Moriré en Valparaíso

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Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

miércoles, 26 de marzo de 2008

Recuperando la Mística Perdida

En 2003, entrevistado en vivo por una emisora capitalina, probé por vez primera mi “teoría de los tres quinquenios”. Va así:

La recuperación de las ciudades patrimoniales requiere un tiempo no menor a 15 años y los procesos suelen a dividirse en tres mini-ciclos de distintas características.

El primer ciclo, o, “el primer quinquenio”, es pura celebración, mística, y alegría. Aquí ciudadanos soñadores, heterogéneos por naturaleza, ponen sus diferencias a un lado para unirse a favor de un sueño común. Después, llegan los “segundos quinquenios” y estos suelen a ser terribles. Ya lograda la quijotesca hazaña de convertir una determinada ciudad en un proyecto país, entran los lobos, los políticos, y los talibanes. Abundan irreconciliables interpretaciones sobre lo que es y lo que no es patrimonio. El segundo quinquenio es de fracturación, y—porque no decirlo—destrucción de toda la buena onda establecida en el primero. Del éxtasis se pasa a un creciente aislamiento y desolación. Después, vendrá un tercer quinquenio: de reconciliación y recuperación de la mística perdida.

El primero quinquenio del Puerto era de 1998-2003. Sin suda que había antecedentes anteriores (la moda de pubs tipo Piedra Feliz, la campaña a favor del edificio Cousiño), pero no hubo consenso en la ciudad y Hernán Pinto recién se convenció en 1997-98.

Se trata de un primer quinquenio francamente histórica. Si antes imperaba en el puerto un marasmo de fatalismo insoportable, ahora se respiraba optimismo sin límites. Si, hace poco, un 95% de los chilenos veían en Valparaíso una ciudad pobre que evitaba camino a Viña, ahora reclamábamos porque venían demasiadas.
¡En cinco años éramos Patrimonio Cultural de la Humanidad, capital cultural del país!

Era tanto el jolgorio que pocos anticipaban la carnicería que vendría, todo precipitado por la sorpresiva caída del todopoderoso Hernán Pinto. Entra un nuevo alcalde con fama de serio, inteligente y transparente. Pero, a poco andar, sufriría la peor pesadilla de cada ser humano, conmocionando a todo un país. Su corazón hecho pedazos, tendría que emprender una dolorosa limpieza del municipio, mientras a su alrededor aparecerían todos los síntomas de una ciudad cuya buena onda ya entraba en un espiral destructivo de capa caída.

El proyecto Puerto Barón, ampliamente celebrado por años, de repente, sería enterrado por debajo de kilos de litigación hecho por los “defensores del patrimonio.” Otro proyecto que contemplaba hermosear el entorno de la Plaza de la Matriz encontraría una oposición tan furibunda que este mandaría expedientes a UNESCO, sembrando en un matutino santiaguino el fantasioso titular, “Valparaíso a Punto de Perder Título Patrimonial”.

Mientras, Don Aldo Cornejo, en su legítimo derecho de querer distinguir su liderazgo del anterior, sacó a lucir la desmalezadora, cortando contacto con quien, según él, olía al “periodo Pinto”. De a poco, empezó a cambiar el mapa de líderes locales.
Hoy, caminando por Valparaíso, me topo con gente cabizbaja, las mismas que, hace pocos, eran importantes líderes de opinión en la comunidad. Andan a la deriva, desilusionados, sus espíritus quebrados. La aplanadora les pasó por encima.

No pretendo echarle la culpa a nadie. Es 2008. El segundo quinquenio ya es historia. Vienen aires mejores. Es hora de volver a soñar. Pronto veremos un renovado esplendor en Valparaíso. Por ahora, ha llegado el momento de levantarse del suelo.

Es hora de recuperar la mística pérdida.

5 comentarios:

Hostal Caracol dijo...

Felicidades Todd, bonita visión de nuestro Valpo querido, es lo que necesitamos. . . positivismo puro!
(y mas gringos como tu)

Saludos.


JuandeDios

Anónimo dijo...

Admiro tu optimismo, estimado Todd, y la confianza que has depositado en nuestro querido Valparaíso.
Espero con ansias el quinquenio de progreso que vendrá a revitalizar la ciudad. Por ahora veo las nuevas construcciones abandonadas (como la Estación Puerto) y de las antiguas, como el edificio Cousiño, ni hablar.
Los perros pululan por nuestras calles sucias, en medio de pseudo artistas que reclaman "su espacio" en una ex cárcel derruída e insalubre.
La Plaza Aníbal Pinto, se encuentra deplorable, llena de vehículos, lienzos, música estridente y vagos.
La Aduana y el ascensor Artillería, tan visitados, se encuentran sucios, sin pintura y carentes de iluminación. Su entorno es deprimente.
Como triste corolario, la Armada de Chile de manera subrepticia abandona al Puerto: ya se llevó al Hospital Naval (con lo que dejó en la indefensión a los viejos marinos) la Dirección de Sanidad, Dirección de Personal y ahora se llevará la histórica Academia de Guerra. Pronto Arturo Prat será en su monumento el único marino de Valparaíso.
Playa Ancha, sector que comenzaba a revitalizarse, es objeto de limitación de las construcciones en altura, lo que impedirá la renovación de los habitantes en viviendas decentes, y eliminará la generación de actividades económicas que comenzaban a revivir.
De verdad espero el quinquenio que refieres, Todd, de verdad lo espero, más con ilusión que confianza.

El Gringo dijo...

Alejandro,

Me honra tu bien ponderada respuesta. Estoy de acuerdo en todas las patologìas que nombras, aunque el limitado espacio de la columna (3000 caracteres) no me permitìo detallarlos en el diario. Solo falta esclarecer que mi optimismo se basa en experiencias internacionales. Es decir, el mal ciclo que nos ha tocado tambien le tocò a otras ciudades, y la mayorìa de ellas supieron darle vuelta a la disidia en el "tercer tiempo." Ojalà que asì sea en Valpo, para el bien de todos. TT

Anónimo dijo...

Algunas semanas atrás, en el mismo diario El Mercurio de Valparaíso en que tienes un bien ganado espacio semanal, estimado Todd, fue publicado un reportaje referido a un ilustre alcalde que tuvo nuestra ciudad a principios del siglo veinte, don Arturo Benavides Santos.
Es el caso que el Sr. Benavides, alcalde porteño durante tres periodos, para la remodelación de la actual Plaza Victoria enfrentó similares vicisitudes a nuestro edil contemporáneo, en cuanto a conflictos de intereses e influencias, así como diversidad de opiniones y perspectivas que –bien intencionadas o no– en definitiva sólo dilataban la esperada obra afectando a los perjudicados de siempre: los porteños.
Ante tamaño desorden e injustificada dilación, don Arturo “cortó por lo derecho”: cerró la Plaza y realizó las modificaciones necesarias de la mejor manera posible. El resultado fue un trabajo ejecutivo, mejoramientos sustanciales y minimización de las molestias a los ciudadanos.
Eso es lo que –estimo– hoy necesitamos: menos estudios, reuniones, comisiones y sondeos; en definitiva, pasar de la dilación a la acción.
Con atentos saludos.

El Gringo dijo...

Alejandro, concuerdo que una ciudad con las idiosyncracias de Valpo requiere un liderazgo más carismático, más abrumador. Un día espero hacer una columna sobre el malentendido concepto de la "participación ciudadana", pues, opino que esto se ha convertido en una especie de utopía, pues, nuestro metodología actual para hacer participar la gente favorece a grupos intelectuales de elite y promueve solo la disidia de las masas. Saludos, TT