De las innumerables descripciones que se escuchan en referencia a Valparaíso, hay dos que no soporto: “ciudad poética” y “ciudad mágica”. Cualquiera de las dos me pone los pelos de punta. Me hace extrañar aún más nuestro Nobel del cerro Bellavista. Si escucho “ciudad poética” una vez más te juro… Voy a “ir por las calles con un cuchillo verde/ y dando gritos hasta morir de frío”.
“Ciudad poética” es un verso escrito por funcionarios. Habla de poesía pero no la tiene. Es el equivalente de la empresa Nike haciendo la siguiente campaña de marketing: “buenos zapatos”. Impresentable.
No me digas que Valparaíso tiene poesía. Muéstramelo.
Al inaugurar el portal “ciudaddevalparaiso”, Agustín Squella nos recordó una anécdota de Manuel Peña, la del inmigrante alemán que compró su casa en cerro Alegre porque “se había enamorado de una puerta.” Eso sí es lindo. Mi señora me reta por repetir demasiado: “Valparaíso es la única ciudad donde, día por medio, hay un burro estacionado debajo del letrero que dice ‘Reservado Gerente Bolsa de Valores’”. Me gusta. Sobre Valparaíso se pueden decir miles de cosas bellas.
Pero “ciudad poética” no es una de ellas. En el marketing, al igual como en el buen verso, si tienes que explicarme lo que debo sentir, fracasaste.
Voy a mi biblioteca y saco “Trece maneras de mirar a un mirlo” de Wallace Stevens (1875-1959). Se trata de un poema de calidad universal, de aquellos capaces de transformar nuestra vida en un instante:
1
Entre veinte cerros nevados
lo único que se movía
era el ojo de un mirlo.
2
Yo era de tres pareceres,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
3
En el viento de otoño giraba el mirlo.
Tenía un papel muy breve en la pantomima.
4
Un hombre y una mujerson uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
son uno.
5
Yo no sé cuál prefiero:
la belleza de las inflexiones
o la belleza de las insinuaciones,
el mirlo silbando
o después.
Ya tienes la idea. Son 13 esbozos. Sumando uno al otro, se abre un universo. Cuando algo es bueno, es bueno. No hay que discutirlo. Este poema estará vigente siglos después de que tú y yo ya no estemos.
Es lo que deseo para Valparaíso. Una campaña que haga respirar nuestra poesía sin anunciarlo; que capte nuestra universalidad sin decir “somos universales”.
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2 comentarios:
Efectivamente, gran guardián, las dos calificaciones están de más y obviamente son subjetivas al observador ocasional o al habitante permanente, el resto es un marketing demasiado repetido que poco aporta, nuestra ciudad solamente hay que vivirla y ojalá cuidarla con todas nuestras fuerzas.
Salu2
Curiosamente, creo que el marketing, profesional y bien aplicado, puede aportar. Lo importante es evitar los cliches como plaga; entender que una campaña comunicativa para Valparaíso no debería caer en la trampa de describir a Valparaíso (el ejemplo de Nike: "buenos zapatos"); el objetivo debe ser apuntar hacia el alma del público y apostar que nuestra ciudad efectivamente ofrece algo profundo que la gente busca, sin saber exactamente lo que es que estan buscando. Saludos... TT
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