Pisé suelo chileno por vez primera a las 8:35 a.m. del 29 de diciembre 1992. Había viajado en la bien desaparecida Líneas Aéreas Paraguayas (LAP) con escala en Asunción. Me habían prometido que mi gato siamés viajaría conmigo como pasajero, pero al llegar al aeropuerto de Miami, me cambiaron el cuento. "El vuelo esta sobrevendido. El gato tiene que viajar como carga".
No venía con la jaula adecuada. En Santiago me recibió un aeropuerto el tamaño de una cajita de fósforos. Cuando me entregaron al gato, trataron de explicarme algo. Pero los 2 años que estudié español en Minneapolis no me habían preparado para esto. No entendí nada. El pobre estaba tan deshidratado que su nariz color café venía blanca con una costra de sal. Casi me morí.
El 3 de enero subí a un bus para mi primera visita al Puerto. En la estación de buses tomé una micro verde y el conductor no me dio boleto. Bajé en la Plaza Victoria, caminé hasta la Sotomayor, y alquilé una habitación en el Hotel Reina Victoria. Tras dejar mi mochila y mi bolso, salí a explorar. Llegue hasta el Ascensor Concepción. Subí y empecé a caminar.
Siempre me preguntan, "¿Todd, cuál fue su primera impresión de Valparaíso?" Ojalá que fuera más romántica. Ojalá que les pudiera decir que los cielos se abrieron y Dios me habló. Pero, para ser honesto, no era nada de esto. Si recuerdo bien, mi primera observación, subiendo la escalera Templeman hacía la Plazuela San Luis, fue, "Vaya, esta ciudad podría ser bonita si la pintaran".
En una esquina frente al Hospital Alemán, paré en un boliche para pedir indicaciones para llegar a La Sebastiana. La señora era muy cariñosa. Cuando le pedí un baño me dejó usar el de su casa. Nos comunicamos con gestos. Solo capté que La Sebastiana estaba lejos. Que tenía que bajar a la Avenida Alemania y seguir caminando. Harto. Así, caminé. Mucho. Pasé la Plaza Bismark y al almacén "Los Dos Patricios".
Debería haber caminado horas. Caminé tanto que pasé los cerros Bellavista, Florida, Mariposas, y Monjas volando. Llego hasta La Cruz subiendo y bajando. Allí me explican que había pasado La Sebastiana hace rato. Tenía que volver.Tras 4 horas llego a las puertas de La Sebastiana. Me recibió una reja de fierro forjado y un pequeño letrero. Estaba cerrado. Era lunes.
Han pasado más de 15 años. Un tercio de mi vida. Sigo perdido en Valparaíso. Enamoradamente perdido. Lo cual me trae al tema de las elecciones municipales.
No te voy a decir "vota por fulano". Al asumir el mando de la Fundación Valparaíso juré que no usaría mi cargo para influir así. Solo quiero que sepas que el destino de Valparaíso me importa. Mucho. Así, te emplazo: al llenar su papelito, piensa: "Hace 5 años fuimos declarado Patrimonio de la Humanidad. ¿Estoy contento con la conducción de la ciudad desde este entonces"? Basta con eso. Valparaíso no merece que se vote ni por partidos ni pactos ni coaliciones. Vota con tu corazón. Vota por la ciudad.
Yo me comprometo a trabajar con la persona que escogas.
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2 comentarios:
HOla Todd
No me gusta la derecha, en su pensamiento más profundo, pero sí, son buenos administradores. ¿qué hacer? pensar en Valparaíso, estamos en períodos de desiciones importantes (licitaciones del terminal 2 del puerto, ex-cárcel, etc)
Fuerza por conservar lo esencial
Hola Fernando,
Gracias por tu aporte. Estoy trabajando en una nueva columna sobre el dilema que mencionas. Saludos...
TT
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