Moriré en Valparaíso

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Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero
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sábado, 31 de mayo de 2008

Carta a Michelle Bachelet














Estimada Presidenta:

Mirar el amanecer desde el Paseo Gervasoni da la sensación de un mundo perfecto. ¿Mirar Valparaíso con calculadora en la mano? Es sencillamente escalofriante.

Valparaíso, con sus miles de kilómetros de escaleras, callejones, calles y pasajes puede ser tan hermoso como Lisboa o Praga. Pero sumemos todos estos m2 de estructura vial y dividámoslos por la cantidad de habitantes. Ahora hagamos lo mismo con Valdivia, Talca o Concepción. ¿Cuál tiene el mayor costo de mantención por habitante?

Valparaíso, con sus casas de postal. Valparaíso, con sus paseos y miradores. Valparaíso, con sus edificios históricos y barrios patrimoniales. Calculemos la inversión que se requeriría para poner todo a punto.

Ahora, establecido que la nuestra es la ciudad que más inversión requiere, consideremos la capacidad recaudadora de nuestro municipio. Las Condes tiene 7 malls que pagan millones de dólares en patentes cada año. ¿La fiambrería Sethmacher? ¿El almacén La Pollita? ¿El Cinzano? ¿La panadería Guria? Pagan, pero no se compara y su aporte a la ciudad va por otro camino. Es posible que los ingresos por permisos de construcción en Lo Barnechea sumen más que el presupuesto total de la I. Municipalidad de Valparaíso. ¿Pero si nos llenan de edificios? Me muero. Además nos quitarían el título patrimonial. ¿Qué nos puede recomendar, Sra. Presidenta?

Sé que hay ciudades con limitaciones similares. Guanajuato, Puebla, Oaxaca. Verona, Florencia, Pisa, Venecia. Toledo, Santiago de Compostela. Pero sus países son federalistas y generan millones vía impuestos municipales.

¿Atenas? ¿Estambul? ¿Cartagena de Indias? Reciben subsidios estructurales permanentes.

En Chile, hasta Viña —que no tiene ninguna restricción ni inmobiliaria ni comercial ni patrimonial— es subsidiada por un casino. Iquique y Punta Arenas son zonas francas.

Sé que tanto Ud. como su antecesor han generado incentivos especiales vía MINVU, CORFO, SERCOTEC, FOSIS. Se agradece. De verdad. Pero Valparaíso —musa de Neruda, Darío, Whistler y Darwin—, la única ciudad chilena que pertenece al mismo listado que Budapest, Cuzco y San Petersburgo… requiere más.

Hoy, Valparaíso es una postal de Chile. ¿Se imagina Ud. la capacidad que tendría un Valparaíso 100% recuperado, de ser el gran embajador cultural del país? ¿Se imagina Ud. que Valparaíso podría demostrarle al mundo que el vertiginoso crecimiento nacional no ha sido a costa de su alma y de su cultura nacional?
Para lograr lo anterior, Sra. Presidenta, mi Valparaíso, SU Valparaíso, nuestro Valparaíso requiere un compromiso que sea estructural y permanente.

¿Por qué no traspasar el 49,9% de la propiedad de EPV al municipio? ¿O que nos den un porcentaje de los impuestos aduaneros por todo lo que ingrese por acá? ¿O que nos dejen dos puntitos del IVA que se recauda en Valparaíso para la preservación y promoción de la ciudad?

Cuando se quiere se puede. Sin otro particular, se despide atentamente, el gringo.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Recuperando la Mística Perdida

En 2003, entrevistado en vivo por una emisora capitalina, probé por vez primera mi “teoría de los tres quinquenios”. Va así:

La recuperación de las ciudades patrimoniales requiere un tiempo no menor a 15 años y los procesos suelen a dividirse en tres mini-ciclos de distintas características.

El primer ciclo, o, “el primer quinquenio”, es pura celebración, mística, y alegría. Aquí ciudadanos soñadores, heterogéneos por naturaleza, ponen sus diferencias a un lado para unirse a favor de un sueño común. Después, llegan los “segundos quinquenios” y estos suelen a ser terribles. Ya lograda la quijotesca hazaña de convertir una determinada ciudad en un proyecto país, entran los lobos, los políticos, y los talibanes. Abundan irreconciliables interpretaciones sobre lo que es y lo que no es patrimonio. El segundo quinquenio es de fracturación, y—porque no decirlo—destrucción de toda la buena onda establecida en el primero. Del éxtasis se pasa a un creciente aislamiento y desolación. Después, vendrá un tercer quinquenio: de reconciliación y recuperación de la mística perdida.

El primero quinquenio del Puerto era de 1998-2003. Sin suda que había antecedentes anteriores (la moda de pubs tipo Piedra Feliz, la campaña a favor del edificio Cousiño), pero no hubo consenso en la ciudad y Hernán Pinto recién se convenció en 1997-98.

Se trata de un primer quinquenio francamente histórica. Si antes imperaba en el puerto un marasmo de fatalismo insoportable, ahora se respiraba optimismo sin límites. Si, hace poco, un 95% de los chilenos veían en Valparaíso una ciudad pobre que evitaba camino a Viña, ahora reclamábamos porque venían demasiadas.
¡En cinco años éramos Patrimonio Cultural de la Humanidad, capital cultural del país!

Era tanto el jolgorio que pocos anticipaban la carnicería que vendría, todo precipitado por la sorpresiva caída del todopoderoso Hernán Pinto. Entra un nuevo alcalde con fama de serio, inteligente y transparente. Pero, a poco andar, sufriría la peor pesadilla de cada ser humano, conmocionando a todo un país. Su corazón hecho pedazos, tendría que emprender una dolorosa limpieza del municipio, mientras a su alrededor aparecerían todos los síntomas de una ciudad cuya buena onda ya entraba en un espiral destructivo de capa caída.

El proyecto Puerto Barón, ampliamente celebrado por años, de repente, sería enterrado por debajo de kilos de litigación hecho por los “defensores del patrimonio.” Otro proyecto que contemplaba hermosear el entorno de la Plaza de la Matriz encontraría una oposición tan furibunda que este mandaría expedientes a UNESCO, sembrando en un matutino santiaguino el fantasioso titular, “Valparaíso a Punto de Perder Título Patrimonial”.

Mientras, Don Aldo Cornejo, en su legítimo derecho de querer distinguir su liderazgo del anterior, sacó a lucir la desmalezadora, cortando contacto con quien, según él, olía al “periodo Pinto”. De a poco, empezó a cambiar el mapa de líderes locales.
Hoy, caminando por Valparaíso, me topo con gente cabizbaja, las mismas que, hace pocos, eran importantes líderes de opinión en la comunidad. Andan a la deriva, desilusionados, sus espíritus quebrados. La aplanadora les pasó por encima.

No pretendo echarle la culpa a nadie. Es 2008. El segundo quinquenio ya es historia. Vienen aires mejores. Es hora de volver a soñar. Pronto veremos un renovado esplendor en Valparaíso. Por ahora, ha llegado el momento de levantarse del suelo.

Es hora de recuperar la mística pérdida.