Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

sábado, 9 de agosto de 2008

Antes de morir quiero...

Jugar palitroque debajo del Teatro Deutsche Haus en el cerro Concepción. Desfilar con los bomberos. Cosechar tunas en la ladera del cerro Panteón. Caminar por debajo del ascensor Lecheros. Mirar las estrellas desde la torre de una casa con sombrero de bruja. Confiscar y erradicar todas las postales que se venden con la imagen de cerro San Juan de Dios y el título “Casas del cerro Alegre”. Regalarle una manzana verde al alumno de arquitectura que está croqueando mi casa. Caminar un cerro —cualquiera— con el Loro Coirón. Volver a mirar un partido de ajedrez en la Estación Puerto. Escuchar Sonata Trío en G mayor, de Henry Purcell, interpretado con el órgano de la iglesia de St. Paul, sin que me arreglen la tecla rota. Regalarle a alguien un pedazo de ónix para el penúltimo peldaño de la escalera del Palacio Rivera. Caminar sin miedo el barrio más lindo de Valparaíso —cerro Santo Domingo (¿tenías que preguntar?)— descansando un buen rato debajo del balcón de la Posada O’Higgins en el Pasaje Juvenal. Ir a “La Mangiata” a pedirles al Nico y Giorgio que me preparen una pizza “Fundación Valparaíso” con extra ajo y berenjena. Mirar el atardecer sobre la iglesia Luterana desde las bancas del Cementerio Nº 1. Decirles a mis nietos: “Fui a la reinauguración del Palacio Baburrizza y quedó espectacular”. Pasar una tarde de sábado leyendo cuentos para niños en la Biblioteca Nórdica del cerro Alegre. Subir la escalera Santa Margarita durante un temporal de lluvia. Fantasear con volar el Edificio del Banco de la Solidaridad Estudiantil. Darle migas de la “Guria” al ganso que vive debajo del mural de Roser Bru en el Museo a Cielo Abierto. Dejar azaleas púrpuras sobre el monumento de los caídos del USS Essex. Jugar dominó en el Bar Inglés, atendido por doña Celia, por supuesto. Pillar de una vez por todas al chico que insiste en rayar, una y otra vez, el mural de Nemesio Antúnez, haciéndole escribir mil veces: “Prometo que dejaré de ser un pendejo”, ante el atónito mirar de centenares de personas en la Plaza Sotomayor. Colocar un letrero en la avenida España que diga: “Ojo, hace 573 días que al reloj de la torre de la iglesia de San Francisco le falta un pedazo”. 574, 575, 576... ¡Uffff! Cancelar todas mis citas un día, sin aviso previo, y sin pedirle disculpas a nadie, dejando sólo una nota, escrita a mano, que diga: “Fuimos con Pili a comprar “Empanadas Famosas”, y vamos a llevar a los niños a ver las ballenas en Quintay”. Colocarle un antifaz a la Dama Justicia. Pesar el gato del “Hamburgo”. Decirle a un amigo de Santiago: “Te tengo un hermoso regalo. Juntémonos en el pasaje Edén” —sin darle indicaciones sobre cómo llegar. Cuando llegue, cuatro horas más tarde, exasperado, indignado y sobre-transpirado por haberse equivocado de cerro en cinco ocasiones, reclamando: “¿Ya llegué; dónde está mi regalo?”, contestarle: “Tu regalo es haber descubierto este hermoso lugar”.

6 comentarios:

Ajenjo dijo...

Sr Gringo:
La primera vez que me aventuré por el pasaje Edén fue por su culpa. Ahora lo vuelve a nombrar, junto a otras personas y lugares que son mis favoritos.
Yo también tengo mi columna en un diario, diferente a la suya, pero donde también navego por esos lugares.
Muy hermosa su columna, muy porteña. Usted ya no es gringo, es porteño. Más que muchos.
Con admiración lo saluda
Ajenjo

Ajenjo dijo...

Sr Gringo:
Mi blog es:
http://www.ajenjoverde.blogspot.com

El Gringo dijo...

Ajenjo,

Me honran tus palabras. ¿y conoces el ganso?

el gringo

Ajenjo dijo...

No, no conozco el ganso.
Pero lo conoceré.
Más temprano que tarde.
Nuevamente muchas gracias por amar esta ciudad.
Ajenjo

Valparaíso en el tiempo. dijo...

Soy, como te habrás dado cuenta en otro mensaje que te envié, Bombero.
Ya veré la forma de contactarme contigo para invitarte a que conozcas mi "Bomba", de Valparaíso obviamente, y a ver si en una de esas, antes de morir…

Saludos
Daniel

didomenico75 dijo...

Qué lindo detalle el pensar en la antigua escala de ónix del Palacio Rivera. Yo vivo ahí.