Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 26 de octubre de 2008

Matices

Hace años, viví en una casa en la Subida Concepción. Por las tardes, solía leer y escribir en el Paseo Atkinson. El paseo era de adoquín. La reja, los faroles, y las bancas eran de fierro forjado. Cuando atardecía, aparecían las lucecitas entre los cerros. “Estoy en el lugar perfecto”, pensaba.

Pero el Paseo Atkinson “se restauró”. Desaparecieron los adoquines y aparecieron pastelones. Las bancas de fierro forjado las volaron, igual a los faroles. De la reja ni hablar.

Una pesadilla parecida vivieron los vecinos de la Plaza Echaurren. Una vez me comentó la Señora Amalia, de la Calle Capilla: “No sé porque estos arreglos los hacen personas de Santiago, gente que no conoce a Valparaíso.”

Me perdonará la Señora Amalia, pero, la gente que diseñó estos proyectos conocía Valparaíso. Es de Valparaíso. En el diseño de estos e otros proyectos, las autoridades dictaron una estética “anti-historicista.”

El debate sobre el historicismo falso es el gran debate que no se hace. Cada porteño debería tener una opinión informada al respeto. Pero, la mayoría no tienen idea. No aparece en los diarios. No se conversa. En la ausencia del debate, los ideólogos tomaron el control. Se toman decisiones sin consultar a la ciudadanía. ¿Doña Amalia? A vivir las consecuencias.

El historicismo falso se define como cualquier intento de construir imitando burdamente el pasado. En términos patrimoniales, es mal visto. Atenta contra la autenticidad.

Estamos de acuerdo. ¿El problema? Definir lo que constituye o no constituye un abuso. Neruda escribió: “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”. La vida es compleja. Hay matices.

¿Levantar una réplica de la torre Eiffel en Las Vegas? Burdo. ¿Tener bancas, faroles, y rejas de fierro forjado en el Paseo Atkinson? No. El Hotel Brighton es historicista. A los ideólogos no les gusta. Pero pregunta a 100 personas que caminan por el paseo. Te apuesto que 99 dicen que es bonito. “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”.

Nadie quiere que Valparaíso se convierta en Disneylandia. Pero seamos honestos. No va a pasar. ¿Más absurdo aun? Llevamos la definición de historicismo falso a su extremo natural. Todas las casas señoriales del Puerto—desde Cerro Alegre hasta la Avenida Gran Bretaña—son historicistas. Todas fueron levantadas como “réplicas” de estilos europeos anteriores. Hoy, 130 años después, son monumentos nacionales.

He conversado el tema con un amigo anti-historicista furibundo. Le digo: “Estoy de acuerdo que deberíamos desincentivar la masificación del historicismo falso. Pero no hay que ser dogmático, ni absolutista. Hay pincelazos. Matices. Espacios para concesiones. Tampoco queremos una ciudad donde uno necesita un doctorado en patrimonio para entenderlo”.
Pregúntale a la Señora Amalia. No sabe nada del historicismo falso. No le interesa tampoco. Solo quiere saber porque, durante “la restauración” de su plaza, le quitaron las bancas donde pololearon sus abuelos.

domingo, 19 de octubre de 2008

Yoknapatawpha

En 1863, un ex senador por Illinois liberó a los esclavos. Promulgó la “Declaración de la Emancipación” y tramitó la “Enmienda 13”. Pero lo anterior no logró borrar de un plumazo ni el racismo ni el odio.

Tras su derrota en la Guerra Civil, el Sur ingenió la cultura “Jim Crowe”. Los lugartenientes vendieron parcelas a sus ex esclavos obligándolos a pagar cuotas que superaban lo recaudable por cosechas. Los negros hacían el trabajo y los blancos recibían los frutos. Del Jim Crowe venía la segregación, patrullada por el KKK y reforzada por la cultura del “linchamiento”. Basta con escuchar a mi heroína Billie Holiday cantar “Strange fruit”: “Una fruta extraña cuelga de los álamos”.

La lucha por los derechos civiles marcaría un gran punto de inflexión. Cualquiera que escuchaba a Martin Luther King, a Joan Báez, a Bob Dylan, a los hermanos Kennedy, entendía que el racismo carecía de fundamento intelectual y moral. Pero las semillas del cáncer estaban sembradas desde hacía 400 años. Erradicar tales raíces no era fácil.

Han pasado 145 años desde que Lincoln liberó a los esclavos. Ahora, otro senador por Illinois está a punto de producir la hazaña final. Si se dan los pronósticos, será elegido el primer Presidente afro-americano de la historia de EE.UU. Según encuestas y sondeos en más de 100 países, tal evento podría producir una especie de catarsis colectiva, tanto en EE.UU. como en el mundo entero.

Pero no será fácil. Vislumbro que durante los próximos 16 días veremos lo mejor y lo peor de mi país: la última patada de un odio moribundo que no quiere desaparecer.
Una curiosa casualidad: Lincoln siguió en la Casa Blanca a James Buchanan, considerado uno de los 3 peores presidentes de la historia; Obama, si gana, seguiría a George W. Bush, otro representante de la misma lista.

El título de mi columna se refiere al condado ficticio que constituye la máxima creación del novelista William Faulkner (1897-1962). En más de 20 novelas y algunos cuentos de factura inmortal, Faulkner nos retrata su universo marcado por la decadencia de una aristocracia sureña durante el periodo Jim Crowe. Faulkner llamaría a Yoknapatawpha su “pequeña estampilla de tierra”. Allí, excavaría la humanidad escondida por debajo de nuestros estereotipos del bien y del mal.

Hay algo de nosotros en cada personaje de Yoknapatawpha: partes oscuras y podridas; otros lugares capaces de relucir, de alcanzar la universalidad. Gabriel García Márquez ha dicho que si no fuera por Yoknapatawpha, no podría haber existido Macondo.

Faulkner nos asegura que el nombre viene del idioma Chicksaw, pueblo originario de Mississippi. Quiere decir “tierra cortada en dos”. 143 años después del asesinato de Lincoln, mis compatriotas tendrán que enfrentar los fantasmas de esta tierra fracturada. A ver si podemos hacer de estos opuestos algo esplendoroso, algo capaz de unir, sanar, de conmover a la humanidad.

domingo, 12 de octubre de 2008

La Ley del Ser

En Valparaíso la mejor vista la tienen los muertos. Todos los días nos miran desde su trono; desde su Panteón. Me pregunto lo que pensarían de nuestra actual cosecha de candidatos, lo que dirían al ver su ciudad tomada por carteles y gigantografías.

¿Mi receta para mejorar la gestión de la ciudad? Inscribir al Concejo Municipal, más los gerentes de Mall Plaza, más todos los que tiran huevos, a tomar clases de baile en el Imperio Tango Club. Allí, bajo la tutela del maestro Enrique Ponce, volveríamos a descubrir lo esencial de nuestra ciudad. Está bien discutir entre abogados, ingenieros y arquitectos. Pero de vez en cuando hay que sacar a bailar “a la gordita".

Las sesiones del Concejo se llevarían a cabo fuera del palacio de Condell, y que los mismos porteños propongan dónde. ¿El “Bar Inglés” o el “Cinzano”? Ok. Pero también el Palacio Rivera, al aire libre en la Plazuela Santo Domingo, en la Iglesia de San Francisco. Un experto mundial en liderazgo lo puso así: "La gente no nos sigue por lo que decimos. La gente nos sigue por lo que somos. Puede que yo sea muy inteligente, pero si soy además enojón y calculador… Difícil que se inspire la gente”.

Un maestro chino, guía espiritual de miles, tenía que preparar un sucesor. Tras años observando a sus discípulos, redujo su búsqueda a 12 candidatos. Un día los convocó. "Me queda poco tiempo en la tierra. Uno de Uds. será el próximo Maestro. Quien acepte el desafío tendrá que superar pruebas de fuego y más de una noche oscura del alma. Es menester que confirmen ante Dios su voluntad y su disponibilidad".

Le pasó a cada uno un papelito. Tenían que escribir su nombre y "acepto" o "no acepto". Todos colocaron sus papelitos en un jarrón.

El Maestro leyó en silencio los 12 papelitos. Había 11 "acepto" y un "no acepto". A los "acepto" los felicitó y les mostró la puerta. Dijo que estarían en contacto. Al "no acepto" le pidió que se quedara. "¿Por qué Ud. no quiere ser el próximo Maestro?".

El joven contestó: "No me asustan ni las pruebas de fuego ni las noches oscuras del alma. Lo que me asusta es que, tal vez, no tenga la humildad necesaria para ser Maestro".

"Continúa", dijo el Maestro.

"Su obra es enseñar el camino del despertar. Ud. siempre nos ha enseñado que el Maestro no se venera. Que sólo se venera la verdad. Pero la gente lo venera igual. Yo no creo que tenga la humildad para poder liderar con esto. Si termino creyendo el cuento que soy un Dios, voy a perder a Dios. Así, prefiero ser un discípulo humilde que un Maestro falso y arrogante".

El Maestro sonrió. Había encontrado al sucesor.

Valparaíso, con su inmenso recurso patrimonial, con sus mil capas, no requiere de un sabelotodo; requiere más sabiduría que intelecto. Valparaíso requiere humildad. Así merecerermos el trono, así ascenderermos al Panteón.

domingo, 5 de octubre de 2008

El Arte de la Guerra

Hace años los porteños fuimos bombardeados por amenazas sobre la instalación de un pequeño supermercado que colindaría con la Plaza de la Matriz. La empresa elaboró el proyecto en base a recomendaciones hechas por el Departamento de Patrimonio. Este aprobó. Dijo que no atentaba sobre el patrimonio.

La sangre llegó al rio. Volaron demandas. Los opositores alegaron “historicismo falso”. Acusaron que la demolición estaba mal hecha. Mandaron un expediente a la UNESCO y sembraron títulos en matutinos santiaguinos asegurando que, por culpa de dicho proyecto, Valparaíso estaba a punto de perder su título patrimonial.

Tengo amigos quienes estuvieron a favor y en contra. Buenas personas todas. Pero ya cumplimos 2 años con dicho supermercado y me atrevo a decir que el mundo no se ha acabado. Puede que 1 en 100 sigue con la espina clavada, pero el resto ni siquiera se ha percatado. La Plaza de la Matriz está viva. Valparaíso sigue siendo Patrimonio. La gente está en otra.

Pero la batalla no terminó. Se trasladó. Una vez más nos viene el Apocalipsis. Que Puerto Barón (PB) matará al Puerto. Que matará el comercio detallista. Que matará la ciudad. ¿Y sí todo esto, igual a las amenazas anteriores, no sea la verdad? Nadie se hace responsable. Todo es justo en el amor y la guerra.

Quienes emprenden esta lucha son buenas personas. Han dedicado sus vidas a esto. Sus campañas a favor de los pequeños comerciantes son legendarias. David contra Goliat. La ciudad les debe las gracias.

Y han ganado. Si. Han ganado. Aunque el supermercado se haya hecho, los opositores ganaron. Aunque PB se haga, estos grandes guerreros habrán ganado. ¿Por qué? Porque habrán logrado sensibilizar tanto a la ciudadanía como a los inversionistas. Que Valparaíso no sea una ciudad cualquiera. Que no es llegar a instalar. Es poco consuelo, sé. Pero han ganado. Hace 5 años, muchos pensaban que ser patrimonio significaba transformar la ciudad en una Disneylandia para turistas. Este discurso ha sido derrotado. Hoy, nos aferramos a nuestro estilo de vida y nuestras tradiciones. Bien ganado.

El grupo Plaza ha hecho una cantidad importante de centros comerciales—la mayoría mucho más grande que PB. Pero jamás han invertido tanto tiempo, recursos, sudor, y lágrimas para complacer una ciudad como es el caso de Valparaíso. Bien ganado.

He dicho que PB es un proyecto que puede, y debe, mejorarse. Existen importantes sinergias que deben producirse, sobre todo con los espacios públicos y usos culturales. Además, se puede sacar más provecho a la Bodega Simón Bolívar.

Los escépticos me dicen, “Pero Todd, son capitalistas. Solo les interesa la plata.” Yo les contesto: “Mientras más espectacular el lugar, más plata van a ganar.”

He viajado bastante. He visto distintos proyectos de borde costero. Mi experiencia me dice que PB no matará a Valparaíso. Puede que no estás de acuerdo. Pero discutimos como caballeros, con un buen café y una copia de “el Arte de la Guerra” sobre la mesa.

“Las armas no son los instrumentos de los iluminados”.