Nuestro Valparaíso se ha convertido en una tentación irresistible para los candidatos presidenciales. ¿Las razones? Que la ciudad tiene necesidades singulares. Que representa un orgullo nacional. Que se presta para la foto. Pero más importante es que la Joya del Pacífico está en juego. A diferencia de Vitacura o La Pintana o Viña del Mar, el Puerto no tiene un comportamiento electoral predecible. Aquí puede pasar cualquier cosa.
Bienvenidos, señores candidatos presidenciales, a la ciudad más heterogénea de Chile. Desde los burreros de Yerbas Buenas hasta los gastrónomos del cerro Concepción; desde los universitarios croqueando iglesias hasta las madres esperando la Esmeralda con su guagua en brazos.
Somos la Capital Cultural, por cierto, con toda nuestra casta de artistas e intelectuales. Pero también somos “la ciudad de los abuelitos”, aquellos tiernos personajes con los cuales compartimos el descanso en la escalera. Valparaíso con sus apellidos croatas, alemanes, escoceses y ligures. Valparaíso con sus encapuchados del 21 de Mayo. Valparaíso, sede de la Armada de Chile.
En otras urbes, pobres y ricos viven segregados. En Valparaíso compartimos la vereda, el vecindario, el anfiteatro.
Tal diversidad enloquece a los gurús políticos. Hace poco, éstos hablaban de la “imbatible máquina DC” montado por Hernán Pinto. 6 años después, la DC no tiene ni alcalde ni diputado ni senador en el Puerto. Es que Valparaíso tiene un espíritu indomable. Coqueteamos con todos, pero no pertenecemos a nadie.
Así mis queridos co-ciudadanos, les ruego, les imploro, les suplico: Independiente de quien sea tu candidato, no dejemos pasar en vano nuestros 15 minutos de fama. Hay que saber sacarles provecho. Hay que exigirles un compromiso con firma y timbre.
Pero esta vez no desparramemos los esfuerzos lloriqueando por lo de siempre. Los perros, el desempleo, los ascensores, el aseo, la seguridad. Importantes todos. Pero cuando uno reclama por todo, no escuchan nada. Este año hay que hacer algo diferente. Hay que consensuar nuestro pedido. Y esto, mis amigos, se resume en 6 palabras. Ley Valparaíso. Ley Valparaíso. Ley Valparaíso.
No pierda ninguna oportunidad de exigirlo a gritos. Valparaíso, la única ciudad chilena que comparte categoría con Praga, Venecia, Cuzco, Budapest y Estambul, no puede cumplir con sus compromisos sociales, culturales y patrimoniales con las migajas que le llegan. No señor. Valparaíso exige un subsidio anual no menor a lo que recauda Viña por el casino, el Festival y las concesiones hoteleras. Son entre US$30 y 40 millones anuales. Sí señor.
Y no basta con exigirles un compromiso. Hay que mandar un mensaje: “Una vez instalados en el Patio de los Naranjos, nosotros, los porteños, les damos 7 meses. Si no hay proyecto de ley presentado al Congreso, tendrán 10 mil porteños —burreros, universitarios, abuelitos, madres, artistas, todos— acampados en la Plaza de la Constitución.
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2 comentarios:
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Todd,
Nosotros hacemos causa común contigo, me parece excelente tu propuesta y lo difundiremos de todas maneras. Por supuesto que estaremos dentro de los 10.000 si hay que protestar, y acarrearemos a todos nuestros amigos, no te quepa duda!! Un abrazo.
Carolina Galvez
Carolina,
Nunca estaba en duda tu presencia...
un abrazo,
Todd
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