Moriré en Valparaíso

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Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 22 de marzo de 2009

Un gringo màs, un gringo menos

Durante una soleada tarde de 2000, El Presidente Lagos subió a un improvisado podio rodeado por 2 mil porteños en el sector del espigón. Prometió apoyar con todo la postulación ante la UNESCO. Se explayó sobre el proyecto Merval. Adelantó la recuperación de la Avenida Altamirano y el Paseo Wheelwright. Finalmente, miró hacía el sector Barón y extendió su famoso dedo. Argumentó que si Barcelona, Buenos Aires, Baltimore y Ciudad de Cabo podían reinventar sus bordes costeros, ¿por qué no podía hacerlo Valparaíso? Prometió que antes de terminar su mandato, Valparaíso se reencontraría con el mar en el sector Barón. El público aplaudió a rabiar.

La EPV licitó el Plan Maestro. El consorcio ganador trabajó con autoridades ministeriales y municipales. Convocó “focus groups” con gremios, ONGs, juntas vecinales y ciudadanos. Se debatió sobre las alturas, los posibles usos, la inclusión o no de viviendas, si valía la pena o no recuperar la bodega Simón Bolívar, etc. Al fin, se entregó un Plan Maestro.

La EPV recibió el estudio e hizo algunas modificaciones. Al fin se preparó una licitación, que fue postergada una y otra vez.

Termina Lagos. Entra Bachelet. Por fin se licita. La Presidenta, acompañada por el alcalde Cornejo, anuncia a los ganadores: el Grupo Plaza. No habría rascacielos. Sí habría comercio, hotel, paseos, plazas y explanadas. Se prometió 2.500 puestos de trabajo. Puros aplausos y abrazos.

¿El problema? Se había tardado 6 años en diseñar y licitar la transformación más ambiciosa de los últimos 50 años en Valparaíso. En el entretanto, la dinámica había cambiado. Atrás quedaba la ciudad “unida” tras la postulación UNESCO. En su lugar quedó un complejo mosaico de agrupaciones con ideologías cruzadas. Hoy, cada vez que se intenta mover una piedra en el Puerto aparecen 3 grupos para defenderla.

Mientras la convivencia porteña se volvía cada vez más hostil, veíamos a Aldo Cornejo absolutamente sobrepasado. Su discurso sobre Puerto Barón (PB) se hundía en un mar de matices. Al fin, nadie supo si estaba a favor o en contra. Así, nadie se sorprendía cuando la votación se postergaba una y otra vez.

Mientras las sesiones del Concejo se deterioraban por los gritos de los ciudadanos a favor y “la señora que tira huevos”, parecía que los más adultos en este proceso eran el Grupo Plaza. Les han dicho de todo. Les han pedido mil y un cambios. Han hecho mil y un cambios. Dicen estar expuestos a mil cambios más. Sólo necesitan una cosa: un metro ochenta más de altura.

Yo mido un metro ochenta y uno. El Grupo Plaza necesita menos de “un gringo” más. ¿Lo más loco de todo? PB ya ha sido aprobado. Lo que se está votando ahora no es PB. Lo que se está votando es un metro ochenta más.

Estimados concejales: Sabemos que hay 100 argumentos a favor y 100 argumentos en contra. Nadie les dijo que sería fácil. Pero nadie les obligó a postularse tampoco. Ha llegado el momento de votar. O están a favor o están en contra. ¿Abstenerse? No es una opción.

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