Moriré en Valparaíso

Moriré en Valparaíso
Mi nuevo libro con prólogo de Roberto Ampuero

domingo, 21 de septiembre de 2008

Elecciones Municipales

Pisé suelo chileno por vez primera a las 8:35 a.m. del 29 de diciembre 1992. Había viajado en la bien desaparecida Líneas Aéreas Paraguayas (LAP) con escala en Asunción. Me habían prometido que mi gato siamés viajaría conmigo como pasajero, pero al llegar al aeropuerto de Miami, me cambiaron el cuento. "El vuelo esta sobrevendido. El gato tiene que viajar como carga".

No venía con la jaula adecuada. En Santiago me recibió un aeropuerto el tamaño de una cajita de fósforos. Cuando me entregaron al gato, trataron de explicarme algo. Pero los 2 años que estudié español en Minneapolis no me habían preparado para esto. No entendí nada. El pobre estaba tan deshidratado que su nariz color café venía blanca con una costra de sal. Casi me morí.

El 3 de enero subí a un bus para mi primera visita al Puerto. En la estación de buses tomé una micro verde y el conductor no me dio boleto. Bajé en la Plaza Victoria, caminé hasta la Sotomayor, y alquilé una habitación en el Hotel Reina Victoria. Tras dejar mi mochila y mi bolso, salí a explorar. Llegue hasta el Ascensor Concepción. Subí y empecé a caminar.

Siempre me preguntan, "¿Todd, cuál fue su primera impresión de Valparaíso?" Ojalá que fuera más romántica. Ojalá que les pudiera decir que los cielos se abrieron y Dios me habló. Pero, para ser honesto, no era nada de esto. Si recuerdo bien, mi primera observación, subiendo la escalera Templeman hacía la Plazuela San Luis, fue, "Vaya, esta ciudad podría ser bonita si la pintaran".

En una esquina frente al Hospital Alemán, paré en un boliche para pedir indicaciones para llegar a La Sebastiana. La señora era muy cariñosa. Cuando le pedí un baño me dejó usar el de su casa. Nos comunicamos con gestos. Solo capté que La Sebastiana estaba lejos. Que tenía que bajar a la Avenida Alemania y seguir caminando. Harto. Así, caminé. Mucho. Pasé la Plaza Bismark y al almacén "Los Dos Patricios".

Debería haber caminado horas. Caminé tanto que pasé los cerros Bellavista, Florida, Mariposas, y Monjas volando. Llego hasta La Cruz subiendo y bajando. Allí me explican que había pasado La Sebastiana hace rato. Tenía que volver.Tras 4 horas llego a las puertas de La Sebastiana. Me recibió una reja de fierro forjado y un pequeño letrero. Estaba cerrado. Era lunes.

Han pasado más de 15 años. Un tercio de mi vida. Sigo perdido en Valparaíso. Enamoradamente perdido. Lo cual me trae al tema de las elecciones municipales.

No te voy a decir "vota por fulano". Al asumir el mando de la Fundación Valparaíso juré que no usaría mi cargo para influir así. Solo quiero que sepas que el destino de Valparaíso me importa. Mucho. Así, te emplazo: al llenar su papelito, piensa: "Hace 5 años fuimos declarado Patrimonio de la Humanidad. ¿Estoy contento con la conducción de la ciudad desde este entonces"? Basta con eso. Valparaíso no merece que se vote ni por partidos ni pactos ni coaliciones. Vota con tu corazón. Vota por la ciudad.

Yo me comprometo a trabajar con la persona que escogas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

País rico, ciudades pobres


Acabo de regresar de Brisbane, Australia, donde participé en una conferencia sobre diseño urbano. Esta encantadora ciudad, capital del estado de Queensland, se emplaza sobre suaves colinas talladas por un río espectacular. Hace 20 años fue sede de los Juegos Commonwealth, y sus habitantes aprovecharon la oportunidad para soñar. Hoy su obsesión es convertirse en una “ciudad de punta” para el diseño urbano y el desarrollo sustentable. Están a punto de lograrlo.

Los expositores internacionales fuimos invitados a una recepción con el Alcalde. Durante una conversación casual me revelaron algo interesante: el Concejo Municipal de Brisbane maneja un presupuesto, ajustado a su cantidad de habitantes, 28 veces superior al de Valparaíso.
Sé lo que están pensando: “Obvio, gringo, Australia es más rico que Chile”. Así es. Medido en términos de ingreso per cápita es 3,5 veces más rico. Otros índices ponen la diferencia en 4 ó 4,3 veces. Pero nunca 28. Nunca 28.

Aproximadamente, 15% de lo que se tributa en Queensland se queda en Queensland. Australia es federalista. Si Brisbane quiere crear grandes parques y explanadas; si quiere poblar la ciudad con arte, fuentes y esculturas; si quiere invertir en sus universidades para que sean potencias mundiales, no tiene para qué pedirle plata a ningún ministerio. Valparaíso, ciudad patrimonial, capital de una región que tiene minas, tres puertos internacionales, y la refinería más grande del país, vive en la miseria.


Uno de mis colegas era un experto en economía de las ciudades modernas. Se explayó, con su encantador y apenas inteligible acento escocés, sobre el círculo virtuoso que existe cuando una ciudad invierte en cultura, espacios públicos, infraestructura, etc. Con dibujos y gráficos detalló el ciclo de riqueza de la ciudad moderna. Cómo se gasta y cómo se recupera. Sólo hubo un problema: todos sus ejemplos eran sobre ciudades de países federalistas. ¿Una casualidad?

No creo. A mí, me tocó dictar la charla del cierre. Estaba más nervioso que lo habitual. La conferencia era muy técnica, y yo, el único que no era ni urbanista ni arquitecto. ¿Se habrían equivocado los organizadores? La directora me aseguró: “Todd, te trajimos por una razón. El diseño urbano sin poesía, sin toque humano, no tiene sentido”. Mi exposición se tituló: “Cuando la ciudad te salva la vida: el patrimonio humano como factor del diseño urbano en Valparaíso”.

Me cayó encima un mar de abrazos. Aproveché la euforia para plantearle a mi amigo escocés la compleja situación de nuestra ciudad. “Vivimos”, le expliqué, “de patentes comerciales, patentes vehiculares, patentes de construcción y un subsidio estatal”. Arqueó las cejas. No lo podía creer.


Algunos dicen que el federalismo aumenta la burocracia y la corrupción. Pero en Chile, no hay que erigir un parlamento en cada región. Basta con dictar una ley que diga que 15% del IVA y del impuesto a la renta se quede en su lugar de origen. Basta con elegir el Intendente y el CORE democráticamente. Sé que te parece difícil, una locura.


No es fácil soñar cuando uno lleva tantos años viviendo de la mendicidad.