Hace 7 años, Fundación Valparaíso y Eurochile se juntaron para crear el gran Sendero Bicentenario (SB) en Valparaíso.
En estos días, el departamento de turismo promovía 4 circuitos. El alcalde Pinto reconocía los defectos de tal sistema. Que faltaban recursos. Que no existía señalética. Que la folletería daba pena. Los turistas requerirían de un doctorado en cartografía para ubicarse. Es más, el sistema obligaba generar una marca distinta para cada ruta. ¿Lo peor de todo? Las rutas dejaron centenares de joyas fuera. Si personas de la Iglesia San Francisco o la Avenida Gran Bretaña reclamaban, la única respuesta era “hay que inventar otra ruta”. Caos total.
Así, cuando mostramos el boceto del SB al Alcalde Pinto, apareció una sonrisa de oreja a oreja. Se generaría una sola ruta que cubriría toda la ciudad, igual que Boston y San Francisco. Tendría más de 30 kilómetros de extensión. Partiría en Torpederas. Zigzaguearía por todos los cerros hasta llegar Cerro Esperanza, donde bajaría hasta la Caleta Portales para volver por el Paseo Wheelwright, el plan, y Avenida Altamirano. Se dividiría en 15 etapas que se podía caminar en 90 minutos cada uno. Habría una sola marca, una sola señalética, una sola folletería.
Antes, si alguien tenía un restaurant en Cerro Florida o un B & B en Cerro La Cruz, estaban abandonados a su suerte. Ahora, estarían en la misma ruta del Paseo Gervasoni o el Paseo 21 de Mayo. “Hostal la Payita, en Cerro Lecheros, a pasos del kilometro 17 del Sendero Bicentenario.”
El proyecto postuló el Fondo de Desarrollo e Innovación (FDI) de la CORFO. Ganó. Constituimos una mesa de trabajo con los directores de turismo y patrimonio, la dirección regional de Sernatur, y una docena de académicos y otras autoridades.
Se trazó una ruta que incluía todos los monumentos nacionales. Es más, introducíamos un sinnúmero de joyas totalmente desconocidas—pasajes, iglesias, cites, conventillos. Cuando se lanzó el texto oficial, en inglés y español, escrita por Manuel Peña y asesorado por el Premio Nacional Alfonso Calderón y quien escribe, el Intendente Guastavino dijo: “Este libro debe ser lectura obligatoria para todos los porteños.” Se llamó a concurso nacional para desarrollar la marca y la señalética.
Con las platas CORFO, se alcanzó a hacer todo esto. Se publicó el libro con 150 imágenes. Se creó un hermoso sitio web. Hasta se instaló señalética en 2 secciones. Se capacitó un centenar de pymes y guías. El Intendente Marcos Núñez se comprometió a financiar la señalética que faltaba. Luego, se recibió un respaldo similar de Luis Guastavino.
Todo bien hasta que cambió el alcalde. En 4 años, Don Aldo Cornejo no me recibió una sola vez. Fuentes dentro del municipio me explicaban: “El Alcalde quiere hacer borrón y cuenta nueva”. En su defensa, contrató buenos profesionales en turismo. Pero estos mismos, cuando les tocaba viajar a ferias internacionales, me pedían copias de la guía del SB. “Es la mejor que hay”, me decían.
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