Moriré en Valparaíso

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Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

sábado, 21 de junio de 2008

Arthur P. Ziegler





Los innumerables cerros de Pittsburgh no fueron esculpidos por acción del mar, sino por los meandros de tres hermosos efluentes —los ríos Monongahella, Allegheny y Ohio. Por sus aguas pasó gran parte del acero mundial, despachado por las fundiciones gigantescas de Bethlehem, Republic y US Steel. Entre las familias más poderosas de la historia hay varios de Pittsburgh: los Carnegie, Mellon, Frick, Heinz, Westinghouse. La ciudad poseía el ingreso per cápita más alto de EE.UU. Contaba con 12 funiculares. Más que San Francisco, Pittsburgh es la ciudad gringa más parecida a Valparaíso.

Todo bien hasta que se agotó el mineral. Ahí, Pittsburgh entró en decadencia. Tras décadas de abandono, la otrora capital del hierro parecía una ciudad fantasma. Perdió 10 de sus 12 ascensores. Sus bordes fluviales eran páramos industriales.

Entra Arthur P. Ziegler. Durante los ’60, este veinteañero se inició como activista empeñado en salvar los barrios históricos. Fundó la Pittsburgh Historical Landmarks Foundation (PHLF), la primera de su género en USA. ¿Su primera jugada? Convencer a un filántropo a donarle el dinero necesario para adquirir una estación de ferrocarriles abandonada, la Lake Erie Railroad. PHLF la convertiría en un centro cultural con oficinas y, luego, un hotel. Era el primer proyecto de su género en EE.UU. Sin saberlo, el joven Arthur había inventado el preservacionismo estadounidense.


Hoy, 40 años después, PHLF ha recuperado gran parte de los bordes fluviales. Ha reciclado tesoros industriales. Además, innovó el proyecto “Ciudad de Vecindarios”, para fortalecer la identidad de 58 comunidades dentro de un Pittsburgh que, hoy, luce absolutamente transformado.

En varios casos, los alcaldes ponían los terrenos y PHLF buscaba los inversionistas. Tanto la ciudad como la fundación quedaban con una porción accionaria. PHLF definió los criterios de reciclaje patrimonial, aunque, al inicio, el concepto apenas existía. Hoy no solamente ha renacido Pittsburgh, sino que ha patrimonializado la institución. PHLF no depende de la política contingente. Emprende agenda cultural propia. Es una incubadora, una editorial, un referente para la recuperación del patrimonio urbano e industrial.

Don Arthur ha sido condecorado por reyes y presidentes; toda una eminencia que tuve el honor de conocer en 2005, cuando el PHLF me invitó a dictar una conferencia, “Valparaíso y sus Ascensores”, en el Museo Carnegie Mellon.

A sus 71 años sigue siendo un genio loco. Cuando entré a su oficina apenas levantó su cabeza, pues arreglaba los detalles de un proyecto que iluminaría 36 puentes de acero que cruzan los 3 ríos que definen la ciudad.

Tras mi conferencia y el cóctel partimos a una cena privada. Allí le pregunté: “Arthur, llevo apenas 7 años en esto, y tanto la burocracia como el chaqueteo ya me tienen agotado. No sé si doy más. Ud. lleva 40 años y sigue como nunca. ¿Cómo?” Me dijo: “Tengo una filosofía urbana definida y siempre he sido fiel a ella. No cambies tu filosofía. Hay políticos buenos y malos. Nunca cambies tus principios por complacer a quien esté de turno. Sé fiel a tu proyecto. Si es bueno, estarás de pie cuando los demás se hayan ido.”

2 comentarios:

fernando vergara benitez dijo...

vaya que lección nos has dado, y el consejo de mr. ziegler también: 'perseverar'. te felicito todd, tu blog aporta.
fernando
http://anfiteatrodechile.blogspot.com

El Gringo dijo...

Estimado Fernando,

Agradezco el aporte. Da ánimo. Saludos, Todd