del “ocio y el esparcimiento”, Valparaíso sigue siendo el auténtico pueblo idóneo para trabajar, contemplar, amar, y llorar. El carácter del porteño tiene su origen en el esfuerzo: nuestra permanente guerra contra la gravedad, y el espíritu de solidaridad que esto nos inspira.

Viña del Mar, por su parte, es una típica ciudad “gringa” dedicada al tiempo libre. Su maravillosa cancha de golf, (una de las 10 mejores de Sudamérica, por si acaso), es un verdadero paraíso. La seguiré visitando. Y les pido disculpas a mis amigos golfistas si, de repente, contamino su silencio con mis agónicos gritos que perturban los pinos y espantan a las loicas mientras cantan su opera prima al aire. Grito. Celebro. Reclamo. Sufro. Gozo. Soy porteño. Soy así.

domingo, 23 de mayo de 2010

Chile contra Chile

En 1994, para conmemorar el éxito de "Il Postino", el estudio Miramax editó un disco con Glenn Close, Julia Roberts, Madonna, Samuel L. Jackson, y Willem Dafoe recitando, cada uno, su poema favorito de Pablo Neruda.

Muy lindo. Nuestro vate ha sido traducido en más de 20 idiomas. Sus versos han inspirado piezas de jazz, blues, folk y lírica. Lo estudian en más de 5 mil universidades en unos 200 países. Si vas a EE.UU. y preguntas a los últimos 30 ganadores del Premio Pulitzer en Poesía, más de la mitad nombrarían al autor del "Canto General" entre sus influencias.

Un gringo que quiere leer "20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada" en inglés puede escoger entre seis traducciones distintas. Todas han agotado su primera edición y varias van en la quinta para arriba. Si prefieres "Obras Elementales" o "Residencia en la Tierra" el fenómeno se repite. Según Alistair Reid: "Neruda es el poeta más leído desde Shakespeare". Cada año, miles de peregrinos extranjeros ingresan al país exclusivamente para contemplar, tocar, oler y respirar a su poeta favorito. Muchos chilenos aún se niegan a verlo, pero el hijo de Parral inspira una devoción mundial reservada para figuras de la talla de Cervantes, Chaucer, Whitman, Rilke y Yeats.

Todo lo cual explica mi desesperación al pensar en los 44 honorables que derrotaron una de las grandes ideas de nuestros tiempos: la de rebautizar la principal entrada a Chile "Aeropuerto Internacional Pablo Neruda".

"Pablo Neruda" y "Valparaíso" son dos de las marcas más importantes que tiene Chile. Si agregas valor a estas marcas, enalteces la imagen del país. Fomentas nuestra universalidad. Chile crece. Por dentro y por fuera.

Lamentablemente, cada vez que alguien se atreve, aparece el tiro por la culata. La mitad de Chile lo sabotea.

Sencillamente, no lo entiendo. ¿Por el bien de tu país, cómo no vas a poder ver más allá de tus viejas rencillas? Les juro, cada vez que escucho el siútico argumento que "a Neruda le dieron el Nobel sólo porque era comunista", rezo por el alma de este país que tanto quiero.

Veamos el caso de nuestra otra gran marca: Valparaíso. Hace 12 años, un 90% de los chilenos no nos habría visitado aun si les pagaras el viaje.

12 años después, la única ciudad chilena protegida en la misma lista con Praga, Venecia, Budapest, y Cuzco, está de moda. Ahora sí, miles de chilenos vienen a pasear. Sin embargo, cada vez que uno de estos declara su amor al Puerto, en seguida aparece el "pero". Pero la basura. Pero los hoyos. Pero los porteños. Pero los perros.

Olvidémonos por un momento, de la obviedad de que Chile, si quisiera, podría invertir en Valparaíso para que estuviera a la altura de su investidura. El punto es otro. El punto es que una parte importante de Chile no quiere. Una parte importante preferiría no celebrar ni a Pablo Neruda ni a Valparaíso.

Así lo ve este extranjero que vino a Chile por Neruda, que se quedó por Valparaíso.

jueves, 6 de mayo de 2010

Tom's Burned-Down Café

Como alumno de la U. de Minnesota, solía escapar a la isla Madeline. Este pequeño islote sirve como puerta de entrada del Parque Nacional "Archipiélago Islas Apostales", en el Lago Superior, tres horas al norte de Minneapolis. Su pueblo está constituido de tres calles pobladas por artistas, pescadores, y granjeros. Como el parque nacional es cotizado por practicantes de vela y kayak, hay una pequeña marina y un terminal para el barquito que transporta los habitantes al continente.

Durante mis primeros veranos en la isla, frecuentaba a "Tom´s Café", un boliche lleno de curiosos adornos estilo "J.Cruz". En Tom’s se reunían las principales figuras de la fauna artística de la isla. Pero en 1990, una amiga me contó algo terrible. Tom´s se había incendiado.

El verano siguiente volví a la isla. Bajé del barquito. En el camino a mi hospedaje, me topé con una sorpresa. Efectivamente, donde una vez estaba Tom’s ya había sólo un casco carbonizado. Pero, al lado, había una docena de mesas al aire libre. Tirado entre las mesas, se encontraban todos los curiosos adornos rescatados del incendio: letreros de neón, botellas, instrumentos musicales, bancas de madera con miles de nombres tallados con cuchillo. Para entrar, había que pasar una reja de madera. Sobre la madera colgaban dos letreros escritos a mano. El primero decía "Tom’s Burn Down Café" (El café incendiado de Tom). ¿El otro? "Abierto". Estaba repleto.

Todo el verano las mesas estuvieron copadas. ¿La onda? Increíble. Sin saberlo, Tom había transformado su desastre en un golpe de marketing. 20 años después, "Tom’s Burned Down Café" sigue igual. Es grito y plata. Es legendario. Tom ha agregado un centro cultural que recibe importantes escritores nacionales. Tocan legendarios músicos de blues de Chicago.

Pensé en Tom hace unos días, mientras caminaba desde el cerro Santo Domingo hasta Prat por calle Serrano. Allí, frente a la panadería del mismo nombre, me detuve. "Esta calle", pensé, "aún con su sitio eriazo y su casco incendiado, es hermosa". Me enamoré de ella por enésima vez.

Hace tiempo, un centenar de personajes se congregó en el Centro de Estudios de Desarrollo Urbano Contemporáneo (DUC) para discutir el futuro de esta transcendental artería. Expusieron representantes de cuatro universidades, la IMV, ICOMOS, y el Consejo de Monumentos.

¿Mi conclusión? Esta calle inspira grandes pasiones. Sin embargo, sin desmerecer la urgencia de contar con una solución urbana definitiva, me pregunto: ¿No sería posible buscar un destino tipo "Tom’s" mientras?

¿Por qué no dedicar el último viernes del mes para montar allí, en plena calle, una gran exposición de artistas porteños? Otro día se podría montar una feria de productos orgánicos elaborados por agricultores regionales. De a poco llegarían hordas de personas que, hoy día, sólo conocen el lugar por sus titulares tristes. Descubrirían un lugar chispeante, lleno de vida. Allí, entre las cenizas, aparecería un futuro diferente, deslumbrante.

lunes, 26 de abril de 2010

No todos los días se recibe un regalo como este

En 1869, Federico Santa María asistió a un remate junto con su socio, Jorge Ross. Tenía 24 años. ¿El objeto del remate? Un predio de 894 hectáreas ubicado hacia el norte del faro Punta Ángeles. Se trataba de un hermoso bosque de peumos, eucaliptus y matorrales; bordeado por inmensos acantilados; poblado por lagartos y conejos; sobrevolado por peucos. Los jóvenes se lo adjudicaron.

En los años siguientes, el empresario agregaría otros paños aledaños, sumando 1.400 hectáreas desde la Quebrada "Los Lúcumos" hasta la playa de Laguna Verde.

Después, F.S.M. se instalaría en París. Su olfato empresarial lo convertiría en uno de los empresarios azucareros más importantes del mundo. Pero, tras la irrupción de la primera guerra mundial, este gran porteño se retiró de los negocios.

En 1915, cinco años antes de redactar el testamento que daría vida a la UTFSM, Federico Santa María redactó otro testamento. En él, acordó donar la totalidad de sus 1.400 hectáreas, bajo el nombre Fundo Quebrada Verde, a la "Junta de Beneficencia de la Ciudad de Valparaíso". ¿El propósito? Crear un gran parque para la Joya del Pacífico. Según el testamento: "Que este parque se convierta en un verdadero bosque, a semejanza de las grandes ciudades de Europa."

Durante décadas, más de la mitad del predio se perdió por urbanizaciones formales e informales. ¿Lo que quedaba? Era un cacho. Su administración fue traspasada, una y otra vez, desde distintos estamentos municipales y estatales, recayendo, finalmente, en Fonasa.

A estas alturas, casi nadie sabía el origen del fundo. Muchos menos recordaban el deseo del benefactor.

Pero hace dos años llegó una noticia que pasó completamente desapercibida. Fonasa daría cumplimiento, por fin, al deseo de Federico Santa María. 93 años después de su testamento, se crearía en el Fundo Quebrada Verde, un gran parque para Valparaíso.

Hace unos días, mis hijos y yo fuimos a explorarlo. Es maravilloso. Sé que en Chile no se acostumbra a pensar en el largo plazo. Así, muchos llegarán al nuevo parque y lo "pelarán". Criticarán que quedan muchas zonas baldías. Dirán que el proyecto para crear tres lagunas no ha sido bien logrado.

¿Pero cuántos años se demoraron en madurar el Central Park de Manhattan, el Royal Botanical Garden de Sydney o el Boston Common? Aproximadamente medio siglo cada uno. Así, hay que visitar nuestro nuevo parque con otra actitud. Hay que gozar su exuberante naturaleza, por cierto. Pero más importante, hay que soñar el regalo que podemos sembrar allí para futuras generaciones.

En primer lugar, los porteños debemos asumir la propiedad del predio. Hasta ahora no lo hemos hecho. Hay que aprender su historia. Hay que descubrir su flora y fauna. Es más, los colegios municipales deben participar. Que hagan visitas guiadas, que adopten espacios, que siembren jardines, que ayuden a hacer senderos. Que nuestros empresarios donen plantas y árboles maduros.

No todos los días se recibe un regalo como este.

domingo, 18 de abril de 2010

El más rico del cementerio

Según Lao Tsé: “Quien habla no sabe. Quien sabe no habla”.

Hoy día, al reflexionar sobre lo anterior, pienso en mi “Tío Steve”, el papá del mejor amigo de mi niñez en Milwaukee.

Se trata de una de las familias más poderosas de nuestro estado. El teatro municipal de Milwaukee fue construido gracias a una donación de mi “Tío Steve”. El mismo donó un anfiteatro al aire libre para 40 mil personas al costado de Lago Michigan. Hace 15 años, cuando el Museo de Bellas Artes de Milwaukee necesitaba expandirse, mi tío juntó un grupo de sus pares empresarios y les habló: “Todos tenemos más de lo que necesitamos para ser felices. Tenemos garantizado la seguridad de nuestros hijos y nietos. No ganamos nada con ser el más rico del cementerio. Es el momento de devolverle la mano a nuestra comunidad”.

Se demoró 8 años en terminar la obra. Pero el nuevo edificio, “el pájaro de cristal” diseñado por Santiago Calatrava, se ha convertido en uno de los íconos arquitectónicos más importantes de EE.UU.

Mi tío Steve me marcó no solo por su generosidad, sino por su manera de ser. Entendió perfectamente bien el peso que llevaba su apellido en Milwaukee. Pero no quería que sus hijos fueron ni “creídos” ni arrogantes. El “tío” es austero, sencillo, agradecido, alegre.

Volvemos a Lao Tsé. Volvemos a Chile.

En 1960, el joven Ricardo Lagos Escobar se tituló de la Universidad de Chile gracias a su proyecto de título: “La Concentración del Poder Económico”. La obra concluyó lo siguiente: En la historia económica de Chile (1810-1960), los apellidos de las familias ricas suelen repetirse.

50 años después, vale la pena revisitar tal hipótesis, pues, en los últimos años, el mundo empresarial chileno ha experimentado una renovación espectacular. Hoy en día, más de la mitad—casi dos tercios—de las familias más ricas de Chile tienen menos de 3 generaciones.

En Chile, los ricos de hoy no son los ricos de antaño.

¿Qué importancia tiene esto? Mucha. Pues, los estudios indican que las fortunas nuevas tienen un perfil sicológico distinto de él de las fortunas viejas. Son más agradecidos. Menos prepotentes. Más filantrópicos. Más comprometidos. Basta pensar en Warren Buffet o Bill Gates. No es una casualidad que nuestro flamante presidente sea poseedor de una fortuna de primera generación.

La historia de Valparaíso confirma tal hipótesis. Según el estudio “La historia filantrópica de Chile”, publicado por la Fundación Pro Humana en 1999, 8 de las 10 donaciones más importantes de la historia de Chile ocurrieron en Valparaíso. ¿Los donantes? Las familias Ross, Edwards, Brown, Santa María, y Van Buren. Todos inmigrantes. Todos construyeron su fortuna en el momento de su máxima generosidad.

Así, ¿Nos encontramos, hoy día, ad portas a una nueva época dorada para la filantropía chilena?

Tal vez. Pero habrá que hablar menos y hacer más. La riqueza, “va por dentro” decía Lao Tsé, hombre recordado con una placa humilde, austera, visitado por multitudes.

domingo, 4 de abril de 2010

Tertulia frente a los raviolis

Jueves en la tarde en un concurrido supermercado porteño. Inicio mi travesía en la sección de frutas y verduras. Selecciono unos kiwis que pretendo desayunar el próximo día cuando me despierte en la playa. De repente capto, de reojo, una silueta de un hombre conocido descifrando meticulosamente las virtudes de una escarola: Don Andrés Cáceres, director del departamento de literatura en la Facultad de Humanidades de la UPLA. “¿Qué tal Todd? ¿Todo bien? Es bueno saber que no soy el único hombre encargado de los labores domésticas” bromea.


Un par de pasillos más adelante, busco una salsa pesto para preparar mi vinagreta favorita. Allí, frente a los aceitunas verdes, me saluda un caballero con su señora e hijo con camiseta del Wanderers. “Extrañamos su columna el domingo pasado”, me dice. “Mi señora, no”, le digo. Más adelante, me vuelvo a topar con don Andrés. Le pregunto cuantas veces más nos volveremos a saludar antes de llegar al pasillo de los panes y quesos.

En el pasillo de las pastas, me saluda otra señora, diminuta, poderosa. “Me llamo Laura”, se presenta. “¿Le puedo robar un par de minutos? No creo que tenga otra oportunidad de hacerlo.”

“Aproveche”, le digo.

“En la calle Pedro Montt laboran unos costureros antiguos—estos mismos que casi no quedan en ninguna parte—y se encuentran trabajando con una precariedad impresionante. El edificio donde trabajan estaba a punto de caer ya antes del terremoto. Así, ahora, imagínate. En cualquier momento se quedarán absolutamente abandonados a su suerte”.

Se me ocurre que Laura asume que tengo alguna injerencia sobre estos asuntos. Contemplo si vale la pena o no romper su ilusión: en mi casa nadie me pesca, ni siquiera mi gato.

Justo en estos momentos, pasa por delante de nosotros la directora regional de Sernatur. Después de los besos “a la chilena” en las mejillas correspondientes, la autoridad sigue adelante empujando su carro mientras Laura continua su tertulia frente a los raviolis como si nada pasara.

“En la calle Edwards hay un destartalado edificio,” me dice, “En el tercer piso tiene unos ángeles de mármol preciosos. Están absolutamente botados. Nadie hace nada.”

“Mi punto señor Temkin es lo siguiente: Ud. siempre escribe sobre lo bonito. Lo hace muy bien. Tengo varias columnas suyas recortadas. Pero creo que hace falta que Ud. escriba sobre algo malo de Valparaíso.”

Le prometí que escribiría algo feo tan pronto me fuera posible. Y me despedí, topándome una vez más con Andrés al lado de los vinos.

De hecho, hay cosas atroces en el Pancho, pensé, mientras me escondí, esperando que nadie me viera, en el pasillo de las papas fritas. Estuve allí para buscar mi nuevo vicio—una marca de nachos mexicanos que vienen con sabor a ají y limón verde. Me pilló “in fraganti” la directora de Sernatur.

Jueves en la tarde en un concurrido supermercado porteño. Mármoles y costureros. Kiwis y escarolas. Conversaciones de pasillo. Vivencias transcendentales.

domingo, 14 de marzo de 2010

Faltó el cafecito

En 2006, días antes del cambio de mando, el Presidente Lagos nos visitó en el Gato Tuerto. Tomamos un rico café conversado. Le regalé una edición de mis poemas y una copia del libro “El Sendero Bicentenario”. Tras hojear la guía, dijo, “Déjame comprar otra para Michelle. Se la voy a dejar en Cerro Castillo, para que te visite”.


Nunca me visitó.

No obstante, la ex – Presidenta entrega la piocha con un vertiginoso 84% de aprobación. 8 en 10 lectores míos la adoran. A mí, me cae muy bien. Pero tengo un dilema. Cuando me preguntan, ¿Cual fue el legado de Bachelet en Valparaíso?, no tengo respuesta.

Repasemos, un minuto, el legado de los dos presidentes anteriores:

Para mí, a Eduardo Frei (1994-2000) le faltó sensibilidad, pero hizo importantes obras de infraestructura. Licitó el acceso sur. Construyó la cárcel nueva. Y, más importante, echó adelante—contra viento y marea—una visionaria concesión portuaria. Aun así, cuando Frei hablaba sobre Valparaíso, nunca me convenció. A sus “Ejes Transversales” les falto audacia, visión. Cuando lo escuché presentarlos, tenía la sensación de que no conocía Valparaíso: su patrimonio, su gente, sus costumbres, su potencial turístico.

Lagos (2000-2006), por su parte, heredó una postulación ante la UNESCO escandalosamente “amateur”. Le dio investidura y peso de estado. Dispuso subsidios “a la medida” en MINVIU y CORFO. Así, despegó la renovación de los barrios patrimoniales e inició el boom de la inversión turística. Remodeló la Avenida Altamirano. Creó el Paseo Wheelwright. Proyectó la apertura del borde costero y la renovación de la ex – cárcel. Consiguió el crédito BID. Armó el Plan Valparaíso (ahora PRDUV). Creó el CNCA y lo instaló en la Plaza Sotomayor. Nos regaló los Carnavales Culturales y declaró Valparaíso “Capital Cultural”, entre otras cosas. Sé que muchos no le perdonan por entregar tanta obra inconclusa. Pero, para Valparaíso, Lagos fue un gran Presidente.

¿Y Michelle? Mantuvo el status quo con los subsidios MINVIU y CORFO. Y se hizo una buena inversión en los colegios. Pero se comprometió a adquirir los ascensores y prometió la reconstrucción de la Calle Serrano. No alcanzó. Bajo su mandato, el Plan Valparaíso se convirtió en “Valpo Mío”. Ahora, la PRDUV intenta renacer de las cenizas.

Felicito que se haya adjudicado el centro cultural “ex – cárcel”, (iniciado por Lagos), con un hermoso proyecto de consenso. Pero, seamos honestos: Mientras los porteños se sacaron los ojos discutiendo el proyecto Niemeyer, el liderazgo de la Presidenta brillaba por su ausencia.

El “Foro de las Culturas” podría haber sido el gran legado de Bachelet en Valparaíso. Pero, al parecer, cuando la concertación perdió la alcaldía, a la Presidenta, se le olvidó del Foro.

Aun así, le tengo gran aprecio a la Primera Presidenta de Chile. Imprimió un liderazgo cálido y muy humano. Inspiró a millones de chilenos. Solo le faltó un selló en Valparaíso. Y le faltó el cafecito, por cierto.

domingo, 7 de marzo de 2010

Cuando la tierra nos llama

Parral, pueblo natal de Pablo Neruda, no pudo con el terremoto. San Carlos, cuna de Violeta Parra, tampoco. Ni preguntes a Lebu, aquel pueblito de la desembocadura del rio del mismo nombre. Durante más de un siglo, este poblado sacrificó miles de los suyos para abastecer a Chile con carbón escarbado desde las entrañas de Lota. Allí, nació el autor de “La miseria del hombre”, nuestro Premio Cervantes, Gonzalo Rojas.

Han pasado ochos días y aun no encuentro las palabras. Hasta la metáfora me falla. Ahora, si, entiendo lo que quería decir Neruda en “Explico algunas cosas”:

Por las calles la sangre de los niños
Corría simplemente, como sangre de niños.

A veces, no hay nada más que decir.

Lo cual no quiere decir que los poetas no hayan intentado. Sobre un fenómeno telúrico, el poeta Thomas Merton (1915-1968) escribió: “Dígale a la tierra que tiembla/ dígale al trueno/ que despierte el cielo”. Y Wallace Stevens (1879-1955) aportó: “Verano se convierte en invierno, los pequeños en viejos,/ El aire impregnado de niños, estatuas, techos, y polvo que cae como la nieve”.

Cuando de escribir sobre terremotos se trata, los más prolíficos, lejos, son los poetas persianos. Están Rumí, Kabir, Hafiz, entre otros. Les siguen los poetas chinos. Allí están representados grandes como Tu Fu y Wu Wei Yi, pero también hay versos de chinos menos famosos. El terremoto de 2008 en la provincia de Sichuan, por ejemplo, mató 69 mil personas. Su postal más emotiva, la búsqueda de 600 niños atrapados bajo los escombros del colegio Juyuan, inspiró numerosos poemas en todo el mundo.

Cuando la tierra nos llama, no es fácil. Nuestro pequeño mundo da vuelta. Por una parte, sabemos que la vida nos ha regalado una oportunidad, que nuestro viaje tendrá un “antes” y “después”. ¿Pero qué hacemos con este regalo? Es la gran incógnita.

Así, en honor a Parral, San Carlos, Lebu y docenas de otros pueblos cuyos poetas el mundo no conoce y no conocerá, les dejo con la última estrofa del poema “Formas Poderosas” de la estadounidense Brenda Hillman (1951- )

Da lo mismo como lo recordaremos más adelante
la tierra que amábamos sabrá la verdad
nos quiso de vuelta, nos quiso por si misma,
con nuestras formas poderosas y nuestros anhelos íntimos,
los quiso transformar en aire y fuego pero no lo logró
el cernícalo sobrevoló un pino
La loica juntó semilla en honor a su libertad.
Cuando temblaba, el muro soltó
su cuadro. Quedó el gancho y la huella del gancho
y el clavo que colocamos en la pared,
y la memoria de haberle colocado
esto también perdurará.