Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 12 de abril de 2009

Otra vez el apocalipsis

En 1997, el Gobierno preparaba las licitaciones portuarias. Después de un exhaustivo análisis, optó por un sistema mono-operador. Se anunció el fin de mundo. Se tomaron el congreso. Colapsó la Avenida Pedro Montt. Día por medio, La Avenida Errazurriz amanecía debajo del humo de neumáticos quemados. “El Puerto”, decían, “morirá”.

Pero el Gobierno no pestañeó y, en ’99, un nuevo operador, TPS, asumió el control del Terminal 1. El concesionario adelantó sus inversiones. Llegaron 2 grúas pórtico y después 2 más. En 2004, vino una gestión que cambiaría la historia de Valparaíso, causando, a su vez, un terremoto en el mapa portuario nacional. Dos gigantescos armadores, MSC y Hamburg Sud, anunciaron que dejarían a San Antonio en favor de Valparaíso. De un pincelazo, Valparaíso sumaría más de 100 recaladas nuevas al año. El crecimiento del Puerto de Valparaíso duplicaría la tasa nacional. Hoy, lejos de “morir”, Valparaíso supera a San Antonio en contenedores movilizados. Es un verdadero milagro.

¿Y cómo se ha portado nuestro concesionario como ciudadano patrimonial?

Subsidia 15 colegios municipalizados. Entrega una impresionante cantidad de becas de educación superior a los hijos de portuarios. Está presente en todas las actividades deportivas. Ayudó a recuperar el Teatro Deutsches Haus en el Cerro Concepción. Ha financiado “La Pérgola de las Flores”, la “Opera en el Mar” y otros proyectos importantes. Cuando el Wanderito tocó suelo, se la jugó para levantarlo.

¿Y que pasa con aquellas personas que anunciaban el apocalipsis? ¿Acaso alguno ha dicho “me equivoque”? Ni uno. Dos años después de la “guerra portuaria” estaban en otra. Ya tenían otro “leitmotiv”: evitar a todo costo que se levantara un pequeño Santa Isabel cerca de la Iglesia de la Matriz.

Otra vez, la sangre llegó al río. Se anunciaba que, por culpa de dicho proyecto, moriría el Barrio Puerto. Reclamaban, “El historicismo falso transformaría a Valparaíso en una Disneylandia patrimonial”. Insistían, “Si se aprueba, ES SEGURO que la UNESCO le quitaría a Valparaíso su título patrimonial”.

Allí esta, hace 2 años, el pequeño supermercado. Ninguna de las “7 plagas de Egipto” nos ha caído. ¿Y sus detractores? Ni una palabra. Ya estaban en otra. Venía otro apocalipsis en el horizonte: Puerto Barón (PB).

Está bien. Hay que luchar por sus valores. Lo aplaudo. Pero si quieren mi respeto, hay que ser capaz de reconocer los errores. Hay que saber ganar y hay que saber perder.

TPS supo ganar con humildad. Entendió la importancia de hacer la ciudad “socia” de sus éxitos. En mi opinion, esto será el principal desafío del Grupo Plaza. Con PB, no bastará alcanzar a las expectativas. Hay que superarlas. Debe ser bello. Sus espacios públicos deben inspirar e invitar. Hay que redoblar la infraestructura cultural. Esta debe deleitarnos con alegría y arte.

Con buenas obras ganarán la confianza de 90% de la ciudad. ¿El 10% que falta?

No se preocupen. Encontrarán otro apocalipsis en el camino.

1 comentario:

El Gringo dijo...

Recibido por mercuriovalpo.cl:

Por desgracia, Valparaíso siempre ha debido estar luchando y desgastando en discusiones estériles con sus
"defensores" que sólo se oponen a todo y nunca tiene una propuesta válida ni valiosa para la ciudad. Són sólo un 10%, pero, sus escándalos que son cubiertos ampliamente por los medios, aparecen como atendibles, pero al final y después de un análisis menos apasionado no se puede sino concluir que no puede ser posible que alguien pueda esgrimir tales argumentos para oponerse a todo desarrollo y progreso de la ciudad. Como aquél argumento de pelear por "la calidad de vida de la ciudad" para oponerse a Puerto Barón como si la contaminante actividad portuaria que no da ningún acceso al mar nos diese mejor calidad de vida que una actividad turística y cultural con hermosos paseos y miradores al borde del mar para el disfrute de todos nosotros.
Sus argumentos para oponerse a todo no resisten el menor análisis. Sólo ser susceptible y desconfiado respecto de sus motivaciones.