Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 3 de abril de 2011

La compleja relación entre Valparaíso y Viña del Mar


Si Chile tuviera una postal urbana comparable con el puente Golden Gate, el Teatro de Opera de Sídney, o los Champs Èlysèes, puede que sea el atardecer sobre Valparaíso visto desde las Dunas de Reñaca. Se trata de una herradura de luces que abarca los 43 cerros del Puerto, enmarcando un mar turquesa donde destacan las siluetas de naves posando en la neblina. No es casualidad que se haya invertido US $2.000 MM en edificios, colegios, y complejos residenciales en este sector. 

Lo tengo claro. Hablar de “cuentas pendientes” entre Valparaíso y Viña es tema tabú. Se considera de mal gusto. Viola las buenas costumbres. En esto, tanto la Concertación como la Alianza están de acuerdo. De hecho, hace años, el discurso oficial dice que nuestras dos ciudades se llevan fantástico; que constituyen un “complemento perfecto”. Valparaíso ofrece cultura y patrimonio; Viña playas y diversión. ¿Qué más se puede pedir?

Pero la realidad, como siempre, es más compleja. De hecho, la relación entre el Puerto y la Ciudad Jardín es más parecida a la de los dos gigantes de retail, Falabella y Cencosud, que, en muchas cosas se asocian y, en otros, pelean a muerte. En cada mall de Falabella verás una Almacenes París (Cencosud). Tal asociación es común y hasta valorada. Pero no debe confundirse con filantropía. It’s just business.

De la misma manera, hay muchas áreas donde la Joya del Pacífico y su principal balneario se benefician. Pero, de allí, saltar a la conclusión que en nada compiten es, sencillamente, pecar de ingenuo o, peor, querer cerrar los ojos a la realidad.

Compiten por inversión. Compiten por infraestructura. Compiten por ofrecer a sus familias las mejores clínicas y colegios. Compiten para atraer alumnos y profesionales que se escapan de Santiago. Pero, a diferencia de los dos titanes del retail, la competencia entre Viña y Valparaíso no es una pelea justa, pues, Viña, hace 4 décadas, cuenta con un gigantesco subsidio: US $40MM anuales. En el mundo de los negocios, esto tiene nombre y apellido: competencia desigual.

La vista desde las Dunas de Reñaca no miente:  Valparaíso agrega mucho valor a Viña del Mar.  Pone renombre y mística. Su puerto y sus universidades constituyen los pilares de la economía que sustentan aquellos que viven en Los Pinos y Bosques de Montemar.

Sin embargo, ¿alegar que Viña “es pura ganancia” para Valparaíso? Más difícil. Cuando yo mando a mis hijos a colegios en Viña y Con Con, lo hago porque estos mismos colegios abandonaron el Puerto. ¿Esto ha beneficiado a Valparaíso?

Si nuestros políticos no reconocen ni remedian la competencia desigual entre las dos principales urbes de la Quinta Región, si prefieren el discurso de la avestruz, si insisten, para no romper ni el tabú ni las buenas costumbres, “que la relación entre los dos es perfecta”, Valparaíso seguirá perdiendo terreno. Esto será fatal para Valparaíso. ¿Y si muere Valparaíso?

Dígale “adiós” a la vista desde Viña del Mar.

domingo, 13 de marzo de 2011

Esperando el tsunami desde Valparaíso


Por un día, se lo llevó don Miljenko Parserisas,  aquel flechado vendedor de diarios que deambula los innumerables recovecos del Puerto ostentando la imponente marca mundial de “mayor cantidad de tatuajes de Julia Roberts distribuido por el cuerpo”.  Superó a Pablo Neruda,  Rubén Darío, Joaquín Edwards Bello, Salvador Allende y Augusto Pinochet como el porteño más buscado del mundo en Google.

Los 70 mil menciones que devuelve el mítico algoritmo al deletrear el nombre de nuestro ambulante ilustre ya asombran. No obstante, el logro crece al considerar la nula posibilidad de otra persona que comparte el nombre Miljenko Parserisas.

Aquella hazaña contrasta con otras menciones de nuestro Puerto que han dado vuelta del orbe en estos días. Por ejemplo,  un espectacular video del escalofriante bajada de uno de los corredores de la carrera “Valparaíso Cerro Abajo” fue subido a la red por un reportero del Los Angeles Times. Generó furor mundial bajo el título “Experience a Chilean Thrill Ride”.  Se los recomiendo.

Además, nuestra ciudad fue incluida, por segundo año consecutivo, en un reportaje del Huffington Post sobre las ciudades más coloridas del mundo. Esta vez,  aparecimos en el puesto número 10, después del Salvador de Bahía. El artículo invita a participar enviando imágenes y diapositivas. Así, si algún asiduo lector se pusiera las pilas y les enviara más fotos, no sería descabellado que Valparaíso subiera un par de puestos el próximo año.

Pienso en estas y otras nimiedades mientras acaricio mi gato y contemplo el espectáculo de 11 naves , entre ellos un hermoso crucero,  que se han colocado a altamar a la espera de un tsunami en Valparaíso.

Nuestra ciudad no es la única que sufre desastres, por cierto. Sin embargo, por razones que desconozco,  somos de los pocos que crecemos en estatura al aproximarse dichos fenómenos. A nivel mundial, el mito de Valparaíso es sinónimo del sufrimiento.

¿Cuanta ayuda , tanto material como inmaterial, llegó desde Europa tras nuestro terremoto de 1906? Un tsunami de inmigrantes, entre ellos los arquitectos italianos Barrison y Schiavon, llegaron a reconstruir el Puerto.  El Valparaíso de hoy sería impensable sin ellos.  En este y otros desastres, como el del Tranque Mena, la Calle Serrano o el cerro La Cruz, la dignidad humana de Valparaiso ha sido excavada, una y otra vez, por las  garras de la catástrofe.

Así, durante unas horas del viernes, miles de niños y abuelitos porteños se juntaron en la parte alta del Puerto observando las 11 naves y preguntándose si serían protagonistas en otro capítulo más de los 5 siglos de sufrimiento de Valparaíso.

Pero, esta vez, no llegó a mayores. Volvemos a la normalidad. Volvemos a nuestras casas coloridas y nuestros ciclistas furiosos. Volvemos a los 82 tatuajes de Julia Roberts que adornan el cuerpo de don Miljenko. Gozamos, aunque sea solo por hoy, haber salido ilesos del mito. Gozamos, hoy, nuestro frágil humanidad.

domingo, 6 de marzo de 2011

Pauta para el 21 de Mayo


“Todo es posible”, me decía el personaje. “Queremos soñar en grande”. Era el año 2000. ¿El personaje? Iván Valenzuela, asesor presidencial de Ricardo Lagos (RLE). 

Aprovechando la ventana de la postulación del Puerto ante la UNESCO, el Presidente Lagos había encomendado al ex gerente de Codelco su sueño más querido: gerenciar la transformación total de la Joya del Pacífico.

Bajo el nombre “Plan Valparaíso”, Iván tenía a su disposición un directorio de lujo: varios ministros y subsecretarias liderado por el todopoderoso José Miguel Insulza.

¿El resultado? La 4ta etapa de Merval, la restauración de la Avenida Altamirano, el Paseo Wheelwright, la apertura del Muelle Barón, la creación de CNCA, y el inicio del proceso de la ex – Cárcel. Pero lo más importante serían el crédito BID y  de 2 subsidios especiales: El primero, de MINVIU, transformaría destartaladas casonas señoriales en loft. La segunda, de CORFO, promovería la llegada de US 200 millones de inversión hotelera y gastronómica.

El Plan Valparaíso diseñado por Lagos era tan contundente que su sucesora optó por descansar. Con la excepción de hacer cumplir el viejo testamento de Federico Santa María en el parque Quebrada Verde, Michelle Bachelet no ofreció ninguna innovación de peso para transformar nuestro Puerto en una ciudad patrimonial, cultural, y turística de vanguardia internacional.   

Así, no fue ninguna sorpresa que, tras 4 años de “status quo”, los porteños dejaron de lado sus prejuicios y votaron por un Presidente de centro derecha.  

Pero seamos honestos: El primer año del Presidente Piñera se nos fue entre los mineros y el terremoto—además del salvataje  anti-corrupción implementado por el notable Raúl Célis. ¿El “Plan Valparaíso 2”? No aparece. Hay un plan de inversión para la Quinta Región, por cierto. No es lo mismo.

Así, hoy, cuando hablamos de la “transformación de Valparaíso”, seguimos hablando, para bien o para mal, del BID, de la ex – cárcel, y de los subsidios MINVIU y CORFO. Es decir, seguimos hablando del matriz diseñado por RLE.  

Así, este 21 de Mayo el Presidente Piñera no tiene otra opción. Debe anunciar, frente al país entero, la segunda etapa de la transformación total de Valparaíso en una ciudad patrimonial, cultural, y turística de punta a nivel internacional. Lo hecho por Lagos cumplió su ciclo. Ha llegado la hora de innovar. 

Personalmente, no espero que tenga todo armado. Basta con declarar su intención frente al país y rayar la cancha con un plazo fijo para estrenar los detalles. Es más, debe nombrar un “generalísimo”—alguien que cumpla un papel parecido al de Iván—y armar su “dream team”. Chahuán, Célis, Castro, Barría son nombres buenísimos que tienen que estar. Pero faltan los ministros, sobre todo Hacienda, y el super-gerente—sin nariz prominente, por favor—que trabaje EXCLUSIVAMENTE para el proyecto Valpo y que reporte directamente al Presidente. 

La pauta esta hecha, Sr. Presidente. Los porteños estarán escuchando, atentamente. 

domingo, 30 de enero de 2011

Salut au monde

De todas aquellas referencias sobre nuestro Puerto que abundan en la literatura, plástica, música, filosofía, y ciencia mundial—tantos los conocidos como los desconocidos—tal vez la fugaz aparición de nuestra ciudad en el poema, “Salut au Monde” de Walt Whitman, podría considerarse entre lo más frívolo.

Lo anterior no subestima la importancia del vate Neoyorquino. No es casualidad que nuestro Nobel del cerro Bellavista, habiendo conseguido una foto del autor de “Hojas de Hierba” de 4 centímetros por 6 en una feria de antigüedades, mandó a agrandar esta misma hasta que tuviera un metro ochenta. Lo colocó al lado de su escritorio, asumo, para que los dos pudieran dialogar a diario.

Digo “frívolo” porque “Salut au Monde” no es un poema sobre Valparaíso,  sino un poema mucho más ambicioso. Sus aproximadamente 305 versos se organizan en 33 estrofas y 13 secciones. En realidad, el número exacto de versos es un misterio, pues, parte del encanto de leer a Whitman es precisamente el hecho de que no siempre se sabe, con exactitud, cuando un verso termina y otro parte.

Whitman inventó tal flamante estilo inspirado por los ensayos de su héroe, Ralph Waldo Emerson (1803-1882). Según Emerson, 60 años después de la Declaración de la Independencia de los EE.UU., el país aun no estaba libre, pues, sus poetas seguían imitando a Wordsworth y Coleridge. Para Emerson, América aun no encontraba su voz, su destino. “No es la métrica que hace al poema”, escribió RWE, “sino la pasión del poeta que inspira una métrica propia, a la altura de tal pasión”.

Iluminado, Whitman inventó una línea poética que se burlaba de las duras restricciones métricas que imponían sus pares europeos. “¿Por qué tengo que limitarme a una cantidad predeterminada de pies yámbicos?” se preguntaba. Según el, EE.UU. era un país abundante, sin limites. Si quisiera poner 20, 30, o 40 pies en una sola línea, lo haría, ¿quién eres tú para decirme que no?

Volvemos a “Salut au Monde”: Igual a “Canción a mi mismo”, se trata de una oda al transcendentalismo. Esta filosofía predica que, si uno quiere vislumbrar la arquitectura divina del universo, no hace falta morir e ir al cielo, sino basta con abrazar con los ojos abiertos el mundo tal como es. Tanto Whitman como Emerson rechazaban la cosmología de la dualidad. Según ellos, no existía una parte de la creación que era de Dios y otro del diablo. Era uno solo, maravilloso, único, perfecto. Lo mismo corría para los seres humanos:

“Cada uno de nosotros es inevitable/ Cada uno de nosotros sin limites…Cada uno tan divino como lo demás”

Por su parte, nuestra ciudad se hace presente en la sección 4:

“Contemplo los marineros del mundo...
En sus temporales—en su oscuridad…

“Contemplo los buques de vela y de vapor…

“Esperan en Liverpool, Glasgow, Dublín
Marsella, Lisboa, Nápoles, Hamburgo, Bremen
Esperan en Valparaíso, Rio Janeiro, Panamá;
Esperan en los muelles de Boston, Filadelfia y Baltimore,
En Charleston, New Orleans, Galveston, San Francisco.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Herencias

Es difícil recapitular la historia detrás de la postulación de Valparaíso ante la Unesco. Deberíamos partir con la solitaria lucha, desde los ’80, de la gran Myriam Weisberg. Libros como "La Arquitectura Religiosa de Valparaíso Siglos XIV a XIX" y "La Vivienda de Fines de Siglo XIX en Playa Ancha" abrieron camino. Otro hito fue la primera encarnación de "Ciudadanos por Valparaíso" creado en 1995. Sus fundadores incluyeron a Raúl Alcázar, Nelson Morgado y Jorge Coulon. Se constituyó para evitar la demolición del edificio Luis Cousiño y su posterior reemplazo con una torre que habría liquidado el Paseo Gervasoni. Años más tarde, los fundadores dejarían el grupo, pero mantendrían su lucha.

Otro paso ocurriría en ‘96 cuando nuestros ascensores fueron incluidos en el World Monuments Watch, premio que busca proteger los "100 tesoros mundiales en mayor peligro de extinción". Tras este logro, gestado por los arquitectos Antonino Pirrozi y Jaime Migone, empezó a sonar la idea de postular a nuestros funiculares a la Unesco en la categoría monumentos. Tal idea inspiró a doña Marta Cruz Coke, entonces directora de la Dibam, a iniciar contactos con París. Estos le habrían entablado en una férrea disputa con el ex-alcalde Hernán Pinto, quien aún no estaba convencido.

Otra leyenda cuenta que fue el prestigioso arquitecto ecuatoriano, Hernán Crespo Toral, una de las máximas autoridades de la Unesco, quien convenció, en ’97, a las autoridades chilenas que "no habría que postular sólo a los ascensores, sino a toda la ciudad".

A estas alturas, fueron muchos los arquitectos, arqueólogos e historiadores que golpeaban las puertas del municipio y escribían cartas a los diarios. Personajes como José de Nordenflytch, Archibaldo Peralta, Samuel León, Marcela Hurtado, Juan Mastrantonio, entre muchos otros, dieron seriedad a los debates. Dentro de la Dirección de Obras, la arquitecta Cecilia Jiménez, discípula de Weisberg, se convertía en otro pilar fundamental.

La Fundación Valparaíso, creada por quien escribe, con el apoyo del empresario Eduardo Elberg, empezó a gestarse el mismo ‘97. En ‘98, el alcalde Pinto y doña Marta limaron sus asperezas y se inició, al fin, el primer expediente de postulación con Cecilia Jiménez a cargo de los aspectos técnicos.

En esta época Ciudadanos por Valparaíso se reformó con especial énfasis en los temas de la autenticidad y el patrimonio social. Dios sabe que mi convivencia con ellos no siempre ha sido fácil, pero su aporte en estas áreas es indiscutible.

En fin, ha pasado mucha agua bajo el puente. Hoy, nuestro alcalde lucha con dos espantosas herencias: una gigantesca deuda financiera y una aun más gigantesca desconfianza generada por las promesas incumplidas de sus antecesores. Más que nunca, hay que apoyarlo para sacar adelante la Ley Valparaíso.

Está claro, con la posible excepción de Weisberg, nadie puede reclamar autoría absoluta de la postulación ante la Unesco, pero todos podemos apoyar en salvarla

martes, 7 de diciembre de 2010

Desde Puebla al Puerto

Si algún día el Congreso llegase a aprobar una Ley Valparaíso ya tengo claro lo que habrá sido mi mejor contribución sobre el tema: un pollo al mole.

Hace un mes, Juan Carlos García, director regional del MOP, me comentó su intención de juntar a nuestros dos senadores para conversar el tema. El 20 de noviembre, sonó mi celular. "Está todo listo. Habrá una comida en mi casa el 27". "¿Traigo algo?" le pregunté. "Solo tu pasión por Valparaíso". Estaba un poco desilusionado. Me encanta cocinar.

La mañana del 27 me volvió a llamar. "Se han sumado algunos otros personajes clave. ¿Puedes ayudar con el aperitivo?" "Cuenta conmigo" le dije.

Aunque tres regiones de México -Oaxaca, Tlaxcala, y Puebla- disputan ser la "cuna del mole", encuentro más creíble la paternidad de la última. Según la leyenda, un monje nombrado Fray Pascual preparaba una comida para el arzobispo de la ciudad. Quería convencer al eclesiástico de promover algunas transformaciones para el pueblo. Pero Pascual era pobre. En su mueble, quedaban solo algunas especies, un par de ajís tipo poblano y chipotle, nueces, pan añejo, y chocolate. Se frustró. Dio una vuelta por el pueblo. En su ausencia, hubo una tormenta de viento. Cuando regresó, todos los ingredientes habían sido mezclados. Un signo de Dios. El fraile lo sirvió como salsa acompañando un pavo. El arzobispo quedó tan extasiado que concedió todas las transformaciones que el monje solicitara.

Así, tenía claro mi aperitivo para salvar a Valparaíso. Primero, salteé el pollo en ajo y merquén para darle un toque chileno. Después, al mole, agregué un poco de tomate y miel, truco de las indígenas de la zona de Oaxaca. Le da más complejidad y asegura el efecto narcótico deseado.

El primero en probarlo era el senador Lagos Weber, seguido por Juan Carlos, su señora Xochitl, y Ramón de la Torre, Premio Nacional de Ciencias. Mientras todos atacábamos al mole, mi segundo aperitivo, unos tomates cherry con mozzarella y pesto, me miró con tristeza. Nadie lo pescaba.

Sonó el celular de Juan Carlos. Salió a la cocina a contestarlo. Ricardo Lagos, quien, aun sin mole es un hombre muy divertido, ya acercaba una lucidez sin precedentes. "Es Pancho Chahuán" bromeaba. "Llama a pedir disculpas porque recién sale de una reunión con unas señoras en el cerro y llegará atrasado."

Juan Carlos regresa: "El senador Chahuán recién sale de una reunión en el cerro y va llegando. " Todos moríamos de la risa.

Quedaban 5 pedazos de pollo al mole. Los guardábamos para Chahuán. Dos horas después, habiendo devorado la deliciosa tilapia y fondue de chocolate preparado por nuestros anfitriones, nos concentramos en los obstáculos que complican el proyecto, entre ellos, ¿Cómo generar un movimiento ciudadano masivo en una ciudad cuya sociedad civil está tan fragmentada y desconfiada?

¿Mis conclusiones? Tenemos dos senadores, de veredas distintas, 100% matriculados. Ahora solo falta sumar y sumar. A trabajar señores. Yo traigo el mole.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Para ti

El lunes a las 19:20. Habíamos visto 142 de los 143 jardines participantes en el concurso “Un Jardín para Valparaíso”. Solo faltaba uno, el de don Osvaldo Abdul Nieto, población Villa Esmeralda Manzana H, cerro Mariposas.

A esta altura, habíamos calificado jardines en escaleras, pasajes, plazas, sitios eriazos, bandejones, techos, muros, y debajo ascensores. Habíamos visto jardines hechos con neumáticos, rosas vigilados por gnomos, y maceteros construidos con desechos reciclados. Habíamos visitado un verdadero parque atendido por un abuelito con muletas y un mirador transformado en paraíso por niños con Síndrome de Down y otras necesidades especiales. Habíamos descubierto dos jardines con tinas y otro donde los pájaros chapoteaban en un viejo lavamanos convertido en pileta.

Así, no les voy a mentir: el lunes más de un miembro del jurado pensaba que el 143 sería un saludo a la bandera. ¿Qué más podemos ver? ¿Qué puede haber allá, “en la punta del cerro”?

Habíamos intentado visitar el jardín de don Osvaldo en dos ocasiones. Desde Avenida Alemania tratamos de subir por Galleguillos y Pedro de Ona. Pero cada vez nos perdimos. Cuando la señorita del almacén de la calle Alberti dijo “No tengo idea”, nos rendimos.

Pero esta vez veníamos preparados. Habíamos hablado con don Osvaldo y nos dio las siguientes instrucciones: “Sube por la subestación Chilquinta hasta la punta del cerro. Cuando llega a la bifurcación toma al a izquierda. Cuando vean el pasaje El Rudo sube hasta que termine el pavimento”.

Llegamos hasta que terminara el pavimento. Habíamos arribado hasta la última casa del cerro Mariposas. “¿Dónde está el jardín?”

“Pasado la última casa a la derecha” nos contaron unos niños. Allí descubrimos una reja, de gran extensión, construido con tablas sobre la quebrada. Había una puerta de entrada rústica, con un letrero escrito a mano, “Santuario El Encanto, Un Jardín para Valparaíso”. Pasamos. Dos miembros del jurado, Héctor Correa y Juan Pablo Álvarez, dijeron: “No lo puedo creer”. Empezamos a descender un sendero, hecho a mano por don Osvaldo, que zigzagueaba por los pinos y eucaliptos, hasta la profundidad de la quebrada. En el camino, había pequeños descansos, miradores, una variedad de arreglos florales, y hasta una mini cancha de futbol para los niñitos del barrio.

A continuación los datos duros: Subimos de 78 a 143 jardines. Triplicamos los jardines en espacios públicos. Quintuplicamos la participación de colegios y jardines infantiles. Logramos entregar 39 premios, incluyendo varios que tuvimos que inventar al último momento para abarcar todos los casos especiales, como el de don Osvaldo, que desbordaron los parámetros originales del concurso.

Mi hija pregunta, “¿Papá, harás otra columna sobre jardines? Hace tiempo que no escribes sobre mi”. “Es que estos jardines son para ti, mi amor. Para ti y para todos los niñitos de Valparaíso. Desde la Escalera ’El Membrillo’ hasta la punta del cerro”.

martes, 16 de noviembre de 2010

Secretos de golondrinas

El lunes 8, el jurado del concurso “Un Jardín para Valparaíso” inició su segunda jornada en los cerros Esperanza, Placeres, Barón, Polanco, y Rodelillo. En 2009, este trayecto nos regaló dos campeones: “La Plaza Petrohue” del Rodelillo, mejor jardín en espacio público hecho por una institución, y don Roberto Pérez Espejo, cerro Placeres, quien, con sus esculturas florales tipo “Eduardo Manos de Tijera”, fue flamante ganador del mejor jardín en espacio público apadrinado por un individuo.

¿Les cuento un secreto de golondrinas?

Moriré en Valparaíso, pero pueda que jubile en la Villa Berlín del cerro Placeres. Los cerros Alegre y Concepción se lo llevan en el turismo patrimonial, pero, si existiera un “turismo de la felicidad”, la Villa Berlín sería su epicentro. Sus pequeñas casitas emanan una paz infinita. Con más de un centenar de antejardines, esta villa es todo el furor entre las aves porteños. Venimos a ver jardines en la calles Essen, Encinas, y Limarí. Todos preciosos. Si te pierdas, siga a los colibrís, y si esto te falla, pregunta a cualquier vecino. Todos los habitantes de este barrio son un verdadero encanto.

En la Plaza María Eisler, (dobla a la izquierda subiendo Ave. Matta frente al almacén “La Chacrita”) llegamos la escuela especial F-288 “Luz de Esperanza”. Otra vez, descubrimos que “Un Jardín para Valparaíso” es mucho más que un concurso de flores. Es una visita al corazón del Valparaíso profundo, un brotar de la espiritualidad latente escondida en cada rincón del Pancho.

Almorzamos haciendo picnic en la “Plaza del Mercado” del cerro Barón. Se lo recomiendo. Tras recorrer los demás cerros antemencionados, terminamos la segunda jornada en el cerro Cordillera, donde Rayen Scherping se convirtió en nuestra concursante titular más joven (8 años). Es más, les adelanto que la Plaza Eleuterio Ramírez luce absolutamente renovada. ¿Otra sorpresa? El recóndito pasaje Neptuno. Allí, una quincena de vecinos creó “un taller de reciclaje” construyendo docenas de maceteros utilizando materiales en desecho. Hermoso.

. . .

“Buenos días, les estaba esperando”, nos dijo la Señora Gloria Fuentes de la Calle Teniente Pinto del cerro Mariposas el viernes a las 8:40 de la mañana. Así, partió nuestra tercera jornada, la más loca de todas, pues, habíamos dejado para este todos los jardines más rebuscados, incluyendo Ramaditas, Placilla, Laguna Verde, y el enorme depositario de fanaticismo verde (¿jardines o Wanderers?) que es la República Independiente de Playa Ancha.

¡Qué emoción nos brindaron los 30 niñitos del Jardín Infantil Sol y Luna! El viernes, otros héroes incluyeron los repartidores de balones de gas, sin los cuales jamás habríamos encontrado joyas tan valiosas como los jardines de don Alejandro Pereira o el de doña María Georgina Céspedes, pasaje Jamaica con Detective Barahona.

Este jueves 18, en el DUOC UC, anunciaremos a los ganadores. ¿Quieres un adelanto? Pregúntales a las golondrinas.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Sobre descansos y alcayotas

El viernes a las 5:18 pm, bajando a pie por la calle Atahualpa desde la Plaza Bismark hasta la calle Elías, acompañado por los miembros del jurado del concurso “Un Jardín para Valparaíso”, me detuve debajo de una gigantesca alcayota.


Nos habíamos juntados a las 8:30 am. Conociendo a mis jueces—curiosos, juguetones y buenos para la talla—les tuve que rayar la cancha: Dado la enorme cantidad de jardines postulados, 143, el plan era promediar 4 jardines por hora durante 11 horas repetido por 3 días. Esto significa no quedarnos mucho rato copuchando con cada jardinero.

Sin embargo, bastaba una media hora para quedarnos absolutamente encaprichado, por ejemplo, con el nuevo parquecito hecho por José Ignacio Rubio debajo del Paseo Dimalow. En Montealegre 487, saludamos de paso a una de nuestros ganadores del año pasado en la categoría de balcones. “Hola Silvana, ¿Cómo está el gato? El balcón se ve precioso.” Seguimos corriendo. Sin embargo, al llegar a la Plazuela San Luis, las cosas cambiaron. Un grupo de alumnos del Colegio Luis Galdames, bajo la supervisión de la profesora María Loreto Fuentes González, habían construido un muro verde con materiales reciclados. Vaya a verlo.

Mientras avanzaba la tarde disipaba nuestra disciplina. Cuando descubrimos que Úrsula Franco Mayorga había limpiado todo el basural de la escalera Rudolph del Museo a Cielo Abierto, sembrando un jardín de excelente factura frente al mural de Nemesio Antúnez, no había otra opción. Había que entrar su restaurant, el Amaya, a saludarla.

En el pasaje Dighero, Avenida Alemania a la altura del cerro La Loma, descubrimos a don Hipólito Morales, otro quijote que hace pebre a aquella narrativa que dice: “Los porteños no cuidan Valparaíso”. Hace años don Hipólito ha transformado su pasaje en un santuario de la naturaleza. Ahora, basta que el municipio venga a instalar un par de bancas y Valparaíso tendrá un nuevo mirador de excelente factura.

Llegamos por fin a la Plaza de Descanso, cerro Cárcel. Para ser justo, esto es mucho más que un jardín. Es de los proyectos urbanos más estimulantes que se ha hecho. Y no me refiero a Valparaíso sino al país entero. Aquí, aproximadamente 700 jóvenes, leyeron bien, 700, bajo la conducción del Rodrigo Burgos Loyola, han transformado una plazuela abandonada en un gigantesco mosaico. Rodrigo, uno de los principales autores de otro de las grandes hazañas urbanas de los últimos tiempos, la Plaza de los Sueños, es un personaje que vale la pena descubrir. Su metodología de trabajo comunitario no solo transforma los espacios, sino hace que la comunidad se impregna de ellas. Para mí, es hijo ilustre.

A las 5:17, habíamos visto 39 de los 143 jardines y nuestro éxtasis ya era incontenible. “¿Que sorpresa nos espera la próxima semana?” pensaba. Justo apareció la alcayota de la calle Atahualpa, colgando desde 5 metros de altura. “Amo mi vida”, pensé. Nada más que decir.

domingo, 24 de octubre de 2010

Valparaíso presente

Viernes al anochecer en la Plaza Sotomayor. Luna llena. Viento revuelto. Miles de porteños repletando las graderías. Los carabineros ordenan el tránsito. La empresa de seguridad revisa las credenciales. Desde el martes, los porteños habíamos observado con asombro el montaje del lujoso escenario con su espalda a la ex Intendencia Regional, con dos pantallas de 6 por 4 metros y una gigantesca grúa de 7 pisos. Ahora ha llegado la hora. Nuestras autoridades llegan en trole desde el Congreso. A su lado, la directiva de la Fundación Fórum. Sentados en el piso, un mar de periodistas. Tras bambalinas, esperan más de veinticinco músicos y actores, junto a la directora artística, Aliki Constancio. A los dos costados, se estiran la treintena de bailarines y acróbatas; los demás actores, la comparsa, los cantantes. Corren los tramoyistas. Los iluminadores y sonidistas afinan sus perillas.

Solo falta el perro.

Llegó el perro. Justo cuando los primeros bailarines entraban en escena, cuando la cantante Lorna Guzmán hacía su triunfal entrada con prosa de Pablo Neruda aludiendo a Neptuno, escoltado en su trono de mar y viento, apareció un perro en la primera fila de la Plaza Sotomayor.

Hace 4 años, cuando se decretó que la Joya del Pacífico sucedería a Barcelona y Monterrey como sede del Fórum Universal de las Culturas, se descorcharon el champagne en el Palacio de La Moneda. En Valparaíso, se anunció: Chile montaría una verdadera "olimpiada de las artes". El Puerto recibiría el Mundo con nuevos espacios culturales, como la Tornamesa y el Centro Cultural de la ex Cárcel. Para la inauguración, se hablaba de un desfile de presidentes y primeros ministros, todos reunidos para presenciar un espectáculo protagonizado por artistas chilenos de exportación mundial, como Beto Cuevas, Verónica Villarroel, y Cristina Gallardo Domas.

Ya sabemos el cuento: la Concertación perdió la alcaldía y se lavó las manos del Fórum. El nuevo Presidente prometió su apoyo, pero el terremoto...

Igual hubo pequeños aportes: la Subdere y el FNDR. En total, el presupuesto del tercer Fórum sería aproximadamente 1,5% del primero y menos de 2,5% del segundo. Chile, otra vez, había dejado a Valparaíso solo. Pero no digas esto al alcalde. No digas esto al centenar de artistas porteños que dejó su alma en la Plaza Sotomayor el viernes en la noche.

Volvemos al perro. Cuando entró sentí un leve pánico entre los asistentes. Pero mi señora y yo teníamos una sonrisa de oreja a oreja. "Valparaíso está presente", le dije. Es más, ¿Dónde estaban las máximas autoridades del país? El Presidente había postergado su viaje a Europa por los mineros. Lo perdonamos. ¿Pero los ministros? ¿Y los cuatro parlamentarios para Valparaíso? Estaba Pancho Chahuán. Grande Chahuán. ¿Y los demás?

Durante 45 días Valparaíso recibirá el mundo. Y lo hará solo. Da lo mismo. Nos quedaremos más unidos y brindaremos un digno espectáculo. Viva Valparaíso. ¿Y los críticos?

Me quedo con el perro.