Hace años, viví en una casa en la Subida Concepción. Por las tardes, solía leer y escribir en el Paseo Atkinson. El paseo era de adoquín. La reja, los faroles, y las bancas eran de fierro forjado. Cuando atardecía, aparecían las lucecitas entre los cerros. “Estoy en el lugar perfecto”, pensaba.
Pero el Paseo Atkinson “se restauró”. Desaparecieron los adoquines y aparecieron pastelones. Las bancas de fierro forjado las volaron, igual a los faroles. De la reja ni hablar.
Una pesadilla parecida vivieron los vecinos de la Plaza Echaurren. Una vez me comentó la Señora Amalia, de la Calle Capilla: “No sé porque estos arreglos los hacen personas de Santiago, gente que no conoce a Valparaíso.”
Me perdonará la Señora Amalia, pero, la gente que diseñó estos proyectos conocía Valparaíso. Es de Valparaíso. En el diseño de estos e otros proyectos, las autoridades dictaron una estética “anti-historicista.”
El debate sobre el historicismo falso es el gran debate que no se hace. Cada porteño debería tener una opinión informada al respeto. Pero, la mayoría no tienen idea. No aparece en los diarios. No se conversa. En la ausencia del debate, los ideólogos tomaron el control. Se toman decisiones sin consultar a la ciudadanía. ¿Doña Amalia? A vivir las consecuencias.
El historicismo falso se define como cualquier intento de construir imitando burdamente el pasado. En términos patrimoniales, es mal visto. Atenta contra la autenticidad.
Estamos de acuerdo. ¿El problema? Definir lo que constituye o no constituye un abuso. Neruda escribió: “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”. La vida es compleja. Hay matices.
¿Levantar una réplica de la torre Eiffel en Las Vegas? Burdo. ¿Tener bancas, faroles, y rejas de fierro forjado en el Paseo Atkinson? No. El Hotel Brighton es historicista. A los ideólogos no les gusta. Pero pregunta a 100 personas que caminan por el paseo. Te apuesto que 99 dicen que es bonito. “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”.
Nadie quiere que Valparaíso se convierta en Disneylandia. Pero seamos honestos. No va a pasar. ¿Más absurdo aun? Llevamos la definición de historicismo falso a su extremo natural. Todas las casas señoriales del Puerto—desde Cerro Alegre hasta la Avenida Gran Bretaña—son historicistas. Todas fueron levantadas como “réplicas” de estilos europeos anteriores. Hoy, 130 años después, son monumentos nacionales.
He conversado el tema con un amigo anti-historicista furibundo. Le digo: “Estoy de acuerdo que deberíamos desincentivar la masificación del historicismo falso. Pero no hay que ser dogmático, ni absolutista. Hay pincelazos. Matices. Espacios para concesiones. Tampoco queremos una ciudad donde uno necesita un doctorado en patrimonio para entenderlo”.
Pregúntale a la Señora Amalia. No sabe nada del historicismo falso. No le interesa tampoco. Solo quiere saber porque, durante “la restauración” de su plaza, le quitaron las bancas donde pololearon sus abuelos.
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3 comentarios:
“…solo quiere saber porque, durante “la restauración” de su plaza, le quitaron las bancas donde pololearon sus abuelos…”
Justamente ayer domingo, conversábamos con unos amigos de Santiago (ex porteños) a la hora del almuerzo sobre este concepto. “Falso Historicismo” y, para graficarlo, utilicé el mismo ejemplo del hotel Brighton. Comentamos, discutimos, cotejamos ejemplos y uno de ellos me impresionó grandemente. Un ejemplo en una ciudad de Perú, donde antiguos conventos y claustros hoy en día están transformados en hoteles que conservan el diseño y la materialidad del lugar, que le confieren la atmósfera de claustro a la estadía pasajera.
Una vez tuve la oportunidad de ver un libro editado en Venezuela sobre Ciudad Bolívar, ciudad que ha postulado muchas veces a tener el título de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO que Valparaíso hoy día detenta.
Quedé profundamente impresionado, pues el nivel de rescate de edificios, de barandas de madera, de muro de piedra, considera incluso el mandar a hacer la parte deteriorada al lugar de origen con el material de origen. Suelos de madera, rejas de madera, muros de piedra volvían a relucir en el rescate minucioso.
Lo mismo pude observar en Bs. Aires en todo el parque que circunda al Rosedal. El mismo celo y cuidado y la misma dinámica; encargar al lugar de origen, reponer, rearmar.
Recuerdo muy bien el paseo Atkinson como lo describes y recuerdo muy bien mi desazón cuando descubrí el “arreglo hecho”. El criterio empleado fue la renovación. Palabra de doble filo cuando se habla de recuperación patrimonial.
Veamos otro arreglo no historicista: Ascensor Cordillera.
Este ascensor sufrió un incendio en su estación baja y se trabajó en él para restaurarlo. El resultado: Un amasijo kitsch que no respetó el diseño original incendiado, un manoseo en donde se intervinieron hasta sus carros (¿no historicista???). Para peor, el sector fue reacondicionado bajo un criterio historicista quedando este ascensor, el segundo más antiguo de Valparaíso, completamente fuera de concepto.
Por favor. Si no hay ideas claras, ni tocar lo que fue la estación primera del ascensor Lecheros.
Bastaría que ocupando unas simples fotografías de época se reconstruyan estas estaciones tal cual como eran, tratando de seguir fielmente el antecedente, pues el resto del predio se encuentra en pie.
En estos casos, la palabra “antecedente” es clave, pues son lugares históricos y, como tales, tienen que ser tratados bajo esa lupa. No es una renovación del lugar, es una reconstrucción, de la mano de un historiador, de un arquitecto, de un restaurador, de artesanos, de carpinteros, etc. Debe quedar como estaba.
Pero, ¿qué pasa con lugares en donde el resto de las construcciones no están ahí para continuarlas??
Ahí creo que la cosa es muy simple, pues los lugares tienen su antecedente, algo pasó ahí antes, algo se quedó de esos tiempos en aquellos lugares; algo que se convierte o se debería convertir en el punto de partida que defina un concepto y esta otra palabra (me refiero a Concepto) se agranda y señala el otro camino.
Veamos un ejemplo:
En la Universidad Santa María del Cerro Placeres, si se construye un edificio nuevo, se hace siguiendo la línea arquitectónica de la bella Universidad. Falso historicismo en el edificio de esta casa de estudios ubicado al lado de la subida San Luis en la Av. España. Falso historicismo sí, pero completamente dentro de concepto. Al cabo que con el tiempo, el antecedente histórico lo toma de la mano y se termina por asumir como si siempre hubiese estado ahí.
Soñemos:
El barrio del Almendral. Fue el barrio más caro y elegante de Valparaíso. El sector italiano y francés. El terremoto de 1906 lo destruyó casi por completo y digamos que nunca más pudo recuperar su señorío. Los edificios antiguos que se encuentran ahí son casi en su mayoría posteriores generalmente de 1908. Pero están ahí y nos gritan sus estilos con sus formas. Neoclásico, neoclásico francés, art deco en el contraste con el Bauhaus, etc. Están ahí y se deberían transformar en el antecedente que marca el concepto, la línea a seguir.
¿Por qué no hacer el famoso borde costero citando esos antecedentes???, ¿continuando el concepto????, ¿dibujando esa línea???, ¿Un homenaje citando los estilos del barrio???.
Sería falso historicismo, sí, es verdad. Sin embargo, es mucho mejor que parar ahí un cubo acrílico de concreto híper contemporáneo. Un búnker color amarillo, una maqueta gigante de cartón piedra.
El falso historicismo es mejor evaluado por los extranjeros y esto no es un detalle menor, pues el proyecto de ciudad que se viene solo, es el turismo. Se les cae el pelo a los turistas con el Congreso de la República. Gigante prepotente, nada historicista entre medio de edificios de dos y tres pisos de altura.
Ojo con Valparaíso, que es delicado. No se trata de reconstruir y revalorizar un lugar. Se trata de valorarlo como el lugar es, con su identidad, con su historia. Las cosas no están ahí porque sí, cada detalle puede tener su antigua razón de ser. Cada pieza de madera de la iglesia Anglicana, cada pedacito de tronquito en una esquina, unas baldosas en el suelo por allá, la calle de adoquines de otro cerro por otro lado. Y aún le debemos más respeto, puesto que los abuelos de la señora Amalia se besaron en esa banca, un gringo loco se sentaba a escribir poesía, mi padre trabajó en la maestranza Barón y mi tío se emborrachaba en el Cinzano. Todos nosotros hemos dejado nuestro sudor y nuestra vida desgastada en los detalles de Valparaíso. Digo, todos nosotros, los que estamos ahora, los que estuvieron ayer, los que llegaron algún día.
Si lo miramos así. No es falso historicismo… Es respeto.
Leo Silva
Ruta Valparaíso
Estimado Leo,
Lamento haber demorado tanto en contestar tu contribución al blog. La verdad es que me quedé muy impresionado con el tiempo y el trabajo que pusiste, y quise esperar hasta que pudiera responder bien.
Este tema no es facíl. Tiene un lado técnico pero tambien tiene otro lado social. Hay que saber mezclar criterios.
Como poeta, puedo entender perfectamente bien porque muchos arquitectos no les gusta el historicismo. Si alguien me dice, "Todd, quiero que me escriba un poema en el estilo de William Wordsworth", no lo voy a hacer. Vivimos en otra época y la poesía ha evolucionado mucho en 2 siglos. Es la misma sensación que tiene los arquitectos con el historicismo falso.
La diferencia con esta analogia es que la poesia es más personal. Alguien puede comprar o no comprar un libro. No esta forzado sobre nadie, mientras un edificio esta impuesto dentro del paisaje urbano y afecta a toda la ciudad. Así, creo que el argumento antihistoricista, tiene que ceder un poco para que la ciudad no sea tan elitista en sus criterios.
Bueno, como he dicho, da mucho para reflejar.
Un abrazo,
Todd
Gracias Todd:
No es ningún trabajo el contestarte ya que es muy interesante el tema y la pasión por el mismo deja fluir la pluma.
Muy de acuerdo con el tema del historicismo aplicado a la literatura y muy de acuerdo en que se deben ceder en los criterios.
Solo pienso que debemos discutir sobre que proyecto de ciudad queremos. Cómo la potenciamos y como nos acercaremos al concepto adecuado para cuidarla y protegerla.
La ciudad, hoy en día es nuestro negocio. Un nuevo florecer de Valparaíso en lo económico depende un poco de lo que hagamos con ella.
Si la transformamos en Cancún, nadie querra venir a visitarla. Si protegemos su identidad seguiremos siendo un lugar digno de ser visitado.
En realidad, la palabra clave aquí es Identidad.
Mira a tu aldea y serás Universal
Abrazos
Leo Silva
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