Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 22 de agosto de 2010

Un tren puede esconder a otro tren

Se trata de un poema del estadounidense Kenneth Koch (1925-2002), inspirado en un letrero que el poeta vio en Kenia. Parte:

En un poema, un verso puede esconder a otro verso,
De la misma manera que, en un cruce,
Un tren puede esconder a otro tren.
Así, si pretendes cruzar
La línea férrea espera un buen momento
Hasta que pase el primero. Y cuando leas
Espera hasta que hayas leído el próximo verso—
Allí, recién, sabrás si estás a salvo.
En una familia, una hermana puede ocultar a otra.
Así, cuando estés cortejando, mejor tenlas todas a la vista,
Pues, si no, al seducir una, podrías terminar
Enamorado de la otra.

¿Y en Valparaíso? Un cerro puede esconder a otro cerro. Tomemos el caso de Barón. ¿Cuándo es la última vez que llevaste tu señora a pololear allí? Recomiendo que lo hagas de inmediato.

Supongo que el mirador Portales, nombrado en honor al inquilino más famoso del cerro, sería un lugar obvio para partir. Así, no lo hagas. Parte, mejor, en la calle Setimio, el Montmarte porteño.

Caminar cualquier cerro porteño siempre trae una yapa. Está el paseo que ves y el otro que borbotea por dentro. Son dos paseos en uno. Un tren esconde a otro tren.

Setimio, por su parte, es de las pocas calles de cerro que hay en Valparaíso que siempre fue concebida como bulevar. Así, fue en 1845 cuando se colocó la primera piedra del convento de la orden Franciscana. ¿Que nosotros jamás hayamos cumplido tal mandato? Esto es otro problema.

Les invito a imaginar la cara de don Eduardo Provasoli cuando llegó por vez primera en 1890. El afamado arquitecto italiano, que, años después, levantaría la icónica Catedral de Castro en Chiloé, sería el encargado de construir aquí el torreón más famoso de Chile. Por mi parte, me es imposible caminar la calle Setimio sin imaginar cafés al aire libre y su bandejón central lleno de cerezos y almendros en flor.

Pero estar parado debajo de la Iglesia San Francisco al atardecer no requiere imaginación ninguna. Es una experiencia sin igual. El tiempo se detiene. ¿Cuántos personajes, llegando a vapor desde Europa tras navegar Cabo de Hornos, tuvieron su primera imagen de Valparaíso mirando hacía aquí? Está el convento con sus jardines y sus adoquines. Todo un paseo en si mismo. Maravilloso.

Doblando a la derecha por la calle Blanco Viel y ambulando por calles como Tocornal, Acevedo, y General Belgrano, nos entramos en el corazón del cerro Barón, un típico barrio porteño lleno de casitas de adobe y estucado, todas de fachada continua, con mucha vida de vereda. Cada esquina nos trae una tienda de empanadas o un almacén.

Subiendo el cerro, se llega a una pequeña plaza edificada por los mismos vecinos. El jardín es formidable. La vista del torreón insuperable. Desde este lugar, se descubre otro Valparaíso.

O, según Kenneth Koch: “Puede que sea importante/ haber esperado un momento/ a ver lo que siempre estuvo allí.

2 comentarios:

El Gringo dijo...

recibido via twitter: jcgarciapdea

Muy buena columna de @ToddTemkin de ayer en Mercurio Valpo. Interesante el rumbo que están tomando. La pueden ver en http://bit.ly/cPrSjZ

El Gringo dijo...

recibido via twitter:

de RauCoqui@ToddTemkin

muy reflexionadora tu columna, me hace pensar cuantas cosas no acabo de descubrir, saludos. #eso