En los diez años de la Fundación Valparaíso he concedido innumerables entrevistas, principalmente sobre nuestra ciudad. Curiosamente, cuando de medios nacionales se trata, las primeras tres preguntas son siempre las mismas: ¿Por qué tenía que ser un gringo el creador de la Fundación Valparaíso? ¿Tienes alguna relación con Tompkins?, y ¿Vives en Valparaíso?
La primera pregunta pareciera inocente, pero no lo es. De un pincelazo, el periodista está lanzando a la mesa una hipótesis basada en un cliché. Este dice que los chilenos no saben valorar lo que tienen y que aunque lo hicieran nadie los tomaría en cuenta porque son chilenos. Subyace bajo esta pregunta una trampa sutil: El periodista quiere saber si estoy frustrado con el medio. ¿Aprovecharé la entrevista para lavar ropa sucia?
Chile, como cualquier otro país, tiene gente brillante y otra no tanto. Con Valparaíso tuve la suerte de estar en el lugar correcto en el momento correcto. Punto. Tenía la pasión y la formación para hacerlo. ¿Hay chilenos que podrían haber hecho lo mismo? Sí.
Segunda pregunta.
Lo de Tompkins, independiente de lo que uno piense de él, es una pregunta abiertamente malintencionada. Cinco años en la universidad bastan y sobran para saber que apellidos parecidos no indican parentesco. Matta no es Matte. Pero el periodista está lanzando un anzuelo. Quiere inducir alguna declaración incendiaria, a favor o en contra, y quiere ver si hay algún gato encerrado. A lo menos quiere saber cuántas veces me han hecho la misma pregunta (muchas), y sugiere que lo anterior confirma su propia tesis sobre la "incultura de sus compatriotas".
Inevitablemente, aprovecho la oportunidad para contar mi experiencia de haber sido huésped de Douglas durante tres días a las orillas del fiordo Reñihué del Parque Pumalín. Lo visto retrata a un personaje de película, uno que inspira amor y odio, alguien que no cabe dentro de estereotipos fáciles. Douglas es complejo, fascinante. Lleno de matices.
Compartimos la pasión por Bob Dylan, pero nos enganchamos discutiendo el significado del arte. ¿Raya para la suma? Lo admiro. Pero me da susto su fundamentalismo ideológico.
Tercera pregunta: ¿Vives en Valparaíso?
Esta pregunta revela el cinismo que aún existe en el medio con respeto a nuestra ciudad. ¿Es posible que "el gringo de la Fundación Valparaíso", en realidad, viva en Viña del Mar?
Detrás de ésta y las demás preguntas se esconde algo más profundo. Lo que realmente quieren saber es: ¿Soy héroe o impostor? ¿Soy el típico idealista gringo que llega como oveja y termina siendo devorado por los lobos? O ¿Soy un yanqui imperialista escondido en un Caballo de Troya?
Así, no les doy en el gusto. Por supuesto que vivo en Valparaíso. Feliz, compadre. Feliz. Con esto, el periodista, inevitablemente, deja escapar una mueca de aprobación y asombro.
He aprobado el examen de las tres preguntas. Ahora empiece la entrevista de verdad. Ahora hablemos de Valparaíso.
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