Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

lunes, 1 de junio de 2009

Monumentos a la soledad y la melancolia

Existe un centenar de edificios porteños que sufren una patología conocida. Nacieron bellos, pero el dueño falleció. ¿Los herederos? No están. O se pelearon. Paulatinamente, los inmuebles se fueron repartiendo en docenas de roles distintos.

Un vecino coloca una calamina de onda chica, otro una plancha de zinc cuadrado. Don Pepe instala ventanas de 2x3 con marco de fierro; la señora Gloria, quien tiene un sobrino regalón en la marina mercante, se inspira a colocar ventanas redondas tipo barco. De la misma manera van alterándose puertas, rejas y balcones. 30 años después, se requiere de un experto en arqueología urbana para detectar que, allí, escondido debajo de tal mosaico de calaminas torcidas, había una vez un inmueble noble y hermoso.

Cuelgan de los cerros. Enmarcan las quebradas. Todos los días, camino a mi casa en el cerro San Juan de Dios, veo un par de dichos inmuebles que dominan el paisaje debajo de la calle Dinamarca en el cerro Panteón. Sé que los has visto.

El gobierno ha hecho un interesante esfuerzo en Valparaíso. Pero ni los subsidios MINVU ni los aportes CORFO se aplican aquí. Hay demasiados roles. ¿Qué inversionista va a negociar con 20 vecinos distintos? Tampoco pueden hacerlo los propios vecinos. Tendrían que ponerse de acuerdo los 20. Imposible. Allí están, nuestros monumentos, pudriéndose cada día.

Uno de los primeros proyectos de la Fundación Valparaíso, en 1998, fue recuperar 3 inmuebles de este tipo. Decían que éramos locos. "¿Por qué invertir en hermosear inmuebles que no son tuyos?", nos preguntaron. "¿Cuál es el gato encerrado?"

Solo queríamos mostrar que, con creatividad, se puede. Intuíamos que, invirtiendo en un par de edificios emblemáticos, podíamos cambiar la fisonomía de la ciudad.

Los inmuebles escogidos se ubicaban en el sector del Museo a Cielo Abierto. El proyecto arquitectónico estuvo a cargo de Marcela Hurtado, Nina Hormazábal y Eduardo Emperanza. Participaron 23 familias y una treintena de obreros. Los días viernes, la señora Sofía, una de las vecinas, preparaba empanadas.

Una vez recuperadas las estructuras, invitamos a 81 alumnos de diseño de la Universidad de Valparaíso a competir para hacer un proyecto de colores. Se dividieron en 32 grupos. Un jurado redujo sus propuestas a 3 finalistas. Los vecinos escogieron al ganador.

La pintura fue donada por Tricolor. Un grupo de universitarios de intercambio de EE.UU se ofreció a pintar. ¿El precio del proyecto? Aproximadamente 100 millones de pesos.
Once años después, las casas pintadas del Museo a Cielo Abierto han dado la vuelta al mundo. Aparecen en postales y guías turísticas. La municipalidad coloca su imagen en letreros y campañas internacionales. Plata bien gastada.

Valparaíso es una ciudad diferente. Requiere soluciones diferentes. Así, pongámonos las pilas. Inventemos un instrumento que nos permita transformar, con la ayuda de todos, nuestros monumentos a la soledad y la melancolía

3 comentarios:

paloma scheihing dijo...

Estimado Todd:
hace ya varios meses que no dejo de leer tus reportajes sobre Valparaíso, en primer lugar quiero felicitarte y me siento orgullosa que exista un extranjero que quiera tanto mi ciudad, tus ganas por embellecer y sacar adelante a Valpso. me causan admiración y gratitud hacia tu persona,hay tantas cosas pequeñas que van engrandeciendo los cerros pero se necesita gente con iniciativa para que se concreten por ejemplo el Cerro Esperanza donde vivo de a poco a ido cobrando vida por medio de un arquitecto amigo que ha ido implementando actividades culturales y los mismos vecinos han ido aportando arte en las fachadas, desde hace años que ya te ubico pues mi madre siempre me hablaba de un gringo que iba a pedirle datos a la municipalidad, soy la hija de Guadalupe Fullerton y espero algún día conocerte en persona para intercambiar ideas por realizar en esta hermosa pero mal cuidada ciudad.

un saludo afectuoso
Paloma Scheihing Fullerton

El Gringo dijo...

Estimada Palamo,

Siempre es importante escuchar de lectores fieles. Me honras. Voy a pasear por Esperanza a ver los cambios que mencionas. A lo mejor me inspiro. Saludos a tu mama. Seguramente, llegara el momento para conocernos.

saludos,
Todd

Leo Silva dijo...

Hola Todd:

Realmente lo que planteas es un zapato chino. Con respecto de los edificios, antiguas joyas arquitectónicas, hoy manoseados por sus propios habitantes. Tienes razón, en general están divididos en departamentos de personas humildes que modifican su espacio a voluntad.
Recuerdo muy bien el proyecto del museo a Cielo Abierto. Creo que estaba dentro del marco de "Un ascensor un barrio".
En lo personal, me interesaba mucho ese proyecto para ver si se replicaba en otros barrios contiguos a ascensores. No tengo idea de porqué la Municipalidad no replicó esta idea.
Valparaíso es dificil. Hace algunos días publiqué en mi blog Andanzas por Valparaíso algo de esta "Estética de la Ruina" como suelo llamarlo yo.
Quizás la idea sea que los propios porteños se miren definitivamente en su identidad para así comenzar a tomar conciencia de su patrimonio.
Eres un gran gestor sin duda alguna. Sin embargo te veo trabajando a tí y no veo a los porteños gestionando sus propias soluciones. Solo los veo reclamando y sin propuestas claras.
Es por eso que mi blog va dedicado a la identidad en sus pequeñas grandes cosas.
Sigamos soñando

Leo Silva