Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 12 de octubre de 2008

La Ley del Ser

En Valparaíso la mejor vista la tienen los muertos. Todos los días nos miran desde su trono; desde su Panteón. Me pregunto lo que pensarían de nuestra actual cosecha de candidatos, lo que dirían al ver su ciudad tomada por carteles y gigantografías.

¿Mi receta para mejorar la gestión de la ciudad? Inscribir al Concejo Municipal, más los gerentes de Mall Plaza, más todos los que tiran huevos, a tomar clases de baile en el Imperio Tango Club. Allí, bajo la tutela del maestro Enrique Ponce, volveríamos a descubrir lo esencial de nuestra ciudad. Está bien discutir entre abogados, ingenieros y arquitectos. Pero de vez en cuando hay que sacar a bailar “a la gordita".

Las sesiones del Concejo se llevarían a cabo fuera del palacio de Condell, y que los mismos porteños propongan dónde. ¿El “Bar Inglés” o el “Cinzano”? Ok. Pero también el Palacio Rivera, al aire libre en la Plazuela Santo Domingo, en la Iglesia de San Francisco. Un experto mundial en liderazgo lo puso así: "La gente no nos sigue por lo que decimos. La gente nos sigue por lo que somos. Puede que yo sea muy inteligente, pero si soy además enojón y calculador… Difícil que se inspire la gente”.

Un maestro chino, guía espiritual de miles, tenía que preparar un sucesor. Tras años observando a sus discípulos, redujo su búsqueda a 12 candidatos. Un día los convocó. "Me queda poco tiempo en la tierra. Uno de Uds. será el próximo Maestro. Quien acepte el desafío tendrá que superar pruebas de fuego y más de una noche oscura del alma. Es menester que confirmen ante Dios su voluntad y su disponibilidad".

Le pasó a cada uno un papelito. Tenían que escribir su nombre y "acepto" o "no acepto". Todos colocaron sus papelitos en un jarrón.

El Maestro leyó en silencio los 12 papelitos. Había 11 "acepto" y un "no acepto". A los "acepto" los felicitó y les mostró la puerta. Dijo que estarían en contacto. Al "no acepto" le pidió que se quedara. "¿Por qué Ud. no quiere ser el próximo Maestro?".

El joven contestó: "No me asustan ni las pruebas de fuego ni las noches oscuras del alma. Lo que me asusta es que, tal vez, no tenga la humildad necesaria para ser Maestro".

"Continúa", dijo el Maestro.

"Su obra es enseñar el camino del despertar. Ud. siempre nos ha enseñado que el Maestro no se venera. Que sólo se venera la verdad. Pero la gente lo venera igual. Yo no creo que tenga la humildad para poder liderar con esto. Si termino creyendo el cuento que soy un Dios, voy a perder a Dios. Así, prefiero ser un discípulo humilde que un Maestro falso y arrogante".

El Maestro sonrió. Había encontrado al sucesor.

Valparaíso, con su inmenso recurso patrimonial, con sus mil capas, no requiere de un sabelotodo; requiere más sabiduría que intelecto. Valparaíso requiere humildad. Así merecerermos el trono, así ascenderermos al Panteón.

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