Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 8 de marzo de 2009

Sueños

No le tengo miedo a la muerte. Para mí, es un sueño más. Otro paso en nuestro largo viaje de muchas estaciones.

Lo que sí temo es que no alcance a descifrar los sueños despiertos. Estos son los milagros, los “sincronismos” que nos rodean en cada momento. Ojalá que no esté tan enganchado con lo frívolo como para que tales milagros pasen inadvertidos.

Un sueño despierto puede ser sutil o violento. Por ejemplo, estás pensando en alguien que no has visto por mucho tiempo y justo tal persona te llama. O mientras haces la cola en el banco piensas en alguien y, dos minutos después, esta persona se te cruza en la calle. Pero también hay sueños violentos, como el que le tocó a mi familia durante la primavera de 1981, cuando los médicos nos revelaron que la tos que afligía mi hermana Robyn no era una neumonía, como se pensaba, sino un melanoma maligno muy avanzado. Robyn tenía 22 años. Alcanzó a vivir 3 meses más.

El impacto de este sueño despierto, llamémoslo “pesadilla”, casi nos aplastaría. Durante años, mi mamá, mi papá, mi otra hermana y yo andábamos a la deriva. Pero logramos reconstruir nuestras vidas y, en honor a Robyn, cada uno ha transformado lo suyo en algo especial. Si no fuese por Robyn, yo no habría “despertado” a buscar otros caminos. No habría encontrado la poesía, la filosofía de los sueños, Valparaíso.

Ahora, ¿fue una casualidad que, varios días antes de la tragedia de Pensacola, el embajador de EE.UU. me llamara desde su celular personal para invitarme a almorzar? No creo.

El viernes después de la tragedia, mi celular volvió a sonar. Otra vez era el embajador. Estaba en camino de visitar a los padres de Racine Balbontín, que viven en el Pasaje Harrington. Estaban perdidos. Supongo que un porteño en mil sabe dónde está el Pasaje Harrington. Es pequeñito. Pero yo sí sé. Me tocó visitarlo cuando la Fundación desarrollaba el Sendero Bicentenario. Me enamoré del pasaje desde el primer momento. “Sí, embajador, conozco el pasaje; está en Playa Ancha, al lado de la avenida Gran Bretaña, frente al ex Hospital Naval”.

¿Casualidad? No. ¿Sueño despierto? Sí. Pero esta historia tiene más vueltas. Los sueños despiertos, igual como Valparaíso, son un laberinto complejo de descifrar.

La tragedia de Pensacola me impactó, pero me pilló con mi propio sueño. He estado preocupado por mi padre. Está muy enfermo. Estoy tan distraído que no alcancé a fijarme en todos los nombres afectados por la tragedia.

Tuve que viajar a EE.UU., a estar con mi papá. Allá, me suena, otra vez, el celular. Es mi señora: “Todd, el pololo de la Racine era Francisco Cofré”. Me quedé congelado. Conozco a Francisco. Sus padres, Lucy y Mario, aparecen en el primer poema de mi libro. Pilar continúa: “Lucy ha tenido problemas con la visa para viajar”. No lo puedo creer. Pilar me recuerda: “Todd, tienes el número del embajador en tu Blackberry”...

A todos los afectados por este desastre, un abrazo eterno. A los familiares: que la pesadilla no los aplaste. Aguanten. Los sueños despiertos son aquellos momentos cuando la vida nos invita a despertar.

2 comentarios:

calli dijo...

Todd querido,
ya lei tu columna y me dejaste helada...(me lo mando Gloria) Solo darte nuestros agradecimientos a ti y a Pilar. Gracias por el empujon en la Embajada. Siempre te leo y me habia extrañado no verte en las ultimas 2 semanas. Ahora se el motivo. Un gran abrazo para los 4 y los mejores deseos para tu padre. Lucy y familia

El Gringo dijo...

Querida Lucy,

No hay palabras. Te quiero y estoy con Uds. Que las bendiciones sean. Nos abrazaremos cuando vuelva a Valpo. Estoy pensando en tí.