¿Quieres ver sufrir a un poeta? Fácil. Pregúntale "¿sobre qué escribes?". De repente, desaparece el color de sus mejillas. Le empieza a doler la guata. Aparece el tic nervioso.
Quien comete tales crímenes contra nuestros vates no tiene idea de su pecado. Al contrario, se considera una persona educada, "polite". ¿Lo más probable? Nunca ha conocido un poeta de carne y hueso.
Tal vez recuerda haber visto una apolillada foto de William Butler Yeats mirando por la ventana de su casa de campo en las afueras de Dublín. La imagen demuestra al poeta hurgando la neblina por la palabra precisa, y, al encontrarla, mojando meticulosamente la punta de su pluma en un pozo de tinta. Dado tal contexto, "¿sobre qué escribes?" parecería una indagación lógica.
Pero para al poeta contemporáneo tal inocente interrogación le parece invasiva y espantosa. Se basa en un montón de supuestos incorrectos. ¿Lo más grave? Que los grandes poetas controlan sus escritos.
"Un poema es un niño", decía Michael Dennis Browne. "El poeta, igual como la mujer, tiene un huevo adentro. Pero el huevo no puede tomar vida si una fuerza externa no lo fertiliza. El poema, ya fertilizado, no le pertenece al poeta. Puede que éste le de forma; puede que lo guíe, pero no le pertenece."
Los grandes poetas ya no escriben sobre temáticas preconcebidas. Escriben imágenes. De tales imágenes nacen otras imágenes. ¿Y las imágenes? Se descubren con palabras.
"Las palabras hacen el amor como moscas en el sopor del verano", ha escrito Charles Simic,"el poeta es un mero espectador intrigado".
"Los pintores pintan colores, los poetas escriben palabras", ha dicho Donald Hall, otro grande. William Stafford comparó su proceso poético con "descubrir en la oscuridad un hilo dorado fino y delgado". Para Stafford, encontrar este hilo en la negrura del subconsciente constituía la primera tarea del poeta. ¿El segundo? Saber tirarla tan suavemente que avanzara hacía el, "sin que rompe y desaparece para siempre".
Me nacen estas reflexiones a partir de una interesante carta recibida. El lector, un tipo inteligente, rechaza "tanto el optimismo ciego (se entiende quien escribe) como el pesimismo a ultranza". Continúa: "Señor Temkin, su propia subjetividad, transida por la poesía del lugar, no es la medida para juzgar la realidad de Valparaíso".
Absolutamente de acuerdo. Sólo quisiera aclarar que no considero mí responsabilidad juzgar a Valparaíso. ¿Quién soy yo para juzgar a Valparaíso? Sólo escribo lo que me llega. Cada uno saca sus propias conclusiones.
Otra persona, al enterarse que un importante editorial publicará prontamente una colección de mis columnas en este Diario, me preguntó: "¿De qué se trata el libro?". "No tengo idea", le contesté. "No creo, de todos modos, que se trate sólo de Valparaíso". Solo sé que esta ciudad posee una extraña poder sobre mí. Encanta e hipnotiza. Asusta y espanta. En palabras del Gitano Rodríguez, "agarra como el hambre".
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3 comentarios:
Recibido de Johney Foxley via Twitter:
Qué bueno saber que preparas colección de tus columnas. No dejes de convidarme al lanzamiento. Cheers for now!
me encanta saber que pronto habrá un documento físico que reúna tus palabras. me ha llamado la atención que precisamente hables de: ¿de que escribes?. pues ayer me hicieron una breve entrevista por lo de mi novela y la verdad la primera pregunta fue: ¿de que trata tu novela? y mi respuesta fue una contra pregunta ¿de qué trata?, es sabido que no es la mejor forma de responder, pero ¿que mas podía hacer?. cuando explico que es del genero fantasía sobrenatural, sus caras me hacen creer que no he respondido aun. y eso si que tiende a frustrar. seres incomprendidos, eso somos. jajaj.
Gracias. El libro, como todos los libros, ha sido un parto complejo. Pero en unos pocos meses deber ver la luz. Estoy contento y agradecido por el apoyo que me han brindado mis lectores.
saludos, TT
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