El viernes a las 21:15, degustaba un delicioso coctel celebrando el traspaso del edificio Cousiño desde el Municipio al DUOC UC. De repente se me acerca un conocido periodista. Me pregunta mí parecer sobre lo sucedido. “¿Qué simboliza esto para ti?”
Miré el micrófono y respiré hondo. No sabía que decir. Mi mente navegaba por un mar de imágenes.
Recordé una tarde en particular, 7 años y un par de alcaldes atrás. Mi amigo Jorge Martínez me había invitado a su oficina para presentarme un proyecto. Escuché atentamente. No quise decirle nada para no aguar su entusiasmo. Pero, para ser honesto, lo encontré una quijotada sin precedentes. ¿Comprar el edificio Cousiño? ¿Cómo vas a vender el proyecto a la plana mayor del DUOC UC en Santiago? ¿Cómo vas a convencerles a meterse en un proyecto fuera de su giro? Simultáneamente, habría que negociar con múltiples interlocutores. Habría que tratar en forma paralela con los múltiples dueños del edificio, el alcalde, y la directiva del Plan Valparaíso. Jorge no dudó. Así, partió el periplo de mi amigo.
Durante estos 7 años, Jorge me llamó en no menos de 10 ocasiones: “Está todo listo. Lo logramos”.
Pero siempre aparecería una nueva piedra en el camino. Con cada cambio de alcalde, se cambiaría los términos. Cuando se desmanteló el Plan Valparaíso, había que partir de cero con otra institucionalidad. Había que modificar la ley para permitir que la municipalidad adquiera el edificio. Eterno. Después, había que negociar con los dueños la otra parte. ¿Otro problema? Los dueños no eran uno sino varios. Cada vez que se llegaba a un acuerdo con uno, el otro cambiaba las reglas. Por fin, estaba listo. “¿Ahora qué puede pasar?” pensó Jorge.
Apareció otra empresa a solicitar el embargo del edificio.
Era Odiseo buscando a Ítaca. Pero mi amigo nunca bajaría los brazos. Ahora, 7 años más tarde, el DUOC UC recibe las llaves del edificio. Miré para un lado durante la ceremonia. Juro haber visto la mirada húmeda en los ojos de mi amigo, el siempre sobrio Jorge Martínez.
Aun no había contestado el periodista. ¿Qué simboliza todo esto?
“660 días”, le dije. “22 meses”. Me miró algo confuso. “Es lo que dura el embarazo de un elefante”, explique. “En cualquier ciudad, si quieres levantar un proyecto, es un parto. Es normal. Pero en Valparaíso, nuestros partos nunca son normales. Los nuestros son partos de elefantes”.
Pensé en otro amigo, Juan Carlos García, director del MOP de la quinta región. Este año se colocará la primera piedra del Centro Cultural de la ex – Cárcel. Se ha demorado 10 años. Parto de elefante. Otro amigo que vi en el coctel era Harald Jaeger, gerente general de la EPV. Este año se inicia la transformación del borde costero. Otros 10 años. Parto de elefante.
“Así”, le dije al periodista, “¿Quieres saber lo que significa esto para mí? Significa que, después de años de frustración, ha llegado la hora de Valparaíso. Que disfrutemos esto. Que nazcan los elefantes”.
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2 comentarios:
Simplemente inspirador!!!!!
Sin Quijotes no hay sueños y, mejor que eso, delirio.
Se necesita ser un delirante, un afiebrado, un apasionado, un optimista que raya en anormalidad, para embarcarse en estos proyectos y en estos partos de "dinosaurios".
Saldré a las calles de Valparaíso esta mañana y respiraré el nuevo aire, compraré empanadas en "Las Famosas" y beberé un café en "Subterraneo".
Gracias a los soñadores
Despierta Valparaíso
Leo Silva
http://andanzasporvalparaiso.blogspot.com/
Gracias Leo,
Era hora ya.
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