Un nuevo estudio gringo confirma lo que ya intuíamos: La mayoría de los personajes públicos sufren algún grado de narcisismo. Para validar su hipótesis, los sicólogos aplicaron un conocido test sobre la materia a actores, políticos, artistas, escritores, etc. Después, compararon los resultados contra aquellos sacados de personas “normales”. Los resultados fueron abrumadores.
Que los poetas sean incluidos en tal ignominiosa lista no sorprendió a mi señora. Me ama y me tolera. Pero sabe que, cuando de narcicismo se trata, el único Temkin que me hace peso es Mischa, nuestro gatito siamés. Basta ver que tenemos visita y este último salta a la mesa y empieza su rutina, “las 5 poses de los dioses egipcios”. No se detiene hasta que la conversación se centra en él. De tal palo tal astilla. Por lo menos Mischa puede morir en paz sabiendo que jamás se ha buscado en Google.
En mi defensa, sugiero que el narcicismo no solamente aflige a las personas. También caracteriza a ciertas ciudades. Los Neoyorkinos, por ejemplo. No los soporto. Mi mamá aún recuerda a cierta dama de Manhattan que le expresó su asombro al enterrarse que había una carretera que conecta Milwaukee, que tiene un millón y medio de habitantes, con Chicago, que tiene seis. “Por lo menos no te preguntó si tenemos luz y agua”, le dije.
Los de San Francisco no son mejores. Estos sí saben que hay otras ciudades. Sólo no creen que sea necesario bajar del Olimpo a conocerlas. “¿Has visto el atardecer sobre el Golden Gate?”, te preguntan. Que sea cierto no te da licencia a ser pedante. Así, tampoco los soporto.
Sobre el narcicismo parisino se ha escrito bastante. Y lo de otras ciudades también, lo cual me hace reflexionar: ¿existe algún narcismo porteño?, y si hay, ¿cómo se manifiesta?
Personalmente, creo que este aún está en formación. Para ser narcisista, hay que creerse el centro del Universo, como Mischa. El Puerto tiene gente narcisista, por cierto. Por ejemplo, están los empresarios gastronómicos que te dicen: “tal vez te tengo una mesa para 4 el 23 de abril. Pero en 2011”.
Aun así, Valparaíso, como ciudad, no cree su propio cuento. Ojalá que lo creyera.
Lo que sí hay son muchos incapaces de abstraerse de su propia Valparaíso. Es un narcicismo menos encantador, más peligroso. Vivir en una ciudad que tiene mil interpretaciones sería una virtud en cualquier parte. Pero, aquí, por alguna razón, siempre llegamos a combos.
Lo cual nos desemboca en el título de hoy, un “homenaje” a un cuento del gran Raymond Carver, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Cuatro personajes pasan una tarde conversando. Hay 2 botellas de Gin. Cada uno cuenta una experiencia que, se supone, ejemplifica el amor. Pero las historias sugieren más dudas que respuestas. A lo largo, se empieza a sospechar que ninguno de los cuatro sabe. Las botellas se vacían y el sol se pone. El cuento termina con los 4 personajes a oscuras.
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3 comentarios:
I want to hold my marriage with my bride from the united states, I want to know the rates in your establishment on the terrace overlooking the harbour.is it possible for some blues to be played durig the party? My fiancee has special dietary requirements but we want a cross cultural ceremony. beforehandmany thanks
please reply at moncayo@gmail.com
Estimado Todd:
Te invito a que leas mi blog: Andanzas por Valparaíso.
http://andanzasporvalparaiso.blogspot.com/
Espero poder contar con tu lectura.
Grandes abrazos
Leo Silva
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